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TransformaciГіn
Morgan Rice


Diario de un Vampiro #1
TRANSFORMACIÓN es el Bestseller # 1 de la saga DIARIO DE UN VAMPIRO (THE VAMPIRE JOURNALS), que incluye once libros (y siguen llegando). En TRANSFORMACIÓN , Caitlin Paine, de 18 años, se encuentra a sí misma desarraigada de su lindo suburbio y es obligada a asistir a una peligrosa escuela secundaria en la ciudad de Nueva York, cuando su mamá se muda otra vez. El único rayo de luz que tiene en su nuevo entorno es Jonah, un nuevo compañero de clase, quien siente agrado por ella de inmediato. Pero antes de que su romance pueda florecer, Caitlin se encuentra transformada repentinamente. Ella se encuentra doblegada por una fuerza sobrehumana, la sensibilidad a la luz, el deseo de alimentarse – sentimientos que no entiende. Ella busca respuestas a lo que le está sucediendo y sus deseos la llevan al lugar equivocado, en el momento equivocado. Sus ojos se abren ante un mundo oculto, debajo de sus pies, haciendo progresos subterráneos en la ciudad de Nueva York. Ella se encuentra atrapada entre dos aquelarres peligrosos, justo en medio de una guerra de vampiros. Es en ese momento que Caitlin conoce a Caleb, un misterioso y poderoso vampiro que la rescata de las fuerzas de las tinieblas. Él la necesita para ayudarle a buscar el legendario artefacto perdido. Y ella lo necesita para buscar respuestas y para protegerla. Juntos tendrán que responder a una pregunta fundamental: ¿quién fue el verdadero padre de ella? Pero Caitlin se encuentra atrapada entre dos hombres, cuando surge otra cosa entre ellos: un amor prohibido. Un amor entre razas que pondrá en riesgo sus vidas, y los obligará a decidir si deben arriesgarse uno por el otro. "TRANSFORMACIÓN es una historia ideal para jóvenes lectores. Morgan Rice hizo un buen trabajo al dar un giro interesante a lo que pudo haber sido un típico cuento de vampiros." --The Romance Reviews "TRANSFORMACIÓN (TURNED) llamó mi atención desde el inicio y no lo solté… Esta historia es una aventura sorprendente, de ritmo rápido y llena de acción desde el principio. No hay un solo momento aburrido. Morgan Rice hizo un trabajo sorprendente transportando al lector a la historia. También facilitó el apoyo a Caitlin y quiso desesperadamente que triunfara en su búsqueda de la verdad… Espero con interés el segundo libro de la saga". --Paranormal Romance Guild "TRANSFORMACIÓN es un libro de las tinieblas agradable, de fácil lectura, que se puede leer entro otros libros, ya que es corto… ¡Le aseguro que se divertirá!". --books-forlife.blogspot.com "TRANSFORMACIÓN es un libro equiparable a TWILIGHT y DIARIO DE UN VAMPIRO, (VAMPIRE DIARIES), y ¡hará que lo quiera seguir leyendo hasta la última página! Si le gusta la aventura, el amor y los vampiros, ¡este libro es para usted!". --Vampirebooksite.com "Rice hace un gran trabajo en transportarlo a la historia desde el principio, utilizando una gran calidad descriptiva que trasciende a la narración del escenario… Está bien escrito y su lectura es extremadamente rápida, TRANSFORMACIÓN es un buen inicio para una nueva saga de vampiros que seguramente será un éxito entre los lectores que buscan una historia ligera, pero entretenida". --Black Lagoon Reviews







transformaciГіn



(Libro #1 del Diario de un Vampiro)



Morgan Rice


ALGUNAS OPINIONES ACERCA DE LAS OBRAS DE MORGAN RICE



"Me llamó la atención desde el principio y no dejé de leerlo… Esta historia es una aventura increíble, de ritmo rápido y llena de acción desde su inicio. No hay un momento aburrido".

--Paranormal Romance Guild {con respecto a Turned}



"Tiene una trama estupenda y es un libro que le costarГЎ trabajo dejar de leer en la noche. El final en suspenso es tan espectacular, que inmediatamente querrГЎ comprar el siguiente libro, solamente para ver quГ© sigue".

--The Dallas Examiner {referente a Loved}



"Es un libro equiparable a Twilight y The Vampire Diaries, (Diario de un Vampiro), y harГЎ que quiera seguir leyendo ВЎhasta la Гєltima pГЎgina! Si le gusta la aventura, el amor y los vampiros, ВЎeste libro es para usted!"

--vampirebooksite.com {con respecto a Turned}



"Es una historia ideal para los lectores jГіvenes. Morgan Rice hizo un buen trabajo dando un giro interesante a lo que pudo haber sido un tГ­pico cuento de vampiros. Innovador y singular, tiene los elementos clГЎsicos que se encuentran en muchas historias paranormales para adultos jГіvenes".

--ReseГ±a de The Romance {referente a Turned}



"Rice hace un gran trabajo para captar su atención desde el principio, al utilizar una gran calidad descriptiva que va más allá de la simple descripción de la ambientación… Bien escrito y sumamente rápido de leer, es un buen comienzo para una nueva serie sobre vampiros, que seguramente será un éxito entre los lectores que buscan una historia ligera pero entretenida".

--ReseГ±a de Black Lagoon {respecto a Turned}



"Lleno de acciГіn, romance, aventura y suspenso. Este libro es una maravillosa adiciГіn a esta serie y lo dejarГЎ deseando mГЎs de Morgan Rice".

--vampirebooksite.com {respecto a Loved}



"Morgan Rice se demuestra a sí misma una vez más, que es una narradora de gran talento… Esto atraerá a una gran audiencia, incluyendo a los aficionados más jóvenes, del género de los vampiros y de la fantasía. El final de suspenso inesperado lo dejará estupefacto".

--RESEГ‘AS DE THE ROMANCE {respecto a Loved}


Acerca de Morgan Rice



Morgan es la escritora nГєmero uno de bestsellers de las series para adultos jГіvenes de THE VAMPIRE JOURNALS, (DIARIO DE UN VAMPIRO) que comprende ocho libros, que han sido traducidos a seis idiomas.

Morgan tambiГ©n es autora del libro bestseller #1: ARENA UNO y ARENA DOS, que son los primeros dos libros de la TRILOGГЌA DE SUPERVIVENCIA, una novela de suspenso, de acciГіn apocalГ­ptica, ambientada en el futuro.

Morgan también es autora de la serie de fantasía, bestseller # 1 de THE SORCERER’S RING, (EL ANILLO DEL HECHICERO), (GRATIS) que comprende seis libros, y siguen sumándose.

A Morgan le encantarГ­a tener comunicaciГіn con usted, asГ­ que visite www.morganricebooks.com (http://www.morganricebooks.com) para mantenerse en contacto.


Libros de Morgan Rice



THE SORCERER’S RING (EL ANILLO DEL HECHICERO)

A QUEST OF HEROES (Libro #1 del Anillo del Hechicero)

A MARCH OF KINGS (Libro #2 del Anillo del Hechicero)

A FEAST OF DRAGONS (Libro #3 del Anillo del Hechicero)

A CLASH OF HONOR (Libro #4 del Anillo del Hechicero)

A VOW OF GLORY (Libro #5 del Anillo del Hechicero)

A CHARGE OF VALOR (Libro #6 del Anillo del Hechicero)

A RITE OF SWORDS (Libro #7 del Anillo del Hechicero)

A GRANT OF ARMS (Libro #8 del Anillo del Hechicero)

A SKY OF SPELLS (Libro #9 del Anillo del Hechicero)

A SEA OF SHIELDS (Libro #10 del Anillo del Hechicero)

A REIGN OF STEEL (Libro #11 del Anillo del Hechicero)



THE SURVIVAL TRILOGY (LA TRILOGГЌA DE SUPERVIVENCIA)

ARENA ONE (ARENA UNO): SLAVERUNNERS (TRATANTES DE ESCLAVOS)

(Libro #1 de la TrilogГ­a de Supervivencia)

ARENA TWO (ARENA DOS)

(Libro #2 de la TrilogГ­a de Supervivencia)



THE VAMPIRE JOURNALS (DIARIO DE UN VAMPIRO)

TURNED (Libro #1 del Diario de un Vampiro)

LOVED (Libro #2 del Diario de un Vampiro)

BETRAYED (Libro #3 del Diario de un Vampiro)

DESTINED (Libro #4 del Diario de un Vampiro)

DESIRED (Libro #5 del Diario de un Vampiro)

BETROTHED (Libro #6 del Diario de un Vampiro)

VOWED (Libro #7 del Diario de un Vampiro)

FOUND (Libro #8 del Diario de un Vampiro)

RESURRECTED (Libro #9 del Legado de un Vampira)

CRAVED (Libro #10 of del Legado de un Vampiro)















ВЎEscucha!



