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Atropos
Federico Betti
A todas las personas que no pueden esperar a leer estas historias.
El hombre descendiГѓВі del autobГѓВєs 19 en la plaza Bracci, en San Lazzaro di Savena, llegГѓВі hasta el quiosco, comprГѓВі un ejemplar de Il Resto del Carlno y comenzГѓВі a hojear las pГѓВЎginas.
Se sentГѓВі en uno de los bancos que habГѓВa en los laterales de la plaza para leer el periГѓВіdico y no encontrГѓВі ninguna noticia interesante: las primeras pГѓВЎginas estaban se ocupaban de los sucesos mientras que en el interior estaban aquellas dedicadas a la economГѓВa, ademГѓВЎs de las pГѓВЎginas locales con noticias relativas a la comarca boloГѓВ±esa, a la ciudad y a toda la provincia.
EchГѓВі una ojeada incluso a los anuncios publicitarios sin encontrar ninguno interesante.
DoblГѓВі el periГѓВіdico y, mientras lo mantenГѓВa debajo del brazo, se dirigiГѓВі, desplazГѓВЎndose por la vГѓВa Emilia, en direcciГѓВіn a ГѓВЌmola.
LlegГѓВі a la entrada del banco en el cruce con la vГѓВa Jussi, unos cientos de metros mГѓВЎs adelante, empujГѓВі la pesada puerta principal de metal, despuГѓВ©s la segunda, y entrГѓВі.
A aquella hora de la maГѓВ±ana habГѓВa muy pocos clientes y a los pocos minutos de llegar consiguiГѓВі presentarse en la primera ventanilla que quedГѓВі libre de las tres que estaban abiertas en ese momento.
ГўВЂВњBuenos dГѓВasГўВЂВќ, lo saludГѓВі la empleada, “¿en quГѓВ© puedo ayudarle?ГўВЂВќ
ГўВЂВњQuerrГѓВa hablar con el director, si no estГѓВЎ ocupado.ГўВЂВќ
“Como desee. ¿Tiene algún problema?” preguntó la mujer de la que emanaba un perfume afrutado tan fuerte que resultaba nauseabundo.
ГўВЂВњNo, no se preocupe. Pensaba solamente en la mejor manera de invertir y querrГѓВa hablar con ГѓВ©l, o con ella en el caso de que sea una mujer, para poder tomar una decisiГѓВіn.ГўВЂВќ
ГўВЂВњPara estas cosas tiene a su disposiciГѓВіn nuestros asesores financieros. Creo que usted podrГѓВa hablar tranquilamente con uno de ellos: son todas personas muy capaces. A menos que usted desee expresamente intercambiar unas palabras con el director o tenga motivos muy particulares para hacerloГўВЂВќ explicГѓВі la mujer.
“Quiero hablar expresamente con el director.”
1
Aquel dГѓВa, Davide Pagliarini volvГѓВa del gimnasio donde pasaba una o dos horas todas las tardes de la semana, excluido el fin de semana.
VivГѓВa solo, en un edificio de apartamentos de vГѓВa Venecia en San Lazzaro de Savena.
HabГѓВa tomado aquella decisiГѓВіn despuГѓВ©s de un aГѓВ±o de noviazgo y de convivencia con su compaГѓВ±era. De comГѓВєn acuerdo habГѓВan dicho basta, no habrГѓВan podido vivir juntos para siempre porque, contrariamente a lo que habГѓВan pensado al comienzo, parecГѓВa que no estaban hechos el uno para el otro.
Ritmos de vida y puntos de vista demasiado diferentes con respecto a como se desenvolvГѓВa la jornada y el uso de los recursos monetarios.
Finalmente habГѓВan acertado al separarse y que cada uno recorriese su propio camino.
LlegГѓВі delante del portalГѓВіn del edificio, subiГѓВі las escaleras y entrГѓВі en casa.
Su apartamento estaba en el primer piso de un edificio no demasiado alto e inmerso en medio del verdor de un jardГѓВn privado con plantas y ГѓВЎrboles de distintas especies y un seto que delimitaba la propiedad.
TenГѓВa al menos tres ventajas: la sombra que producГѓВan los ГѓВЎrboles, que significaba un refugio a las altas temperaturas del verano, un toque de seГѓВ±orГѓВo al edificio y el hecho de que difГѓВcilmente una construcciГѓВіn con jardГѓВn en su interior atraГѓВa a los encargados de la distribuciГѓВіn de publicidad.
Apoyada en el suelo estaba la bolsa de deportes que usaba en el gimnasio y que contenГѓВa, por lo general, una muda de ropa y todo lo necesario para la ducha, la abriГѓВі, y la preparГѓВі para el dГѓВa siguiente, despuГѓВ©s decidiГѓВі leer un poco.
Le gustaban las novelas de aventuras de autores como Clive Cussler, aunque hasta hacГѓВa unos meses habГѓВa incluso leГѓВdo thriller y, en general, historias repletas de suspense pero, despuГѓВ©s del accidente de trГѓВЎfico en el que se habГѓВa visto envuelto, habГѓВa decidido que estas las dejarГѓВa apartadas de manera indefinida.
HabГѓВa sido culpa suya, esto era innegable, y no podГѓВa perdonГѓВЎrselo: aquel acontecimiento, seguramente, habГѓВa dejado una impronta en su cerebro.
Intentaba por todos los medios no pensar en ello, y a menudo lo conseguГѓВa pero, cuando menos se lo esperaba, volvГѓВa a atenazarlo aquel recuerdo.
Si tan sГѓВіlo no hubiese tomado aquella pastillaГўВЂВ¦
Le habГѓВa atraГѓВdo la novedad. Le habГѓВan dicho ГўВЂВњVerГѓВЎs cГѓВіmo te sentirГѓВЎs. Te harГѓВЎ llegar hasta las estrellas. PruГѓВ©bala: te la puedo dejar con descuento.ГўВЂВќ
AsГѓВ que la habГѓВa probado, diciГѓВ©ndose, sin embargo, que no lo volverГѓВa a hacer jamГѓВЎs. Era sГѓВіlo por curiosidad, por comprender quГѓВ© se sentГѓВa con aquellas cosas.