Amazon (http://www.amazon.com/Turned-Book-1-Vampire-Journals/dp/B006M6VYJM/ref=tmm_aud_title_0)

Audible (http://www.audible.com/pd/ref=sr_1_1?asin=B006LAKL34&qid=1323958119&sr=sr_1_1)

iTunes (http://itunes.apple.com/WebObjects/MZStore.woa/wa/viewAudiobook?id=489725251&s=143441)


Derechos Reservados В© 2012 por Morgan Rice



Todos los derechos reservados. A excepciГіn de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de EE.UU de 1976, ninguna parte de esta publicaciГіn puede ser reproducida, distribuida o transmitida en forma o medio alguno ni almacenada en un sistema de base de datos o de recuperaciГіn de informaciГіn, sin la autorizaciГіn previa de la autora.



Este libro electrГіnico estГЎ disponible solamente para su disfrute personal. Este libro electrГіnico no puede ser revendido ni regalado a otras personas. Si usted desea compartir este libro con otra persona, tiene que adquirir una copia adicional para cada beneficiario. Si usted estГЎ leyendo este libro y no lo comprГі o no se comprГі solamente para su uso, por favor devuГ©lvalo y compre su propia copia. Gracias por respetar el trabajo de esta escritora.



Esta es una obra de ficciГіn. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son producto de la imaginaciГіn de la autora o son usados ficticiamente. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es solo coincidencia.



Jacket image В©iStock.com/В© Ivan Bliznetsov



TГ­tulo original: Turned

TraducciГіn: Alejandra Ramos

В© 2011, Morgan Rice



No se permite la reproducciГіn total o parcial de este libro ni su incorporaciГіn a un sistema informГЎtico, ni su transmisiГіn en cualquier forma o por cualquier medio, sea Г©ste electrГіnico, mecГЎnico, por fotocopia, por grabaciГіn u otros mГ©todos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

La infracciГіn de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Arts. 229 y siguientes de la Ley Federal de Derechos de Autor y Arts. 424 y siguientes del CГіdigo Penal).


ВїY es saludable ir descubierto

y aspirar las emanaciones de la hГєmeda alborada?

ВЎQuГ©! ВїBruto estГЎ enfermo y abandona su sano lecho

para exponerse al pernicioso contagio de la noche?

WILLIAM SHAKESPEARE, Julio CГ©sar


UNO



Caitlin Paine siempre temiГі el primer dГ­a de clases en una escuela nueva. OcurrГ­an situaciones relevantes, como conocer a los nuevos amigos y maestros o aprender los nuevos caminos. Pero tambiГ©n habГ­a situaciones mГЎs triviales, como conseguir un casillero y familiarizarse con el aroma y los sonidos de un nuevo lugar. Sin embargo, lo que mГЎs le atemorizaba eran las miradas. Cada vez que llegaba a un sitio que no conocГ­a, sentГ­a que la gente la observaba. Lo Гєnico que ella deseaba era anonimato, y sin embargo, nunca lo conseguГ­a.

Caitlin no entendГ­a quГ© la hacГ­a tan llamativa. No era particularmente alta, tan solo medГ­a metro y medio, y ademГЎs, su cabello y sus ojos cafГ©s, en conjunto con su peso promedio, la hacГ­an sentir bastante ordinaria. Ciertamente no se sentГ­a hermosa como le parecГ­an algunas de las otras chicas. TenГ­a dieciocho aГ±os pero lucГ­a algo mayor, aunque no lo suficiente como para hacerla sobresalir.

HabГ­a algo mГЎs. ExistГ­a otra cosa en ella que siempre provocaba que la gente volteara mГЎs de una vez a mirarla. En el fondo, sabГ­a que era diferente, solo que no estaba segura de por quГ©.

Si acaso existía algo peor que el primer día de clases, eso era empezar un curso escolar a mitad del semestre, cuando todo mundo ya había tenido algo de tiempo para hacer amistades. Hoy, este primer día, a mediados de marzo, iba a ser el más terrible de todos. Caitlin podía presentirlo. No obstante, ni siquiera en sus peores pesadillas imaginó que sería así de malo. Nada de lo que había visto —y vaya que había visto bastante—, la pudo preparar para algo así.

Caitlin estaba parada frente a su nueva escuela, una enorme preparatoria pública de Nueva York. La helada mañana de marzo le hacía preguntarse: “¿Por qué yo?”

Su atuendo era insuficiente para el frГ­o: solo un suГ©ter y leggings. AdemГЎs, no estaba preparada en lo absoluto para el ruidoso caos que la recibiГі, habГ­a cientos de chicos gritando, vociferando y empujГЎndose. ParecГ­a el patio de una prisiГіn.

Predominaba el ruido. Todos ahГ­ reГ­an escandalosamente, decГ­an montones de groserГ­as y se empujaban con gran rudeza. De no haber detectado algunas sonrisas y risitas burlonas, habrГ­a pensado que se trataba de una reyerta masiva.

Los chicos desbordaban energГ­a, y Caitlin por el contrario, exhausta, desvelada y a punto de congelarse, no podГ­a entender de dГіnde provenГ­a Г©sta. CerrГі los ojos y deseГі desaparecer.

Buscó en sus bolsillos y sintió algo: su iPod. “Sí.”

Se colocГі los audГ­fonos y lo encendiГі. Necesitaba ahogar todo el barullo exterior.

Pero no escuchó nada. Miró hacia abajo y se percató de que la batería se había agotado. “Perfecto.”

Revisó su celular con deseos de que algo la distrajera, cualquier cosa. “No hay mensajes nuevos.”

Cuando volviГі la vista al frente, vio el mar de rostros nuevos y se sintiГі sola. Pero no porque fuera la Гєnica chica blanca, de hecho, lo preferГ­a asГ­. Algunos de sus amigos mГЎs cercanos en las otras escuelas eran negros, latinos, asiГЎticos e hindГєes, en tanto que algunos de sus enemigos mГЎs acГ©rrimos habГ­an sido blancos. No, no se trataba de eso. Se sentГ­a sola porque el entorno era urbano. Estaba parada sobre concreto. Cuando entrГі a la zona recreativa se escuchГі un ruidoso timbre y Caitlin tuvo que atravesar unos grandes portones de metal. Ahora estaba encerrada, enjaulada tras las gigantescas puertas coronadas con alambre de pГєas. TenГ­a la sensaciГіn de estar en la cГЎrcel.

Ver la enorme escuela y los barrotes en todas las ventanas, no mejorГі sus ГЎnimos. Por lo general, ella siempre se adaptaba con facilidad a las nuevas escuelas, sin importar el tamaГ±o. Pero en todos los casos, se tratГі de colegios a las afueras de la ciudad. En todas ellas habГ­a cГ©sped, ГЎrboles y cielo. AquГ­, sin embargo, no habГ­a otra cosa que no fuera urbana. Se le dificultaba respirar. Estaba aterrada.

Al escuchar un segundo timbrazo, comenzó a arrastrar los pies hacia la entrada junto a los otros cientos de chicos. Una joven gorda la empujó con brusquedad y a Caitlin se le cayó su diario. Lo levantó, y cuando lo hizo, se despeinó. Luego alzó la mirada para ver si la chica se disculpaba, pero no la vio más —se había ido junto con el enjambre—. Escuchó risas pero le fue imposible determinar si ella era el blanco de las mismas.

ApretГі su diario, lo Гєnico que la hacГ­a sentir real. La habГ­a acompaГ±ado a todos los lugares. Lo usaba para hacer notas y dibujos en todos los sitios a donde iba; era el mapa de su niГ±ez.

Por fin llegГі a la entrada. AhГ­ tuvo que apretujarse entre los otros para ingresar. Aquello era como subir al metro en hora pico. CreyГі que adentro harГ­a un poco de calor, pero las puertas que se quedaron abiertas tras ella dejaron pasar una corriente de aire frГ­o que le llegaba directamente a la espalda, y eso la hizo sentir aГєn peor.

Al ingresar habГ­a dos enormes guardias de seguridad, y a su lado, dos policГ­as de la ciudad de Nueva York. Ambos vestГ­an el uniforme completo y portaban ostentosamente sus armas.