ReciГѓВ©n salido de la discoteca, donde iba de vez en cuando para pasar un sГѓВЎbado distinto del habitual y con la esperanza de encontrar quizГѓВЎs personas nuevas, que habrГѓВan podido convertirse en amigos, o incluso una posible alma gemela, si bien sabГѓВa que serГѓВa necesario demasiado tiempo para instaurar una relaciГѓВіn de ese tipo, habГѓВa montado en su coche y se habГѓВa preparado para regresar a casa.
Desde de la ingesta de aquella pastilla efervescente (bebe algo, le habГѓВan aconsejado) habГѓВa transcurrido al menos una hora y, cuando Davide estaba sobre la carretera de circunvalaciГѓВіn de Bolonia en direcciГѓВіn hacia casa, comenzГѓВі a entusiasmarse, a sentirse eufГѓВіrico. PisГѓВі a fondo el pedal del acelerador porque sentГѓВa la necesidad de descargar todo el entusiasmo de alguna manera y el resultado fue el esperado, pero no habГѓВa considerado la posibilidad de imprevistos debido a una excesiva velocidad.
Se dio cuenta demasiado tarde del muchachito que estaba atravesando la carretera, sobre el paso de cebra, y le dio de pleno sobre el costado izquierdo tirГѓВЎndolo al suelo y llevГѓВЎndoselo por delante durante un centenar de metros.
No se habГѓВa dado cuenta que estaban presentes sus padres y habГѓВa huido sin pararse, con el cuerpo a tope de adrenalina.
Cada vez que recordaba aquel episodio, Davide Pagliarini cerraba los ojos con la esperanza de expulsar aquellos recuerdos insoportables y a menudo lo conseguГѓВa, pero no siempre.
Cuando se dio cuenta que era casi la hora de la cena, cerrГѓВі la novela que estaba leyendo en ese momento, volviГѓВ©ndola a poner sobre la mesita del salГѓВіn, y se preparГѓВі un plato de pasta.
La noche transcurriГѓВі tranquilamente y antes de la medianoche estaba ya durmiendo.
2
Mientras se despertaba por la maГѓВ±ana temprano para conseguir desayunar con un poco de calma antes de ir al trabajo, Stefano Zamagni no pensaba que aquella jornada iba a ser tan insoportable. Primero se duchГѓВі, despuГѓВ©s se preparГѓВі una taza de cafГѓВ©, que acompaГѓВ±ГѓВі con algunas rebanadas de pan tostado, despuГѓВ©s saliГѓВі.
LlegГѓВі a la Central de PolicГѓВa a las 8:30, despuГѓВ©s de media hora de carretera en medio del trГѓВЎfico de vГѓВa Emilia en el tramo que conecta San Lazzaro de Savena, donde vivГѓВa, con Bolonia.
Odiaba las aglomeraciones en la carretera, sobre todo si son producidas por una masa de personas con prisas por llegar al trabajo.
¿Por qué no salen un poco antes?, se preguntaba de vez en cuando, pero sin encontrar nunca una respuesta lógica.
LlegГѓВі a la oficina, sobre su escritorio lo esperaban algunos mensajes, algunos de ellos escritos por ГѓВ©l la tarde anterior, como recordatorio.
Los leyГѓВі rГѓВЎpidamente, a continuaciГѓВіn los tirГѓВі a la papelera.
“¿QuГѓВ© tal, inspector?ГўВЂВќ, le preguntГѓВі un agente que pasaba por allГѓВ.
“Bien, gracias”, respondió cordialmente. “¿Y usted? ¿Va todo bien?”
ГўВЂВњSГѓВ, gracias.ГўВЂВќ
“Perfecto. Le deseo una buena jornada, y esperemos que sea tranquila hasta la tarde.”
“Esperemos”, dijo el agente, marchándose.
Unos cuantos minutos despuГѓВ©s el capitГѓВЎn de la SecciГѓВіn de Homicidios se presentГѓВі en la oficina de Zamagni y, por la cara que traГѓВa, no era una visita de cortesГѓВa
ГўВЂВњBuenos dГѓВas Zamagni, le necesitoГўВЂВќ, dijo sin mГѓВЎs preГѓВЎmbulos.
“¿Me debo preparar para lo peor?”, preguntó el inspector.
“Espero que no sea nada complicado, pero lo que sé es que será desagradable. Hemos recibido una llamada de una persona que dice que ha llegado a casa de su hija y que la ha encontrado sin vida.”
ГўВЂВњHubiera preferido comenzar el dГѓВa de otra manera.ГўВЂВќ, dijo Zamagni, “¿Se sabe algo mГѓВЎs? Quiero decir, con respecto a esta persona que ha llamado.ГўВЂВќ
ГўВЂВњLa seГѓВ±ora ha dicho que habГѓВa llegado a casa de su hija y que ГѓВ©sta no abrГѓВa la puerta a pesar de que habГѓВa tocado unas cuantas veces al timbre, asГѓВ que la seГѓВ±ora, que parece ser que tiene las llaves del piso, volviГѓВі a su casa, cogiГѓВі las llaves y, cuando ha abierto la puerta, la ha encontrada tirada en el suelo de la sala de estar.ГўВЂВќ
ГўВЂВњComprendo.ГўВЂВќ, dijo Zamagni y, despuГѓВ©s de una pequeГѓВ±a pausa, aГѓВ±adiГѓВі: “¿Por quГѓВ© deberГѓВa ser un homicidio? ¿No puede haber muerto por causas naturales? ¿Por un accidente?ГўВЂВќ
“No lo sé,” respondió el capitán. “Creo que lo mejor será ir hasta el lugar e intentar comprender algo sobre lo que ha ocurrido… La señora que ha telefoneado está esperando nuestra llegada y le he dicho que debe permanecer a disposición para cualquier cosa que necesitemos.”
“De acuerdo,” asintió Zamagni, “Ahora mismo voy a ver.”
La muchacha estaba todavГѓВa en la posiciГѓВіn en que la habГѓВa encontrado la madre, tirada por el suelo.
ГўВЂВњNo he tocado nada, se lo puedo asegurar,ГўВЂВќ dijo la seГѓВ±ora despuГѓВ©s de que le mostrasen la placa de la policГѓВa, como para disculparse por cualquier cosa que hubiera podido hacer.