—¡No se detengan! —ordenó uno de ellos.

Caitlin no podГ­a imaginar por quГ© dos policГ­as armados habrГ­an de cuidar la entrada de una preparatoria. Su temor se acrecentГі y empeorГі cuando mirГі hacia arriba y se dio cuenta de que tendrГ­a que atravesar un detector de metales del mismo tipo de los que usan para la seguridad en los aeropuertos.

A cada lado del detector habГ­a otros cuatro policГ­as armados, y dos guardias de seguridad mГЎs.

—¡Vacíen sus bolsillos! —gritó con brusquedad un guardia.

Caitlin notГі que los otros chicos sacaban los objetos de sus bolsillos y los depositaban en pequeГ±as charolas de plГЎstico. Los imitГі de inmediato y entregГі su iPod, la billetera y las llaves.

PasГі por el detector arrastrando los pies y se activГі la alarma.

—¡Tú! —gritó un guardia—. ¡Colócate a un lado!

“Por supuesto.”

Los demГЎs se le quedaron viendo mientras levantaba los brazos y el guardia pasaba el detector manual a lo largo de todo su cuerpo.

—¿Llevas algo de joyería?

Caitlin se tocГі las muГ±ecas y el cuello. De repente recordГі: su cruz.

—¡Quítatela! —le dijo el guardia groseramente.

Era el collar que le habГ­a dado su abuela antes de morir; una pequeГ±a cruz de plata que tenГ­a grabada una frase en latГ­n que nunca tradujo. Su abuela le dijo que a ella se la habГ­a entregado su propia abuela. Caitlin no practicaba ninguna religiГіn y en realidad no entendГ­a bien lo que significaba; sin embargo, estaba consciente de que tenГ­a cientos de aГ±os y de que era el objeto mГЎs valioso que poseГ­a.

SeparГі la cruz de su blusa y la mantuvo arriba, pero no se la quitГі.

—Preferiría no hacerlo —respondió.

El guardia la mirГі con frialdad inconmensurable.

De repente hubo conmociГіn. Todo mundo gritГі cuando un policГ­a sujetГі a un chico alto y delgado, lo aventГі contra el muro y lo despojГі de una navaja que traГ­a en el bolsillo.

El guardia de seguridad fue a ayudar al policГ­a y Caitlin aprovechГі para deslizarse entre la multitud que caminaba por el pasillo.

“Bienvenida a la escuela pública de Nueva York”, pensó Caitlin. “Genial.”

ComenzГі a contar los dГ­as que faltaban para graduarse.

Aquellos corredores eran los mГЎs amplios que habГ­a visto. ParecГ­a imposible imaginar que alguna vez podrГ­an llenarse, y sin embargo, estaban repletos de chicos que caminaban hombro contra hombro. DebГ­an ser miles de personas en esos pasillos; el mar de rostros se extendГ­a y parecГ­a no tener fin. AquГ­, el ruido era mucho peor; rebotaba en los muros y se condensaba. Caitlin querГ­a cubrirse las orejas, pero ni siquiera tenГ­a espacio para levantar los brazos. De pronto, sintiГі claustrofobia.

SonГі la campana y la energГ­a se incrementГі.

“Ya voy retrasada.”

RevisГі una vez mГЎs su tarjetГіn y, finalmente, vio a lo lejos el salГіn que le correspondГ­a. TratГі de atravesar el mar de cuerpos, pero no lograba avanzar. DespuГ©s de varios intentos, se dio cuenta de que tenГ­a que ser agresiva. ComenzГі a golpear a los otros con los codos y a empujarlos cuando ellos la empujaban. DejГЎndolos atrГЎs uno por uno, Caitlin logrГі pasar por entre los jГіvenes que llenaban el amplio pasillo y abriГі la pesada puerta del salГіn.

Se rodeГі con los brazos. De ese modo enfrentГі todas las miradas dirigidas a ella, la chica nueva que habГ­a llegado tarde. ImaginГі que el maestro la regaГ±arГ­a por interrumpir, pero se quedГі atГіnita al descubrir que no serГ­a asГ­ en lo absoluto. Aunque el salГіn estaba diseГ±ado para treinta alumnos, habГ­a cincuenta, estaba repleto. Algunos de los chicos ya estaban en sus asientos, otros caminaban por entre los mesabancos gritГЎndose. Era un caos.

A pesar de que la campana habГ­a sonado cinco minutos antes, el maestro, despeinado y con el traje arrugado, ni siquiera habГ­a comenzado la clase. De hecho, estaba sentado con los pies sobre el escritorio, leyendo el periГіdico e ignorando a todo mundo.

Caitlin se acercГі a Г©l y colocГі su nueva credencial de identificaciГіn sobre el escritorio. Se mantuvo de pie ahГ­ y esperГі a que el maestro la mirara, pero Г©l no lo hizo.

Finalmente, aclarГі la garganta.

—Disculpe.

El maestro bajГі su periГіdico con reticencia.

—Soy Caitlin Paine. Soy nueva. Creo que tengo que entregarle esto.

—Yo solo soy un suplente —le contestó y levantó de nuevo el periódico, ignorándola.

Ella permaneciГі ahГ­ confundida.

—Entonces —preguntó—, ¿usted no registra la asistencia?

—Tu maestro va a regresar el lunes —contestó con brusquedad—. Él se encargará de eso.

Al darse cuenta de que la conversaciГіn habГ­a terminado, Caitlin recogiГі su credencial.

VolteГі y mirГі el salГіn. El caos continuaba. Si acaso habГ­a algo bueno en esta situaciГіn, era que, por lo menos, nadie la habГ­a notado. ParecГ­a no importarles lo que sucedГ­a, ni reparar en su presencia.

Por otra parte, revisar desde ahГ­ el salГіn repleto era muy angustiante pues no habГ­a ningГєn lugar vacГ­o para sentarse.

AdoptГі una actitud de fortaleza y, apretando contra sГ­ su diario, caminГі con vacilaciГіn por uno de los pasillos. Por momentos se estremecГ­a al avanzar entre los chicos que se gritaban entre sГ­ con cinismo. Cuando llegГі al fondo del salГіn pudo ver el panorama completo.

No habГ­a un solo asiento vacГ­o. Se quedГі ahГ­ de pie, sintiГ©ndose estГєpida. Entonces, se dio cuenta de que los otros chicos comenzaron a notarla. No sabГ­a quГ© hacer. Por supuesto, no iba a permanecer en ese lugar de pie toda la clase, y al maestro sustituto no parecГ­a importarle. VolteГі y volviГі a revisar el salГіn sin Г©xito.

A unos pasillos de distancia, escuchГі risitas y estuvo segura de que se burlaban de ella. No vestГ­a como los demГЎs y tampoco lucГ­a como ellos. Se ruborizГі y sintiГі que estaba llamando demasiado la atenciГіn.

Cuando estaba a punto de abandonar el salГіn, y tal vez, incluso la escuela, escuchГі una voz.

—Aquí.

Caitlin volteГі.

En la Гєltima hilera, junto a la ventana, habГ­a un chico alto parado junto a su mesabanco.

—Siéntate —dijo—. Por favor.

Se hizo un silencio momentГЎneo en el salГіn mientras los otros esperaban ver cГіmo reaccionarГ­a ella.

Caminó hacia él. Trató de no mirarlo directamente a los ojos —a sus grandes y brillantes ojos verdes—, pero no pudo evitarlo. Era encantador. Tenía una piel suave y aceitunada que hacía imposible saber si era negro, latino, blanco o algún tipo de combinación. Jamás había visto una piel tan tersa y una mandíbula tan bien definida. Era delgado, de cabello corto y castaño. Había algo en él que estaba tan fuera de lugar… Parecía frágil, como un artista, tal vez.

Era realmente difГ­cil que un chico le impactara tanto. HabГ­a visto a sus amigas enloquecer por alguien, pero era algo que ella en realidad no comprendГ­a bien. Hasta ahora.

—¿Y en dónde te vas a sentar tú? —preguntó Caitlin.

TratГі de controlar su voz, pero no sonaba convincente. Esperaba que Г©l no advirtiera lo nerviosa que estaba.

Г‰l le brindГі una gran sonrisa que revelГі la perfecciГіn de sus dientes.

—Justo aquí —dijo él, y se movió hacia la base de la ventana que quedaba a unos cuantos pasos.