“Lo ha hecho muy bien,” le respondió Zamagni. “¿Me puede decir su nombre?”
ГўВЂВњChiara. Chiara Balzani,ГўВЂВќ se presentГѓВі. ГўВЂВњElla es mi hijaГўВЂВќ aГѓВ±adiГѓВі volviГѓВ©ndose hacia el cuerpo de la muchacha, como si estuviese todavГѓВa viva.
ГўВЂВњEntiendo. ¿Me podrГѓВa decir tambiГѓВ©n el nombre de su hija, si es tan amable?ГўВЂВќ
ГўВЂВњOh,ГўВЂВ¦ claro, me debe perdonar. Estoy todavГѓВa conmocionada por todo lo que ha sucedido. Se llamaГўВЂВ¦ se llamabaГўВЂВ¦. Lucia Mistroni.ГўВЂВќ
ГўВЂВњMuchas gracias.ГўВЂВќ, dijo Zamagni, a continuaciГѓВіn aГѓВ±adiГѓВі: “¿Puedo saber el motivo por el cual no ha dudado en llamar a la policГѓВa? Me explico, la muerte podrГѓВa haber sido debido a un infarto o alguna otra causa natural, ¿no?ГўВЂВќ. Y volviГѓВ©ndose al agente Marco Finocchi que lo acompaГѓВ±aba: ГўВЂВњSeГѓВ±alicemos cada cosa.ГўВЂВќ El agente asintiГѓВі.
“Su pregunta es perfectamente normal, parece ser que mi hija, desde hacia un tiempo, estuviese recibiendo llamadas amenazantes. Por esto he pensado enseguida en una muerte no natural, y entonces les he llamado.”
“¿Llamadas amenazantes? ¿Se sabe de quién eran estas llamadas?”
ГўВЂВњNo, aunque siempre he tenido la duda, o la convicciГѓВіn, si lo prefiere, e incluso era lo mismo que pensaba mi hija, que quien la llamaba era su ex novio.ГўВЂВќ, explicГѓВі la mujer. ГўВЂВњSu relaciГѓВіn habГѓВa terminado de manera bastante desagradable, se habГѓВan peleado. En los ГѓВєltimos momentos de su noviazgo se peleaban a menudo.ГўВЂВќ
ГўВЂВњEntiendo.ГўВЂВќ, sintiГѓВі Zamagni, ГўВЂВњNecesito saber todo sobre su hija. Su edad, en quГѓВ© trabajaba, sus aficiones, las direcciones y nombres de sus amigos. ¿Y su ex novio? ¿Me sabrГѓВa decir su nombre? Cualquier informaciГѓВіn que usted sepa sobre ГѓВ©l. YГўВЂВ¦ otra cosa: ¿actualmente su hija estaba casada? ¿Estaba prometida? ¿Estaba soltera? Entienda, no podemos dejar de lado ninguna pista.ГўВЂВќ
“Por lo que se, Lucia no estaba con nadie.”
El inspector hizo una pequeГѓВ±a pausa para mirar alrededor.
El piso, en la primera planta de un edificio de nueva construcciГѓВіn en la periferia de Bolonia, tenГѓВa un aspecto seГѓВ±orial, moderno, con un mobiliario demasiado minimalista y combinado con buen gusto. En las ventanas no habГѓВa cortinas y, durante el dГѓВa, la luz del sol iluminaba perfectamente cada rincГѓВіn.
“¿El piso era propiedad de su hija?”, preguntó el agente Finocchi.
ГўВЂВњSГѓВ, claro.ГўВЂВќ A la seГѓВ±ora Balzani parecГѓВa que esta pregunta le resultaba superflua.
El piso habГѓВa sido pagado completamente por la hija, habГѓВa explicado la madre.
Y tambiГѓВ©n habГѓВa explicado que Lucia Mistroni cumplГѓВa una funciГѓВіn muy importante en la empresa donde trabajaba, aunque la hija nunca habГѓВa especificado bien en quГѓВ© consistГѓВa su trabajo.
“¿Y bien? ¿Nos puede decir el nombre del ex novio de su hija?”, preguntó Zamagni.
ГўВЂВњSГѓВ, excusadme.ГўВЂВќ, dijo la seГѓВ±ora Balzani. ГўВЂВњLa persona que buscГѓВЎis se llama Paolo Carnevali. Si no se ha mudado vivГѓВa en vГѓВa Cracovia, al lado del Parque de los Cedros, en el nГѓВєmeroГўВЂВ¦ 10, creoГўВЂВќ.
ГўВЂВњPerfecto. Por ahora nada mГѓВЎs seГѓВ±ora, muchas gracias. Recuerde que en el caso de que pueda darnos mГѓВЎs informaciГѓВіn esta podrГѓВa ser ГѓВєtil para la investigaciГѓВіn. Y otra cosa: la PolicГѓВa CientГѓВfica deberГѓВЎ comprobar cada centГѓВmetro de este piso, con la esperanza de que esto pueda servir para encontrar al culpable de este crimen, por lo que en los prГѓВіximos dГѓВas le serГѓВЎ totalmente imposible entrar aquГѓВ. Enseguida pondremos los precintos.ГўВЂВќ
La seГѓВ±ora asintiГѓВі, comprensiva.
“Haré todo lo posible por encontrar al asesino.”
Se fueron y, ya de nuevo en la calle, el inspector Zamagni y el agente Finocchi volvieron a las oficinas de la Central.
3
No era gran cosa, pero quizГѓВЎs habГѓВan encontrado una pista que seguir, en espera de los resultados de los anГѓВЎlisis del piso de Lucia Mistroni.
Sobre la hora de la comida, el inspector Zamagni, acompaГѓВ±ado por Marco Finocchi, se presentГѓВі en el portal nГѓВєmero 10 de vГѓВa Cracovia, para hablar con Paolo Carnevali.
Tocaron el timbre sin que respondiesen, esperaron algunos minutos y no consiguieron entrar en el edificio hasta que llegГѓВі una seГѓВ±ora anciana que volvГѓВa de dar un paseo con el perro.
“¿Podemos entrar, señora?”, preguntó Zamagni.
“No se permiten los vendedores ambulantes, lo siento. Asàque, si sois de esos, podéis ahorraros el esfuerzo e ir a otro sitio.”