Lo mirГі y Г©l le correspondiГі. Sus miradas se mantuvieron fijas. Ella tratГі de forzarse a voltear en otra direcciГіn pero no pudo hacerlo.

—Gracias —dijo Caitlin, sintiéndose de inmediato enojada consigo misma.

“¿Gracias? ¿Eso es lo único que se te ocurre? ¡¿Gracias?!”

—¡Muy bien, Barack! —se escuchó una voz gritar—. ¡Cédele tu asiento a esa linda niña blanca!

Se escucharon mГЎs risas y de pronto, el salГіn volviГі a llenarse de ruido y todos los ignoraron de nuevo. Caitlin vio que el chico bajaba la mirada avergonzado.

—¿Barack? —preguntó—, ¿así te llamas?

—No —contestó él, ruborizado—. Así me llaman, como a Obama. Dicen que me parezco.

Caitlin lo mirГі con cuidado y se dio cuenta de que sГ­, efectivamente se parecГ­a.

—Es porque soy parte negro, parte blanco y parte puertorriqueño.

—Vaya, pues creo que es un cumplido —dijo ella.

—No de la manera en que ellos lo dicen —respondió el chico.

Caitlin lo vio sentarse en la base de la ventana un tanto apocado. Se dio cuenta de que era bastante sensible, incluso vulnerable. No parecГ­a formar parte de este grupo de chicos. Era una locura pero, hasta sintiГі deseos de protegerlo.

—Soy Caitlin —le dijo, extendiendo la mano y mirándolo directo a los ojos.

Sorprendido, Г©l la vio y volviГі a sonreГ­r.

—Jonah —le contestó.

Al estrechar su mano con firmeza, Caitlin sintiГі su brazo temblar mientras Г©l la envolvГ­a con su suave piel. TenГ­a la sensaciГіn de que se derretГ­a y no pudo evitar sonreГ­r cuando Г©l sujetГі su mano un poco mГЎs de lo normal.



El resto de la maГ±ana pasГі sin advertirlo, y para cuando Caitlin llegГі a la cafeterГ­a, tenГ­a bastante hambre. AbriГі las puertas de vaivГ©n y se abrumГі al enfrentar el enorme comedor y el increГ­ble ruido que producГ­an los chicos que con sus gritos parecГ­an ser mil. Era como entrar a un gimnasio. La diferencia radicaba en que cada cinco metros, a lo largo de los pasillos, habГ­a un guardia de seguridad que observaba todo cuidadosamente.

Como de costumbre, Caitlin no sabГ­a a dГіnde dirigirse. EscudriГ±Гі el enorme salГіn y, finalmente, vio una pila de charolas. TomГі una y se formГі en lo que creyГі era la fila para ordenar la comida.

—¡No te metas, perra!

Caitlin volteГі y se topГі con una chica gorda y enorme, quince centГ­metros mГЎs alta que ella y de muy mala cara.

—Lo siento, no sabía que…

—¡La fila acaba allá atrás! —gritó otra chica, señalándole con el pulgar.

Caitlin mirГі hacia atrГЎs y se dio cuenta de que habГ­a, por lo menos, cien personas en la fila. La espera serГ­a como de veinte minutos.

Cuando se dirigiГі a la cola, un chico que estaba formado empujГі a otro: Г©ste cayГі frente a ella, golpeando el piso con fuerza.

El primer chico saltГі sobre el otro y comenzГі a pegarle en la cara.

En la cafeterГ­a estallГі un rugido de emociГіn, y montones de muchachos los rodearon.

—¡Pelea, pelea!

Caitlin dio varios pasos hacia atrГЎs mientras observaba horrorizada la violenta escena a sus pies.

Finalmente, cuatro guardias de seguridad se acercaron y detuvieron el altercado; separaron a los dos chicos ensangrentados y se los llevaron. Pero los guardias no parecГ­an tener ninguna prisa.

Cuando Caitlin por fin pudo comprar su almuerzo, volviГі a revisar el comedor tratando de encontrar a Jonah, pero no lo encontrГі por ningГєn lado.

CaminГі por los pasillos y vio que, mesa tras mesa, estaba repleta de jГіvenes. Casi no habГ­a asientos vacГ­os, y los pocos disponibles, se encontraban junto a grandes grupos de amigos que no mostraban gran calidez.

Finalmente, tomГі un asiento que estaba en una mesa hacia el fondo del comedor; estaba vacГ­a excepto por un chico sentado en el extremo. Era un bajito y frГЎgil muchacho chino con aparatos dentales. VestГ­a mal y tenГ­a la cabeza agachada; estaba enfocado en su almuerzo.

Caitlin se sentía sola. Miró hacia abajo y revisó su celular. En Facebook, había algunos mensajes de sus amigos del último pueblo en donde vivió. Querían saber cómo le iba en la nueva ciudad. Por alguna razón, no sintió ganas de contestarles; los percibía tan lejos…

Apenas si pudo comer, todavГ­a tenГ­a esa sensaciГіn de nГЎuseas del primer dГ­a de clases. TratГі de pensar en algo diferente. CerrГі los ojos y recordГі el nuevo departamento. Estaba en un asqueroso edificio de la calle 132, y para llegar a Г©l tenГ­a que subir cinco pisos por las escaleras. SintiГі mГЎs nГЎuseas, por lo que respirГі hondo e intentГі enfocarse en algo, cualquier cosa buena que existiera en su vida.

Sam, su hermanito. TenГ­a quince aГ±os pero parecГ­a estar a punto de cumplir veinte. SolГ­a olvidar que Г©l era el hermano menor; siempre actuaba como si fuera mayor que ella. HabГ­a tenido una vida difГ­cil y se habГ­a vuelto bastante hosco debido a tantas mudanzas, al hecho de que su padre los habГ­a abandonado y a que su madre los trataba mal a ambos. Caitlin se daba cuenta de que la situaciГіn estaba sobrepasando a su hermano y que habГ­a comenzado a encerrarse en sГ­ mismo; ella temГ­a que las cosas siguieran empeorando.

Sin embargo, a pesar de todo lo que Sam enfrentaba, adoraba a Caitlin. Y ella a Г©l. Sam era la Гєnica constante en su vida, la Гєnica persona en quien podГ­a confiar. AdemГЎs, a Caitlin le parecГ­a que su hermano habГ­a conservado solo una debilidad: ella. Era por eso que estaba decidida a hacer lo que fuera necesario para protegerlo.

—¿Caitlin?

SintiГі un sobresalto.

Junto a ella, con la charola en una mano y el estuche de violГ­n en la otra, estaba Jonah.

—¿Te molesta si me siento contigo?

—Sí, vaya, quise decir, no —dijo con vacilación.

“Idiota —pensó—. Deja de mostrarte tan nerviosa.”

Jonah le brindГі esa fulgurante sonrisa que tenГ­a, y se sentГі frente a ella, perfectamente derecho, con una postura impecable. ColocГі con cuidado el estuche del violГ­n a su lado. DespuГ©s puso, con mucha suavidad, su comida sobre la mesa. HabГ­a algo respecto a Г©l que Caitlin no podГ­a descifrar. Era distinto a todas las personas que habГ­a conocido antes. Era como de otra Г©poca; definitivamente parecГ­a fuera de lugar en esa escuela.

—¿Cómo te fue en tu primer día? —le preguntó.

—No fue lo que esperaba.

—Sé a lo que te refieres —dijo Jonah.

—¿Es un violín?

Caitlin seГ±alГі el instrumento con un gesto. El estuche estaba cerrado y Jonah mantenГ­a una mano sobre Г©l como si tuviera miedo de que alguien lo robara.

—De hecho, es una viola. Es solo un poco más grande que el violín, pero tiene un sonido completamente distinto. Es más melodioso.

Caitlin jamГЎs habГ­a visto una viola, y esperaba que Jonah la pusiera sobre la mesa y se la mostrara. Pero Г©l ni siquiera lo intentГі y ella no querГ­a entrometerse. La mano del chico continuaba sobre el estuche, protegiГ©ndolo como si fuera algo muy personal y privado.

—¿Y practicas mucho?

Jonah se encogiГі de hombros.

—Solo unas cuantas horas al día —dijo en un tono casual.

—¡¿Unas cuantas horas?! ¡Seguramente tocas muy bien!

Г‰l volviГі a encoger los hombros.

—Supongo que no lo hago mal. Hay muchos violistas que son mejores que yo. En realidad, espero que tocar la viola sea lo que me saque de aquí.

—Yo siempre quise tocar el piano —agregó Caitlin.

—¿Y por qué no lo haces?

Ella le iba a contestar: “Nunca he tenido un piano.” Pero no dijo nada. En lugar de eso, se encogió de hombros y volvió a mirar su almuerzo.

—No necesitas tener un piano —le dijo Jonah.

Ella lo mirГі sorprendida pues parecГ­a haber leГ­do sus pensamientos.

—En esta escuela hay un salón de ensayos. A pesar de todo lo negativo, tiene algunas ventajas. Puedes tomar clases gratis, solo tienes que inscribirte.

Caitlin abriГі mГЎs los ojos.

—¿En serio?

—Afuera del salón de ensayos hay una hoja para matricularse. Pregunta por la señora Lennox y dile que eres amiga mía.

“Amiga.” A Caitlin le gustó cómo sonaba la palabra. Sintió que poco a poco la invadía cierta felicidad. Sonrió por completo y sus miradas se cruzaron por un momento.

Cuando observó sus brillantes ojos verdes, ardió en ella el deseo de hacerle un millón de preguntas: “¿Tienes novia? ¿Por qué eres tan amable? ¿En verdad te agrado?”

Pero en lugar de eso, solo apretГі los labios y se quedГі callada.

Temerosa de que el tiempo que estaban pasando juntos se acabara pronto, buscГі en su mente algo que pudiera preguntarle para extender la conversaciГіn. TratГі de pensar en algo que le garantizara volver a verlo pero los nervios se apoderaron de ella, y se paralizГі.

Finalmente, abriГі la boca y, en ese preciso momento, sonГі la campana. El ruido y el movimiento estallaron en el comedor. Jonah se puso de pie y sujetГі su viola.

—Se me hace tarde —dijo Jonah, preparándose para retirar su charola de la mesa… Miró la de Caitlin.

—¿Quieres que retire la tuya?

Ella volteГі hacia abajo; se dio cuenta de que se le habГ­a olvidado y negГі con la cabeza.

—Está bien —agregó Jonah.

Se quedГі ahГ­ de pie, sintiendo de pronto gran timidez, y sin saber quГ© decir.

—Bien, pues te veo luego.

—Sí, nos vemos —contestó Caitlin desganada, y apenas perceptiblemente.



Su primer dГ­a de clases habГ­a terminado. Caitlin saliГі del edificio y se encontrГі con la soleada tarde de marzo. A pesar de que el viento soplaba con fuerza, ella ya no sintiГі frГ­o, y aunque que todos los chicos gritaban mientras salГ­an, el ruido no le afectГі mГЎs. Se sentГ­a viva y libre. El resto de la jornada habГ­a pasado como entre sueГ±os, ni siquiera recordaba el nombre de uno solo de sus profesores nuevos.

No podГ­a dejar de pensar en Jonah.

Se preguntaba si no habrГ­a actuado como una tonta en la cafeterГ­a. Las palabras se le habГ­an atorado en la boca y casi no averiguГі nada sobre Г©l. Lo Гєnico que se le ocurriГі fue cuestionarlo sobre la estГєpida viola, cuando pudo haberle preguntado en dГіnde vivГ­a, de dГіnde era y a quГ© universidad querГ­a entrar. En especial, pudo haberle preguntado si tenГ­a novia. Un chico como Г©l seguramente estaba saliendo con alguien.

En ese preciso momento, una chica latina guapa y bien vestida pasГі cerca de ella y la empujГі. Caitlin la vio de la cabeza a los pies, y se preguntГі por un instante si no serГ­a ella quien salГ­a con Jonah.

Dio vuelta en la calle 134 y de pronto olvidГі adГіnde se dirigГ­a. Nunca habГ­a caminado a casa de regreso de la escuela; su mente estaba en blanco y no recordaba dГіnde se encontraba el nuevo departamento. PermaneciГі de pie en la esquina, desorientada. Una nube ocultГі al sol y el viento arreciГі. Repentinamente, sintiГі frГ­o de nuevo.

—¡Hey, amiga!

Caitlin volteГі y se dio cuenta de que estaba frente a una asquerosa bodega en la esquina. Afuera habГ­a cuatro hombres con mala pinta sentados en sillas de plГЎstico. ParecГ­an no tener frГ­o; le sonrieron como si ella fuera la siguiente comida que devorarГ­an.

—¡Ven aquí, nena! —gritó otro de ellos.

De pronto se acordГі.

“Calle 132. Eso es.”

GirГі con rapidez y comenzГі a caminar vigorosamente hacia una calle paralela. MirГі hacia atrГЎs varias veces para asegurarse de que aquellos hombres no la estuvieran siguiendo. Por fortuna no fue asГ­.

El viento helado le laceró las mejillas y la hizo sentirse más alerta, justo al mismo tiempo en que comenzó a caer en cuenta de la realidad de su nuevo vecindario. Observó a su alrededor; vio los autos abandonados, los muros grafiteados, los alambres de púas, los barrotes de las ventanas… De pronto se sintió muy sola y con mucho miedo.

Solo faltaban tres cuadras para llegar a su departamento pero a ella le parecГ­a una eternidad. DeseГі tener un amigo a su lado, o aГєn mejor, a Jonah. Se preguntГі si serГ­a capaz de realizar esta solitaria caminata todos los dГ­as. Se enfadГі con su madre una vez mГЎs. ВїCГіmo era posible que siguiera obligГЎndola a mudarse y a instalarse en lugares horrendos? ВїCuГЎndo terminarГ­a todo aquello?

Un vidrio roto.

El corazГіn de Caitlin se acelerГі aГєn mГЎs en cuanto vio que a su izquierda, al otro lado de la calle, sucedГ­a algo. CaminГі con rapidez y tratГі de mantener la mirada en el suelo, pero cuando se acercГі, escuchГі gritos y unas grotescas risotadas. No pudo evitar percatarse de lo que estaba sucediendo.

Cuatro enormes muchachos, como de dieciocho o diecinueve aГ±os tal vez, sometГ­an a otro chico. Dos de ellos le sujetaban los brazos, mientras uno mГЎs lo golpeaba en el estГіmago y el Гєltimo, en la cara. El chico, de unos diecisiete aГ±os, delgado e indefenso, cayГі al suelo. Dos de los muchachos se acercaron de nuevo y comenzaron a patearle la cara. A pesar de que no querГ­a hacerlo, Caitlin se detuvo y los mirГі. Estaba horrorizada porque nunca habГ­a visto nada igual.

Los otros dos muchachos caminaron alrededor de su vГ­ctima. Levantaron las piernas con botas y se las estamparon de nuevo. Caitlin temiГі que golpearan al chico hasta matarlo.

—¡No! —gritó.

Ellos dejaron caer sus botas y se escuchГі un espantoso crujido. Pero no fue el sonido de un hueso roto, era mГЎs bien como el crujido que hace la madera. El ruido que produce la madera cuando se rompe. Caitlin se percatГі de que pisoteaban un pequeГ±o instrumento musical; mirГі con mГЎs cuidado y alcanzГі a ver que habГ­a trocitos de la viola esparcidos por toda la acera.

Aterrada, se cubriГі la boca con la mano.

—¡¿Jonah?!

Sin siquiera pensarlo, Caitlin cruzГі la calle y se dirigiГі al grupo de jГіvenes; entonces, algunos notaron su presencia. Se miraron, sonrieron con malicia y se codearon entre sГ­.

Caitlin caminГі directamente hacia la vГ­ctima y corroborГі que se trataba de Jonah. TenГ­a el rostro golpeado y ensangrentado, ademГЎs, estaba inconsciente.

La chica mirГі los muchachos; su ira era mГЎs poderosa que su miedo. Se quedГі de pie entre ellos y Jonah.

—¡Déjenlo en paz! —les gritó.

El chico que estaba en medio era musculoso y medГ­a casi dos metros. Como respuesta a Caitlin, se riГі.

—¿Y si no, qué? —preguntó con una grave voz.

De pronto Caitlin se sintiГі abrumada cuando se percatГі de que acababan de empujarla con fuerza por atrГЎs. LevantГі los codos justo cuando golpeГі el concreto, pero eso apenas si amortiguГі su caГ­da. Por el rabillo del ojo vio que su diario salГ­a volando y que las hojas volaban por todos lados.

EscuchГі risas y pasos que se acercaban a ella.

El corazГіn le palpitaba con fuerza, y una descarga de adrenalina se apoderГі de ella. LogrГі rodar y ponerse trabajosamente de pie antes de que llegaran hasta ella. ComenzГі a correr por un callejГіn, a correr por su vida.