“Estamos buscando al señor Carnevali. ¿Lo conoce?”
“¿QuiГѓВ©n lo busca?ГўВЂВќ, querГѓВa saber la seГѓВ±ora, probablemente reacia a relacionarse con los desconocidos.
“Necesitamos hablar con él. No es nuestra intención molestarle ni hacerle daño,” explicó el inspector mostrando su identificación.
“¡Madre de Dios…!”, fue la reacción de la anciana. “¿Qué desaguisado ha hecho el muchacho? Parece una buena persona.”
“No se preocupe,” la tranquilizó el agente Finocchi, “sólo queremos hablar con él.”
“De todas formas creo que a esta hora está trabajando”, explicó la señora.
“¿CuГѓВЎndo lo podrГѓВamos encontrar? ¿Sabe a quГѓВ© hora volverГѓВЎ?ГўВЂВќ
ГўВЂВњA no ser que tenga algГѓВєn compromiso personal despuГѓВ©s del trabajo, por lo general me lo encuentro entre las 18 y las 18:15 todos los dГѓВas de la semana. Salgo con Toby para el paseo de la tarde y, cuando vuelvo, ГѓВ©l estГѓВЎ aparcando o subiendo las escaleras.ГўВЂВќ
“¿SabrГѓВa decirme quГѓВ© automГѓВіvil tiene el seГѓВ±or Carnevali?ГўВЂВќ
No entendГѓВa de esas cosas, explicГѓВі la seГѓВ±ora, porque no era una experta en automГѓВіviles. Los ГѓВєnicos medios de transporte que conocГѓВa bien eran los autobuses, que los usaba para ir desde casa hasta el centro de la ciudad el domingo despuГѓВ©s de comer.
“Se lo agradezco igualmente, señora,” dijo Zamagni, “Volveremos por aquàesta tarde.”
Los dos se despidieron de la seГѓВ±ora y de Toby, que no la habrГѓВa seguido a no ser que cualquiera de los dos lo hubiese acariciado, y regresaron al auto en que habГѓВan llegado.
No tenГѓВa ningГѓВєn sentido esperar tantas horas la llegada de Paolo Carnevali, asГѓВ que decidieron que irГѓВan a la ComisarГѓВa de PolicГѓВa y Zamagni aprovecharГѓВa para escuchar las posibles novedades de la CientГѓВfica y del patГѓВіlogo al que se le habГѓВa encargado la autopsia.
Sus padres estaban realmente felices con ГѓВ©l, lo veГѓВan contento, y se mostraban orgullosos incluso con los parientes y los amigos de la familia.
AdemГѓВЎs de ir al colegio, hace algo ГѓВєtil y remunerativo, aunque fuese poco lo que podГѓВa reunir.
No era mucho, pero para un chaval que estudia siempre es mejor que nada.
Era asГѓВ como hablaban sobre el trabajillo que habГѓВa encontrado su hijo.
No es el ГѓВєnico, de esta forma ha conocido otros chavales de su edad con quienes, a veces, sale a pasear, se encuentran en los jardines Margherita o en la Plaza Mayor el sГѓВЎbado despuГѓВ©s de comer, se divierten, y a veces se va a cenar fuera con ellos.
Con el poco dinero que gana se lo puede permitir sin que nosotros le demos ni un euro.
Era un trabajo fГѓВЎcil, se trataba sГѓВіlo de repartir publicidad. ¿QuiГѓВ©n no sabrГѓВa hacer un trabajo semejante? SГѓВіlo hacГѓВa falta distribuir los panfletos publicitarios por todas partes. En los edificios, en los lugares pГѓВєblicos o en la calle, y nada mГѓВЎs. No le pedГѓВan nada mГѓВЎs, ninguna obligaciГѓВіn.
FГѓВЎcil, tan fГѓВЎcil como beber un vaso de agua.
Y era aquello lo que hacГѓВa cada dГѓВa despuГѓВ©s de comer, una hora o al mГѓВЎximo dos al dГѓВa, sГѓВіlo en los dГѓВas entre semana, despuГѓВ©s de haber ido a la escuela y haber terminado los deberes. El fin de semana reposaba, se divertГѓВa y gastarГѓВa una parte mГѓВnima del dinero ganado: como muchacho diligente que era, habГѓВa llegado a un acuerdo con sus padres para que se quedasen la mitad; ahora que tenГѓВa la posibilidad, querГѓВa contribuir en lo que podГѓВa con los gastos de la casa.
Continuaba de esta manera con su trabajo, con la tГѓВpica frivolidad de su edad, sin preguntarse ni siquiera quГѓВ© clase de publicidad era.
4
La tarde del mismo dГѓВa, a las 18:30, el inspector Zamagni y el agente Finocchi volvieron a vГѓВa Cracovia para hablar con Paolo Carnevali.
Tocaron el timbre y despuГѓВ©s de algunos minutos entraron en su apartamento.
“Me han avisado hace un rato de vuestra llegada,” explicó el hombre. “Os estaba esperando. Poneos cómodos en la sala.”
Se sentaron a una mesa rectangular de medianas dimensiones y, despuГѓВ©s de las presentaciones, Zamagni comenzГѓВі a hablar.
“Nos debe perdonar por la hora. No sé si está habituado a cenar pronto, de todas formas no tardaremos mucho.”
ГўВЂВњNo se deben preocupar,ГўВЂВќ respondiГѓВі Carnevali. ГўВЂВњAnte todo me gustarГѓВa saber el motivo de vuestra visita.ГўВЂВќ
ГўВЂВњQuerrГѓВamos que nos hablase de Lucia Mistroni.ГўВЂВќ
“¿Qué ha hecho? ¿Le ha sucedido algo?”
ParecГѓВa que no supiese nada de lo que le habГѓВa ocurrido a su ex novia o, si lo sabГѓВa, lo escondГѓВa muy bien.
“Esta mañana su madre la ha encontrado muerta en su piso.”
Paolo Carnevali cerrГѓВі los ojos durante un momento, a continuaciГѓВіn los abriГѓВі y dijo: ГўВЂВњLo siento muchГѓВsimo. ¿CГѓВіmo ha sucedido? ¿HabГѓВ©is ya descubierto algo? Imagino que, si estГѓВЎis aquГѓВ, es demasiado pronto para saber el nombre del culpable.’”