Los chicos la seguГ­an muy de cerca.

En aquel tiempo en el que Caitlin creía que existía un buen futuro para ella en algún lugar, se inscribió —en una de las tantas escuelas a las que había asistido— en carrera de pista y descubrió que era buena para ello. De hecho, era la mejor del equipo. No en carrera larga, sino en la de cien metros. Incluso, podía correr más rápido que la mayoría de los varones.

Ahora, de pronto, toda esa experiencia venГ­a de nuevo a ella. Estaba corriendo para salvar su vida y aquellos chicos no podrГ­an alcanzarla.

Caitlin mirГі hacia atrГЎs y vio cuГЎn lejos estaban. Los habГ­a superado en la carrera y se sintiГі optimista. Lo Гєnico que le restaba hacer era dar vuelta en los lugares correctos.

El callejГіn en donde estaba terminaba en una T, por lo que podГ­a ir a la izquierda o a la derecha. Si querГ­a mantenerse al frente, no tendrГ­a tiempo para cambiar su decisiГіn, y necesitaba decidir con rapidez. Sin embargo, no podГ­a ver lo que habГ­a en cada una de las vueltas. A ciegas, girГі a la izquierda.

Oró porque fuera la decisión correcta. “Vamos. ¡Por favor!”

Su corazГіn se detuvo cuando dio la vuelta y se encontrГі con el callejГіn sin salida frente a ella. HabГ­a sido el movimiento equivocado. CorriГі hasta la pared buscando una salida, cualquiera. Al notar que no habГ­a ninguna, girГі para ver de frente a sus atacantes.

Sin aliento, Caitlin los vio dar vuelta en la esquina y aproximarse a ella. MirГі hacia el otro lado y se dio cuenta de que, si hubiera dado vuelta a la derecha, habrГ­a podido escapar y llegar a casa. Por supuesto, todo habГ­a sido cuestiГіn de suerte.

—Muy bien, perra —dijo uno de ellos—. Ahora vas a sufrir.

Al percatarse de que no tendrГ­a por dГіnde escapar, los muchachos se acercaron lentamente a ella resollando, sonriendo y deleitГЎndose con la violencia que se avecinaba.

Caitlin cerrГі los ojos y respirГі hondo. DeseГі que Jonah volviera en sГ­, que apareciera en la esquina, despierto y lleno de energГ­a, listo para salvarla. Pero cuando abriГі los ojos, Г©l no estaba ahГ­.

A los Гєnicos que pudo ver fue a sus atacantes, acercГЎndose.

PensГі en su madre, en cuГЎnto la odiaba, en todos los lugares en los que la habГ­a obligado a vivir. PensГі en su hermano Sam. Se preguntГі cГіmo serГ­a la vida despuГ©s de este dГ­a.

ReparГі en toda su vida, en cГіmo Г©sta la habГ­a tratado, en que nunca nadie la habГ­a entendido, en que todo eso se habГ­a acumulado. Y de pronto, comprendiГі algo. De alguna manera, supo que ya habГ­a tenido suficiente.

“Yo no merezco esto: ¡Yo no lo merezco!”

Y entonces, repentinamente, lo sintiГі.

Fue como una oleada, algo que jamГЎs habГ­a experimentado. Era una ola de ira que la inundaba, que agitaba su sangre. Se centrГі en su estГіmago y, de ahГ­, se esparciГі por todos lados. TenГ­a la impresiГіn de que sus pies estaban enraizados en el piso, como si el concreto y ella fueran uno solo. Una fuerza primitiva la sobrecogГ­a, corrГ­a por sus muГ±ecas y subГ­a por sus brazos hasta los hombros.

Caitlin emitiГі un rugido salvaje que sorprendiГі y asustГі a todos, incluso a ella misma. En el momento en que el primer chico se acercГі y le sujetГі la muГ±eca con fuerza, ella vio cГіmo su mano reaccionГі por sГ­ misma: aprovechГі para tomar, a su vez, la muГ±eca de su atacante, y luego la torciГі hacia atrГЎs en el ГЎngulo correcto. El rostro del chico se contrajo por la conmociГіn, al mismo tiempo que la muГ±eca, y luego el brazo, se le quebraban en dos partes. CayГі de rodillas gritando.

Sorprendidos, los otros tres chicos abrieron bien los ojos.

El mГЎs grande de ellos arremetiГі contra Caitlin.

—Tú, maldi…

Antes de que siquiera pudiera acabar la frase, ella saltГі al aire y le plantГі los dos pies directamente en el pecho. Г‰l saliГі volando unos cinco metros y se estrellГі contra una pila de contenedores de basura metГЎlicos, quedГЎndose inmГіvil.

Los otros dos se miraron conmocionados. Estaban demasiado espantados.

Al sentir aquella fuerza sobrehumana que corrГ­a por su cuerpo, Caitlin dio un paso al frente y se escuchГі a sГ­ misma gruГ±ir cuando sujetГі a los dos chicos, los cuales eran del doble de su tamaГ±o, elevГЎndolos bastante del piso con una sola mano.

Una vez que los tuvo colgando en el aire, los balanceГі hacia atrГЎs y luego hacia el frente, haciГ©ndolos chocar entre ellos con una fuerza increГ­ble. Ambos se desplomaron en el suelo.

Caitlin se quedГі ahГ­ de pie, bufando de cГіlera.

Ninguno de los cuatro chicos se movГ­a.

Pero ella no se sentГ­a aliviada; por el contrario, querГ­a mГЎs chicos con quienes pelear, mГЎs cuerpos para arrojar.

TambiГ©n deseaba algo mГЎs.

De pronto tuvo una visiГіn cristalina y pudo apreciar con lujo de detalle sus cuellos expuestos, distinguГ­a cada milГ­metro. Desde donde estaba, podГ­a observar claramente cГіmo palpitaban esas venas. QuerГ­a morderlos y alimentarse de ellos.

Sin entender lo que le estaba sucediendo, echГі la cabeza hacia atrГЎs y emitiГі un alarido sobrenatural que hizo eco en los edificios extendiГ©ndose por toda la cuadra. Era el primitivo aullido de la victoria y de la ira insatisfecha.

Era el aullido de un animal que deseaba mГЎs.


DOS



Caitlin se encontraba de pie frente a la puerta del nuevo departamento, con los ojos fijos en ella. De pronto, se dio cuenta en dГіnde estaba. No tenГ­a idea de cГіmo habГ­a llegado ahГ­. Lo Гєltimo que recordaba era que habГ­a estado en el callejГіn. De alguna manera habГ­a vuelto por sГ­ sola a casa.

A pesar de todo, podГ­a evocar en su cabeza cada segundo de lo sucedido en el callejГіn. TratГі de borrarlo de su mente pero no lo logrГі. MirГі sus brazos y manos en espera de que lucieran diferentes, pero se veГ­an tan normales como siempre. La ira habГ­a pasado a travГ©s de ella y la habГ­a transformado para despuГ©s abandonarla con rapidez.

Sin embargo, los efectos posteriores continuaban. Para empezar, tenГ­a una gran sensaciГіn de vacГ­o y algo mГЎs, pero no podГ­a entender quГ© era. ImГЎgenes cruzaban por su mente, imГЎgenes de los cuellos de los bravucones al descubierto y de los latidos de sus corazones. TambiГ©n, tenГ­a hambre, ansiedad.

En realidad, Caitlin no deseaba volver a casa. No querГ­a lidiar con su madre, particularmente hoy. No querГ­a enfrentar el nuevo lugar, no querГ­a desempacar. Si no hubiera sido porque Sam estaba ahГ­, habrГ­a dado la vuelta y se habrГ­a marchado. ВїA dГіnde irГ­a? No tenГ­a idea. Pero al menos, podrГ­a ir caminando.

RespirГі hondo, estirГі el brazo y puso la mano en la perilla. O la perilla estaba caliente o su mano estaba helada como el hielo.

Caitlin entrГі al departamento. HabГ­a demasiada luz. Pudo oler la comida que estaba en la estufa, o tal vez, en el horno de microondas. Sam siempre llegaba temprano y se preparaba la cena. Su mamГЎ no llegarГ­a a casa sino hasta varias horas despuГ©s.

—No parece que hayas tenido un buen primer día.

Caitlin volteГі, sorprendida de escuchar la voz de su madre. Estaba sentada en el sofГЎ, fumando un cigarrillo. MirГі a Caitlin de arriba abajo con desdГ©n.

—¿Qué?, ¿ya arruinaste ese suéter?

Caitlin bajГі la mirada y notГі las manchas de lodo. Tal vez eran de cuando cayГі en el pavimento.

—¿Por qué llegaste tan temprano? —preguntó Caitlin.

—También fue mi primer día, ¿sabes? —le contestó con brusquedad—. No eres la única. No hubo mucho trabajo; el jefe me mandó temprano a casa.

Caitlin no soportarГ­a mГЎs el horrendo tono que usaba su madre. No esa noche. Siempre la habГ­a tratado con un aire de superioridad, pero habГ­a llegado a su lГ­mite. DecidiГі que le pagarГ­a con la misma moneda.

—Genial —le respondió rudamente Caitlin—. ¿Eso significa que nos mudaremos de nuevo?

Su madre se puso a la defensiva de inmediato.

—¡Más te vale que cuides lo que dices! —gritó.

Caitlin sabГ­a que su madre solo habГ­a estado esperando un pretexto para gritarle. ImaginГі que lo mejor serГ­a dГЎrselo y acabar con el asunto de una buena vez.

—No debes fumar cuando Sam está cerca —respondió Caitlin fríamente. Luego, se metió a su diminuto cuarto, azotando la puerta y echando el seguro.

Su madre comenzГі a golpear la puerta de inmediato.

—¡Sal de ahí, niña malcriada! ¿Crees que ésa es la forma de hablarle a tu madre? ¿Quién te da de comer, eh?…

Caitlin estaba tan distraГ­da aquella noche que pudo ahogar la voz de su madre. En lugar de escucharla reviviГі en su mente todos los sucesos del dГ­a: las risas de aquellos chicos, el sonido de sus propios latidos en sus oГ­dos, el sonido de sus gruГ±idos.

ВїQuГ© habГ­a sucedido exactamente?, Вїde dГіnde habГ­a salido toda aquella fuerza?, ВїhabrГ­a sido tan solo una descarga de adrenalina? Una parte de ella asГ­ lo deseaba, pero otra estaba segura de que no se trataba de eso. ВїQuГ© era ella?

Su madre continuaba golpeando la puerta, pero Caitlin apenas si la escuchaba. Su celular vibraba como loco sobre el escritorio; se encendía anunciando la llegada de mensajes instantáneos, de texto; correos, chats de Facebook… pero Caitlin no se percataba de ello.

Entonces, se acercó a la minúscula ventana y miró hacia abajo, a la esquina de la Avenida Amsterdam. Surgió un nuevo sonido en su mente. Era la voz de Jonah, acompañado de la imagen de su sonrisa. Se trataba de una voz acariciante, grave y profunda. Recordó lo delicado que era, lo frágil que parecía. Luego, lo vio tirado en la acera, ensangrentado junto a los fragmentos de su preciado instrumento. De nuevo, se apoderó de ella una fresca oleada de ira. Ésta se tornó en preocupación. Le inquietaba que estuviera bien, y se preguntaba si habría logrado escapar y llegar a casa. Lo imaginó llamándola. Caitlin. “Caitlin.”

—¿Caitlin?

Una nueva voz la llamaba desde el otro lado de la puerta. PertenecГ­a a un chico.

DespertГі de su ensoГ±aciГіn, confundida.

—Soy Sam, déjame pasar.

Fue a la puerta y apoyГі la cabeza en ella.

—Ya se fue mamá —le dijo la voz desde el otro lado—. Bajó a comprar cigarros. Vamos, déjame pasar.

Entonces, abriГі la puerta.

Ahí estaba Sam mirándola; la preocupación se reflejaba en su rostro. A pesar de que tenía solo quince años se veía mucho más grande. Había crecido pronto —medía casi un metro ochenta— todavía no había embarnecido. Era larguirucho y desgarbado. Tenía el cabello negro y los ojos de color café, como los de ella. Definitivamente se parecían. Caitlin notó la angustia en su semblante: la amaba más que a nadie.

Lo dejГі pasar y rГЎpidamente cerrГі la puerta detrГЎs de Г©l.

—Lo siento —dijo Caitlin—. Es solo que no puedo lidiar con ella esta noche.

—¿Qué sucedió entre ustedes?

—Lo de siempre. En cuanto entré ya estaba provocándome.

—Creo que tuvo un día difícil —dijo Sam tratando de reconciliarlas como siempre—. Espero que no la vuelvan a despedir.

—¿A quién le importa? Nueva York, Arizona, Texas… ¿A quién le importa qué sigue? Jamás dejaremos de mudarnos.

Sam frunciГі el ceГ±o y se sentГі en la silla del escritorio. Ella se sintiГі mal de inmediato. A veces se le soltaba la boca y hablaba sin pensar. DeseГі poder retractarse.

—¿Cómo te fue en tu primer día? —preguntó Caitlin para cambiar de tema.

Г‰l se encogiГі de hombros.

—Supongo que bien —dijo, mientras balanceaba la silla con un pie. Luego miró a Caitlin—. ¿Y a ti?

Ella tambiГ©n encogiГі los hombros. DebiГі haber dicho algo con su gesto porque Sam no dejГі de mirarla.

—¿Qué sucedió?

—Nada —dijo, un poco a la defensiva. Volteó y caminó hacia la ventana. Sentía cómo Sam la observaba.

—Te ves… diferente.

Ella hizo una pausa, preguntГЎndose si Г©l estarГ­a enterado, si su apariencia exterior mostraba algГєn cambio. TragГі saliva.

—¿A qué te refieres?

Silencio.

—No lo sé —respondió al fin.

Ella continuГі mirando por la ventana, observando sin razГіn a un hombre que estaba afuera de la bodega de la esquina entregando una bolsita de marihuana a un comprador.

—Odio este lugar —dijo Sam.

Caitlin volteГі y lo mirГі de frente.

—Yo también.

—De hecho, estaba pensando en… —Sam bajó la cabeza— en irnos.

—¿A qué te refieres?

Sam se encogiГі de hombros. Caitlin lo mirГі; se veГ­a verdaderamente deprimido.

—¿A dónde? —agregó.

—A buscar a papá, tal vez.

—¿Cómo? Ni siquiera tenemos idea de en dónde pueda estar.

—Podría intentarlo, sé que lo encontraría.

—¿Cómo?

—No lo sé, pero podría intentarlo.

—Sam, pero, bien podría estar muerto.

—¡No digas eso! —gritó enrojecido.

—Lo siento —dijo ella.

Sam se tranquilizГі.

—Acaso, ¿ya pensaste que, incluso si lo encontráramos, tal vez él no querría vernos? Después de todo, decidió irse y nunca ha tratado de comunicarse —prosiguió Caitlin.

—Tal vez mamá no se lo permite.

—O tal vez no le agradamos.

Sam golpeГі el suelo con los dedos de los pies y frunciГі el ceГ±o profundamente.

—Lo busqué en Facebook.

Caitlin abriГі bien los ojos, estupefacta.

—¿Lo encontraste?

—No estoy seguro. Había cuatro personas con el mismo nombre. Dos de ellas no tenían fotografía, y sus perfiles eran privados. Les envié mensaje a las dos.

—¿Y?

Sam negГі con la cabeza.

—No he recibido respuesta.

—Papá no estaría en Facebook.

—No puedes saberlo —contestó, poniéndose a la defensiva de nuevo.

Caitlin suspirГі. CaminГі hacia su cama y se recostГі. MirГі el techo amarillento con la pintura resquebrajada, y se preguntГі cГіmo habrГ­an llegado hasta ese punto. HabГ­an sido felices en algunos pueblos, incluso su madre habГ­a parecido estar contenta entonces. Como cuando salГ­a con aquel tipo. O al menos parecГ­a que era suficientemente feliz para no molestar a Caitlin.

TambiГ©n hubo pueblos en los que ella y Sam habГ­an hecho buenos amigos, pueblos como el anterior. Lugares en donde podrГ­an haberse quedado el tiempo necesario para graduarse por lo menos. Pero de pronto, todo cambiaba con gran rapidez: otra vez a empacar, otra vez a despedirse. ВїAcaso era mucho pedir una infancia normal?

—Podría mudarme de vuelta a Oakville —dijo Sam de repente, interrumpiendo sus pensamientos. Oakville era el pueblo anterior. Era asombroso que Sam siempre supiera exactamente lo que cruzaba por la mente de su hermana—. Podría quedarme con algunos amigos.