ГўВЂВњTodavГѓВa estamos trabajando en ello,ГўВЂВќ explicГѓВі Zamagni, ГўВЂВњPor el momento sabemos que la madre fue a casa de la hija y, no recibiendo ninguna respuesta, volviГѓВі a su casa a coger su copia de las llaves. Cuando ha abierto la puerta del piso Lucia Mistroni estaba tendida en el suelo.ГўВЂВќ
A menos, por el momento, no dijo nada sobre las llamadas amenazantes.
ГўВЂВњEspero que podГѓВЎis encontrar pronto al culpable. ¿Por quГѓВ© habГѓВ©is venido a hablar conmigo? No veГѓВa a Lucia desde que nos habГѓВamos separado, algunos meses atrГѓВЎs.ГўВЂВќ
“Debemos seguir todas las pistas y la del ex novio es una de ellas.”
ГўВЂВњComo os he dicho, yo no sГѓВ© nada. No veГѓВa a LucГѓВa desde hace meses.ГўВЂВќ
“Sabemos que en los últimos tiempos os peleabais a menudo,” dijo el inspector.
“¿Os lo ha dicho la madre?”
ГўВЂВњSГѓВ.ГўВЂВќ
ГўВЂВњEntiendo. Muy bien, en el ГѓВєltimo perГѓВodo de nuestro noviazgo peleГѓВЎbamos, pero esto no significa que yo sea culpable.ГўВЂВќ
“No queremos decir esto. Como le he dicho, debemos seguir cada pista que nos pueda llevar al responsable de todo lo que ha ocurrido. ¿Por qué os peleabais?”
Hubo una pequeГѓВ±a pausa, durante la cual Paolo meditГѓВі antes de responder: ГўВЂВњPodrГѓВamos decir que cualquier pretexto era bueno para comenzar una acalorada discusiГѓВіn entre nosotros. La relaciГѓВіn, por alguna razГѓВіn, habГѓВa tomado este camino en los ГѓВєltimos meses. PeleГѓВЎbamos incluso por las cosas mГѓВЎs tontas.ГўВЂВќ
El agente Finocchi estaba tomando apuntes, anotando la mГѓВЎs mГѓВnima cosa.
ГўВЂВњComprendo,ГўВЂВќ dijo el inspector. ГўВЂВњParece ser que la seГѓВ±orita Mistroni, desde hacГѓВa un tiempo, recibГѓВa llamadas telefГѓВіnicas amenazantes. ¿Tiene idea de quiГѓВ©n pudiese hacerlas? Que usted sepa, ¿conoce a alguien capaz de llegar tan lejos? Alguien que conociese a Lucia y con el que hubiese ocurrido algo particularmente desagradable.ГўВЂВќ
“No puedo ayudarles, lo siento.”
Al parecer, del seГѓВ±or Carnevali no iban a obtener nada, al menos por el momento.
ГўВЂВњMuy bien. En el caso de que recordase alguna cosa con respecto a la seГѓВ±orita Mistroni, llГѓВЎmenos y pregunte por mГѓВ.ГўВЂВќ
El hombre asintiГѓВі.
“Ah, una última cosa,” dijo el inspector Zamagni despidiéndose antes de descender las escaleras, “Permanezca disponible.”
5
“¿Puedo pagar con la tarjeta de crédito?”, preguntó la mujer.
“Por supuesto,” le contestó la empleada del gimnasio.
“Perfecto. ¿Qué documento debo rellenar para inscribirme?”
“Aquàlo tiene. Rellene todos las secciones y, si tiene alguna duda, no dude en preguntar,” le recomendó la rubia que estaba detrás del mostrador. “Escriba en letras mayúsculas.”
La otra mujer asintiГѓВі y cogiГѓВі el bolГѓВgrafo que encontrГѓВі atado a un cordoncillo.
“¿Mariolina Spaggesi? ¿Es correcto?” peguntó la empleada.
ГўВЂВњSГѓВ.ГўВЂВќ
“¿Y vive en vГѓВa San Vitale nГѓВєmero 12, verdad?ГўВЂВќ
“Exacto.”
ГўВЂВњBien. Yo dirГѓВa que todo es perfectamente legible.ГўВЂВќ
A continuaciГѓВіn le dio un folio en el que estaba especificado el reglamento del gimnasio.
Mariolina Spaggesi lo plegГѓВі, lo metiГѓВі en el bolso y, saliendo, se despidiГѓВі de la otra mujer, para despuГѓВ©s tomar el camino hacia su casa.
No veГѓВa la hora de comenzar: desde hacГѓВa tiempo se habГѓВa prometido a si misma asistir a un gimnasio, por libre, sin obligaciones de horarios, y finalmente aquel dГѓВa habГѓВa tomado la decisiГѓВіn de pararse.
Pasaba delante de ГѓВ©l casi todos los dГѓВas porque estaba en el trayecto que unГѓВa su casa con su puesto de trabajo y a menudo preferГѓВa dar un paseo antes que utilizar los medios de transporte pГѓВєblicos. Los consideraba focos de virus gripales y, en el fondo, caminar, como le habГѓВan dicho, era beneficioso para la salud.
Aquella tarde llegГѓВі a casa y, despuГѓВ©s de haber cogido el correo y haber tomado una cena rГѓВЎpida con una pizza entregada a domicilio, se fue a dormir a las 21 horas: estaba cansadГѓВsima, debido a la pesada jornada laboral, y se quedГѓВі dormida al instante.
Fue a la maГѓВ±ana siguiente, durante el desayuno, cuando comprobГѓВі el correo que la noche anterior tan sГѓВіlo habГѓВa dejado encima de la mesita de la sala de estar.
Algunos folletos publicitarios, una postal enviada por una amiga que estaba de vacaciones en el norte de Europa y un sobre blanco donde estaba escrito X MARIOLINA SPAGGESI y la direcciГѓВіn, escrito todo en letras mayГѓВєsculas.
No sabГѓВa quiГѓВ©n era el remitente, porque evidentemente no habГѓВa querido que se supiese o porque, quizГѓВЎs, se daba a conocer en el interior del sobre mismo, o por cualquier otro motivo que Mariolina ignoraba.