Caitlin estaba muy cansada, ya habГ­a tenido suficiente por ese dГ­a. No pensaba con claridad y se sentГ­a frustrada porque lo que estaba entendiendo era que Sam tambiГ©n la abandonarГ­a, que ella ya no le importaba.

—¡Entonces vete! —le gritó sin querer. Fue como si alguien más lo hubiera dicho. Cuando escuchó la rudeza de su voz, se arrepintió de inmediato.

ВїPor quГ© tenГ­a que decir cosas asГ­? ВїPor quГ© no podГ­a controlarse?

Si hubiera estado de mejor humor, si se hubiera encontrado más tranquila y no hubiera sido agredida de tantas maneras al mismo tiempo, no le habría hablado así. O, por lo menos, habría sido más amable. Habría dicho algo como: “Sé que lo que estás tratando de decir es que, sin importar cuán terrible llegara a ser la situación, jamás te irías porque no me dejarías lidiar sola con todo esto.” Pero, en lugar de eso, su humor le había hecho sacar lo peor de sí misma. Actuó con egoísmo, y le gritó.

Se sentГі y vio el dolor en el rostro de Sam. QuerГ­a retractarse y decirle que lo sentГ­a, pero estaba demasiado abrumada. Por alguna razГіn, no pudo ni siquiera abrir la boca.

Sam se levantГі lentamente de la silla, saliГі del cuarto en silencio y cerrГі la puerta tras de sГ­.

“Idiota —pensó Caitlin—. Eres una idiota. ¿Por qué tienes que tratarlo de la misma forma en que te trata mamá?”

Se recostГі y mirГі al techo. Se dio cuenta de que tambiГ©n le habГ­a gritado por otra razГіn: habГ­a cortado sus pensamientos justo en el momento en que estaba pensando en lo peor. Un oscuro presentimiento atravesaba por su mente y Sam la habГ­a interrumpido antes de que tuviera oportunidad de saber de quГ© se trataba.



El ex novio de su mamГЎ. Tres pueblos atrГЎs. Fue la Гєnica vez que habГ­a visto a su madre realmente feliz. Frank. Cincuenta aГ±os. Bajito, fornido, calvo. Tan grueso como un tronco. OlГ­a a lociГіn barata. Ella tenГ­a diecisГ©is aГ±os entonces.

Estaba doblando su ropa en el minГєsculo cuarto de lavado, cuando apareciГі Frank en la puerta. Era un tipo raro que no dejaba de observarla. Frank se agachГі y levantГі unas pantaletas de ella. Caitlin sintiГі que la vergГјenza y la ira le encendГ­an las mejillas. Г‰l las sostuvo en el aire, sonriente.

—Se te cayeron —le dijo, todavía sonriendo. Caitlin se las arrebató.

—¿Qué quieres? —le gritó.

—¿Qué forma es esa de hablarle a tu nuevo padrastro?

Dio un paso hacia ella.

—Tú no eres mi padrastro.

—Pero lo voy a ser… muy pronto.

TratГі de continuar doblando la ropa, pero Г©l avanzГі mГЎs. Estaba demasiado cerca. El corazГіn de Caitlin comenzГі a palpitar con fuerza.

—Creo que llegó el momento de conocernos un poco mejor —le dijo mientras se quitaba el cinturón—. ¿No crees?

Se sintiГі aterrada. TratГі de pasar por el angosto hueco que habГ­a junto a Г©l y llegar a la puerta del cuartito, pero cuando lo intentГі, Г©l se lo impidiГі. La sujetГі con violencia y la empujГі contra la pared.

Y entonces, sucediГі.

La rabia la invadiГі, fue algo que jamГЎs habГ­a experimentado. SintiГі que su cuerpo se calentaba, que ardГ­a de los pies a la cabeza. Cuando Г©l se le acercГі, Caitlin saltГі y lo pateГі directamente en el pecho con ambas piernas. A pesar de ser de un tercio del tamaГ±o de Frank, lo hizo volar de espaldas hacia la puerta. La madera se desprendiГі de las bisagras y el hombre siguiГі volando hasta que aterrizГі a tres metros de distancia en la otra habitaciГіn. Fue como si un caГ±Гіn lo hubiera disparado dentro de la casa.

Caitlin se quedГі de pie, temblando. Nunca habГ­a sido una persona violenta, ni siquiera habГ­a golpeado a alguien. AdemГЎs, no era ni corpulenta ni fuerte. ВїCГіmo supo que tenГ­a que patearlo asГ­? ВїDe dГіnde habГ­a sacado la fuerza para hacerlo? JamГЎs habГ­a visto a nadie salir volando o quebrar una puerta de esa manera, mucho menos a un hombre adulto. ВїDe dГіnde provenГ­a ese poder? CaminГі y se detuvo junto a Г©l.

Estaba noqueado en el suelo, bocarriba. Se preguntГі si lo habrГ­a matado, pero en ese momento todavГ­a la controlaba la ira, y no le importaba. Se hallaba mГЎs preocupada por sГ­ misma; le intrigaba quiГ©n o quГ© era en realidad.

Nunca volviГі a ver a Frank. Al dГ­a siguiente, Г©l terminГі la relaciГіn que tenГ­a con su madre y jamГЎs regresГі. Su madre sospechaba que algo habГ­a sucedido entre ellos, pero nunca hablГі al respecto. A pesar de ello, culpaba a Caitlin del rompimiento y de arruinar el Гєnico tiempo de felicidad en su vida. Desde entonces, no habГ­a dejado de culparla.



Caitlin mirГі el techo descarapelado una vez mГЎs y su corazГіn latiГі con vigor de nuevo. Se acordГі de la furia que habГ­a sentido y se preguntГі si aquellos dos episodios tendrГ­an alguna conexiГіn. Siempre asumiГі que lo de Frank habГ­a sido un loco incidente aislado, una rara manifestaciГіn de fuerza. Pero ahora, se preguntaba si no se tratarГ­a de algo mГЎs. ВїAcaso habГ­a algГєn tipo de poder en ella? ВїSerГ­a un fenГіmeno? ВїQuiГ©n era?


TRES



Caitlin corriГі. Los bravucones estaban de vuelta y la perseguГ­an por el callejГіn. No tenГ­a salida; estaba frente a un muro inmenso pero continuГі avanzando, directo hacia Г©l. Conforme corrГ­a, incrementaba la velocidad hasta un punto imposible, y pudo ver cГіmo pasaban los edificios a un lado como manchas. SintiГі cГіmo el viento se deslizaba por entre su cabello.

Cuando estuvo mГЎs cerca, saltГі, y, con un solo impulso, llegГі hasta la cima del muro, a diez metros de altura. Con otro salto volГі en el aire de nuevo, diez metros, seis, y aterrizГі sobre el concreto sin perder el paso; seguГ­a corriendo, corriendo. Se sentГ­a poderosa, invencible. La velocidad se incrementГі aГєn mГЎs y sintiГі que podГ­a volar.

MirГі hacia abajo y vio frente a sus ojos cГіmo el concreto se tornaba en cГ©sped, un largo, verde y bamboleante cГ©sped. CorriГі por la pradera. El sol brillaba y ella lo reconociГі como el hogar de su infancia.

A la distancia detectГі a su padre en el horizonte. SintiГі que al correr se acercaba cada vez mГЎs a Г©l. Pudo enfocarlo. AhГ­ estaba con una enorme sonrisa y los brazos abiertos.

Le dolГ­a verlo de nuevo. CorriГі cuanto pudo, pero Г©l se alejaba a medida que ella se acercaba. De pronto, estaba cayendo.

Una inmensa puerta medieval se abriГі y, al atravesarla, entrГі a una iglesia. CaminГі por un oscuro pasillo que tenГ­a antorchas encendidas a los lados. Frente al pГєlpito habГ­a un hombre arrodillado que le daba la espalda. Mientras se aproximaba, el hombre se puso de pie y volteГі. Era un sacerdote. La mirГі y su rostro se llenГі de miedo. Ella sintiГі cГіmo corrГ­a la sangre por sus venas y se vio a sГ­ misma acercГЎndosele, incapaz de detenerse. Temeroso, Г©l levantГі una cruz y se la puso enfrente.

Ella se abalanzГі sobre Г©l; sintiГі que sus colmillos crecГ­an y crecГ­an, y luego vio cГіmo se los clavaba en el cuello al sacerdote. Г‰l aullГі de dolor pero a ella no le importГі. SintiГі cГіmo penetraba la sangre por sus colmillos y luego corrГ­a por sus venas. Era la mejor experiencia que habГ­a tenido en la vida.




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