ApoyГѓВі la taza de cafГѓВ© con leche sobre la mesita y abriГѓВі el sobre, con mucha curiosidad por saber cuГѓВЎl podГѓВa ser el contenido.
Era muy ligero y, aparentemente, parecГѓВa que no contuviese nada.
En realidad, habГѓВa algo en su interior, y precisamente una tarjeta de visita. El texto decГѓВa:
MASSIMO TROVAIOLI
Direttore Marketing
Tecno Italia S.r.l.
Al final de la tarjeta de visita habГѓВa escrito un nГѓВєmero de telГѓВ©fono de empresa, de un telГѓВ©fono mГѓВіvil, tambiГѓВ©n de empresa, y una direcciГѓВіn de correo electrГѓВіnico personal.
Con las manos temblorosas, a Mariolina le cayГѓВі el sobre al suelo y la tarjeta de visita revoloteГѓВі durante un momento antes de caer tambiГѓВ©n. ReleyГѓВі una segunda vez todo, despuГѓВ©s de lo cual se debiГѓВі sentar para intentar comprender quГѓВ© estaba sucediendo.
6
Los resultaos de los anГѓВЎlisis de la PolicГѓВa CientГѓВfica del piso de Lucia Mistroni y de la autopsia de su cuerpo llegaron bastante rГѓВЎpido y casi con el mismo tiempo de espera.
En la casa de la muchacha no se encontrГѓВі, aparentemente, nada particularmente interesante, al menos en un primer momento.
Dejemos los precintos hasta que concluya esta historia, habГѓВa especificado Zamagni, porque sabГѓВa que la contaminaciГѓВіn de la escena de un crimen habrГѓВa podido probablemente confundir las investigaciones y retardar la resoluciГѓВіn. AdemГѓВЎs, podrГѓВan necesitar volver a aquel piso para posteriores comprobaciones.
El piso parecГѓВa completamente ordenado, sin nada que estuviese fuera de lugar. Esto podГѓВa significar que el culpable de aquel crimen no buscaba nada preciso cuando habГѓВa ido a casa de Lucia.
Y, ademГѓВЎs, la cerradura de la puerta de entrada estaba bien, sin trazas de haber sido forzada.
Por lo tanto, probablemente Lucia Mistroni conocГѓВa a su asesino.
La autopsia no habГѓВa sacado a la luz ninguna seГѓВ±al de resistencia. La mujer se habГѓВa golpeado la cabeza, quizГѓВЎs de forma letal y, en consecuencia, habГѓВa caГѓВdo al suelo.
“Lo que tenemos hasta el momento no nos lleva a ninguna parte,” dijo el inspector Zamagni mientras hablaba con el capitán Luzzi en su oficina.
“Propongo buscar mejor entre sus parientes, sus amigos y conocidos” dijo el capitán. “Por lo menos conseguiremos obtener un poco más de información sobre la muchacha.”
“Estoy de acuerdo.”
ГўВЂВњQue le ayude el agente Finocchi. DividГѓВos el trabajo, para empezar. Volved junto a la madre, a continuaciГѓВіn, segГѓВєn lo que os diga, hablad con las personas que conocГѓВan a la hija.ГўВЂВќ
Terminada la conversaciГѓВіn Zamagni y Finocchi salieron para ir a hablar de nuevo con la madre de Lucia Mistroni. El trГѓВЎfico rodado de aquella maГѓВ±ana era insoportable, de todos modos consiguieron llegar al destino en un tiempo razonable. La seГѓВ±ora les habГѓВa dado su direcciГѓВіn antes de salir del piso de la hija el dГѓВa anterior.
Cuando la mujer vio a los dos policГѓВas estaba a punto de entrar en la casa despuГѓВ©s de haber pasado por la fruterГѓВa.
Les pidiГѓВі que se acomodasen y les preguntГѓВі si querГѓВan algo de beber.
ГўВЂВњMuy amable,ГўВЂВќ le agradeciГѓВі el inspector ГўВЂВњAceptarГѓВa encantado un vaso de agua.ГўВЂВќ
ГўВЂВњLo mismo para mГѓВ, graciasГўВЂВќ, dijo Marco Finocchi.
La mujer echГѓВі el agua en dos vasos de vidrio bastante amplios y se los dio a sus huГѓВ©spedes.
“Necesitamos de nuevo que nos ayude,” dio el inspector después de haber bebido un sorbo.
ГўВЂВњDГѓВganme.ГўВЂВќ
“¿PodrГѓВa hacernos una lista de todas las personas que conocГѓВa su hija? Quiero decir de parientes, amigos y conocidos. Con respecto al lugar de trabajo basta con que nos diga el nombre de la empresa.ГўВЂВќ
La mujer cogiГѓВі un folio, comenzГѓВі a escribir y, una vez terminado, los dos policГѓВas se dieron cuenta que iban a tener que trabajar duro para conseguir hablar con todos en el menor tiempo posible.
Zamagni cogiГѓВі el papel, lo doblГѓВі y se lo metiГѓВі en el bolsillo.
“Desde la última vez que nos hemos visto, ¿ha recordado algo que usted cree que pueda ayudarnos en nuestro trabajo?’” preguntó a continuación.
“Por el momento, no, pero no me he olvidado. En el momento en que sepa algo, no dudaré en llamaros”
“Muchas gracias”, dijo Marco Finocchi.
ГўВЂВњAhora nos debemos marchar. El trabajo nos espera.ГўВЂВќ Esta vez habГѓВa sido el inspector Zamagni el que habГѓВa hablado.
Los dos policГѓВas se levantaron casi al mismo tiempo, se despidieron de la mujer y salieron.
Se percataron de que el folio que les habГѓВa dado la mujer era muy detallado: por cada nombre de la lista habГѓВa especificado quГѓВ© tipo de conocido o pariente era y, de aquellos que lo sabГѓВa, habГѓВa escrito incluso la direcciГѓВіn.
Zamagni decidiГѓВі que comenzarГѓВan con los nombres de los cuales tenГѓВan la informaciГѓВіn completa y dejarГѓВan a los agentes que trabajaban en las oficinas la tarea de completar la lista con los datos que faltaban.
El inspector se ocuparГѓВa de los parientes y el agente Finocchi de los amigos.
Antes de comenzar la dura tarea de recogida de informaciГѓВіn se pasaron por la comisarГѓВa de policГѓВa y Zamagni aprovechГѓВі para hacer dos fotocopias de la lista que habГѓВa escrito la mujer: una copia se la dio al agente Finocchi, otra al agente encargado de buscar los datos que faltaban y Zamagni guardГѓВі en su bolsillo el original.
7
El autobГѓВєs estaba a rebosar a aquella hora de la maГѓВ±ana: muchos estudiantes iban a la escuela y ocupaban la mayor parte de los asientos. El hombre, de todas formas, no tenГѓВa ningГѓВєn problema para quedarse de pie, porque sabГѓВa que el trayecto que harГѓВa serГѓВa bastante corto.
En cuanto llegГѓВі a la parada mГѓВЎs prГѓВіxima a su destino descendiГѓВі y se puso a andar a lo largo de la acera.
AtravesГѓВі la circunvalaciГѓВіn y comenzГѓВі a recorrer la Calle Mayor en direcciГѓВіn al centro de la ciudad. Casi ciento cincuenta metros mГѓВЎs adelante girГѓВі a la derecha para llegar a vГѓВa San Vitale y entrГѓВі en un negocio de flores que habГѓВa debajo del pГѓВіrtico.
ГўВЂВњBuenos dГѓВas,ГўВЂВќ dijo, ГўВЂВњEstoy pensando en comprar algunas flores, ¿las entrega a domicilio, verdad?ГўВЂВќ
“Por supuesto”, respondió la muchacha.
“Muy bien.”
“¿En qué tipo de flores está pensando?”
“Crisantemos,” respondió el hombre, “Un bonito ramo de crisantemos.”
La muchacha quedГѓВі un momento sin decir una palabra, pensando en la peticiГѓВіn, a continuaciГѓВіn se puso a preparar el ramo.
“¿SerГѓВa posible hablar con el dueГѓВ±o de la tienda?ГўВЂВќ
“En estos momentos no está.”
“¿CuГѓВЎndo lo podrГѓВa ver?ГўВЂВќ
“Por lo general pasa por la tienda en el transcurso de la tarde, ya casi de noche.”
“¿Todos los dГѓВas?ГўВЂВќ
ГўВЂВњHabitualmente sГѓВ, a menos que tenga algГѓВєn compromiso que no se lo permita.ГўВЂВќ
“Gracias por la información y las flores. ¿Puede tenerlas aquàhasta esta tarde?”
“Por supuesto.”
“Bien, entonces hasta la tarde.”
“¿Se conocen?ГўВЂВќ preguntГѓВі la muchacha, refiriГѓВ©ndose al dueГѓВ±o de la tienda y al hombre que lo estaba buscando. ГўВЂВњSi me llama, quizГѓВЎs puedo decirle que usted ha pasado por aquГѓВ y que pasarГѓВЎ al final del dГѓВa.ГўВЂВќ
“No se preocupe, no hay problema. Puedo pasar tranquilamente, aunque no le diga nada.”
La muchacha asintiГѓВі, y despuГѓВ©s de que el hombre se hubiese ido, algunos minutos mГѓВЎs tarde, pensГѓВі en su extraГѓВ±o comportamiento.
Aquella tarde, sin que la muchacha hubiese dicho nada sobre la visita matinal del hombre, este ГѓВєltimo y el dueГѓВ±o de la floristerГѓВa hablaron durante casi una hora en un bar que habГѓВa al lado de la tienda.
Cuando los dos se despidieron, el florista reentrГѓВі en la tienda, cogiГѓВі el ramo de crisantemos y lo repuso en la pequeГѓВ±a habitaciГѓВіn que habГѓВa al fondo del local.
8
El inspector Zamagni y el agente Finocchi se dividieron las tareas: uno contactarГѓВa con los amigos de Lucia Mistroni mientras que el otro hablarГѓВa con los parientes.
Por el momento, lo mГѓВЎs importante era encontrar informaciГѓВіn sobre la muchacha y las personas con las cuales tenГѓВa un contacto mГѓВЎs ГѓВntimo.
Los posibles avances llegarГѓВan en su momento, como una consecuencia lГѓВіgica.
Comenzaron por la maГѓВ±ana temprano, telefoneando a cada una de las personas para programar los encuentros: esto servirГѓВa, ademГѓВЎs de para obtener alguna informaciГѓВіn de utilidad, para conocerles y hacerse una idea preconcebida de ellos.
Stefano Zamagni consiguiГѓВі hablar, en el mismo dГѓВa, con Dario Bagnara y Luna Paltrinieri.
Los dos, le dijeron, eran desde hacГѓВa mucho tiempo amigos de la muchacha muerta, y ambos quedaron mudos cuando supieron la noticia.
El seГѓВ±or Bagnara era un agente inmobiliario que trabajaba en una agencia en vГѓВa de la Barca.
ГѓВ‰l y el inspector se citaron en la oficina del primero, a donde Zamagni llegГѓВі puntual a pesar del trГѓВЎfico.
ГўВЂВњBuenos dГѓВas, ¿es usted Dario Bagnara?ГўВЂВќ comenzГѓВі Zamagni.
ГўВЂВњSГѓВ, soy yo.ГўВЂВќ
“Encantado de conocerle. Me llamo Zamagni… Stefano.”
ГўВЂВњBuenos dГѓВas. ¿En quГѓВ© puedo ayudarle? PreguntГѓВі el agente inmobiliario. ГўВЂВњPara mГѓВ ha sido un golpe durГѓВsimo. TodavГѓВa estoy conmocionado. EstarГѓВ© encantado de ayudarle en todo lo que sea posible.ГўВЂВќ
ГўВЂВњGracias,ГўВЂВќ dijo Zamagni, ГўВЂВњMientras tanto, podrГѓВa contarme cГѓВіmo habГѓВa conocido a Lucia y desde cuГѓВЎnto tiempo se conocГѓВan.ГўВЂВќ
“Desde hace mucho tiempo,” respondió Bagnara, “Éramos compañeros en el instituto.”
ГўВЂВњEntiendo. Por lo tanto puedo imaginar que os conocГѓВais muy bien.ГўВЂВќ
ГўВЂВњSГѓВ, claro.ГўВЂВќ
“¿Y una vez que terminasteis en el instituto? ¿Habéis seguido viéndoos habitualmente?”
ГўВЂВњSГѓВ, aunque no con mucha frecuencia. OrganizГѓВЎbamos algunas cenas, entre amigos. Yo, ella y Luna, otra compaГѓВ±era del instituto. Digo que no muy frecuentemente porque, desde el momento en que se habГѓВa prometido a Paolo, ocurrГѓВa a menudo que saliesen ellos dos solos.ГўВЂВќ
“¿Cuál ha sido la última vez que os habéis visto?”
ГўВЂВњLa semana pasada. EstГѓВЎbamos los tres. Generalmente cuando quedГѓВЎbamos no venГѓВa Paolo.ГўВЂВќ
“¿Por qué?”
ГўВЂВњLo habГѓВan decidido asГѓВ. Era una salida con amigos, sin novios ni novias.ГўВЂВќ
“También Paolo… Carnevali, ¿quiere decir?... ¿También él estaba conforme con este acuerdo?”
ГўВЂВњSГѓВ, quiero decir tambiГѓВ©n ГѓВ©l. Al comienzo no estaba muy de acuerdo con esto de que nos viГѓВ©semos los tres solos, quizГѓВЎs por celosГўВЂВ¦ no sГѓВ© decirle. DespuГѓВ©s, sin embargo, parece que consintiГѓВі sin problemas.ГўВЂВќ
“Comprendo. Antes mencionó a… ¿Luna?”
ГўВЂВњSГѓВ, Luna Paltrinieri. ¿Ha hablado con ella?ГўВЂВќ
ГўВЂВњNo, todavГѓВa no, pero tengo una cita con ella en el bar donde trabaja dentro de una hora.ГўВЂВќ
Dario Bagnara asintiГѓВі.
“También ella es una muchacha muy educada.”
En ese momento entrГѓВі un cliente potencial que preguntГѓВі se podrГѓВa hablar con algГѓВєn empleado de la agencia inmobiliaria. Estaba buscando un piso en venta.
“Un momento tan solo y le atiendo”, le respondió Bagnara y, volviéndose a Zamagni: “Si quiere puedo decirle a la señora que vuelva más tarde.”
“No se preocupe, haga con tranquilidad su trabajo. Nos veremos pronto.”
El agente inmobiliario dio las gracias a Zamagni y, mientras el inspector salГѓВa, pidiГѓВі a la cliente que se sentase.
A la hora establecida Stefano Zamagni llegГѓВі al bar de Luna Paltrinieri, en la vГѓВa Andrea Costa, relativamente cercano a la agencia inmobiliaria donde trabajaba el seГѓВ±or Bagnara.
ГўВЂВњBuenos dГѓВas, ¿es usted Luna?ГўВЂВќ preguntГѓВі Zamagni cuando no habГѓВa clientes.
ГўВЂВњSГѓВ, soy yoГўВЂВќ
“Inspector Zamagni.”
ГўВЂВњEncantada de conocerle. ¿Le apetecerГѓВa un cafГѓВ©?ГўВЂВќ
“Con mucho gusto, gracias.”
La muchacha le preparГѓВі el cafГѓВ© y se lo sirviГѓВі con un sobrecito de azГѓВєcar blanco, uno de azГѓВєcar de caГѓВ±a y uno de miel.
Mientras bebГѓВa el cafГѓВ© amargo Zamagni dijo: ГўВЂВњNecesito hablar con usted de Lucia Mistroni.ГўВЂВќ
“Haré todo lo posible por ayudarle.”
ГўВЂВњGracias. Mientras tanto, ¿podrГѓВa decirme cГѓВіmo era su relaciГѓВіn con la muchacha? SГѓВ© que erais compaГѓВ±eras en el instituto.ГўВЂВќ
“Es verdad. ¿Por quién lo ha sabido, si puedo preguntar?”
ГўВЂВњHasta hace poco estuve hablando con el seГѓВ±or Bagnara. Fue ГѓВ©l quien me dijo que los tres habГѓВais ido juntos al instituto. Espero que no le resulte un problema.ГўВЂВќ
“Entiendo. No, por supuesto que no es un problema.”
Zamagni bebiГѓВі el ГѓВєltimo sorbo de cafГѓВ© y la camarera, despuГѓВ©s de haber puesto la tacita, el platito y la cucharilla en la cesta del lavavajillas, contГѓВі al inspector que efectivamente ellos tres habГѓВan sido compaГѓВ±eros en la escuela, que habГѓВan conectado desde el principio del primer aГѓВ±o escolГѓВЎstico y habГѓВan mantenido la amistad incluso despuГѓВ©s de haber pasado la selectividad. Cada uno con su propio trabajo habГѓВan conseguido verse por lo menos una vez a la semana, durante el fin de semana.
ГўВЂВњCon respecto al trabajo, ¿me sabrГѓВa decir donde trabajaba la seГѓВ±orita Mistroni? Su madre no ha conseguido precisarlo.’”
Le dijo el nombre de la empresa y que trabajaba como jefe de departamento de marketing con el extranjero, despuГѓВ©s aГѓВ±adiГѓВі: ГўВЂВњMe debe perdonar, pero hablar de ella me entristece muchГѓВsimo.ГўВЂВќ
Y comenzГѓВі a llorar.
“La entiendo perfectamente y siento mucho todo lo que ha sucedido. Nosotros, por desgracia, debemos continuar haciendo nuestro trabajo y encontrar al culpable.”
“Lo sé,” dijo la muchacha, añadiendo a continuación. “Espero que lo encontréis pronto.”
“Eso espero.”
“Gracias.”
“De nada,” dijo Zamagni. “¿Podemos contar con su ayuda cuando la necesitemos?”
“Por supuesto.”
“Perfecto,” le agradeció el inspector. “Creo que por ahora es suficiente. Vendré aquàcuando necesite hablar con usted de nuevo.”
“Lo esperaré.”
Zamagni se despidiГѓВі de la muchacha con una sonrisa y saliГѓВі del bar con la viva esperanza de poder resolver el caso.
Quedaban todavГѓВa dos amigos de Lucia Mistroni por interrogar, entretanto le habГѓВa llegado un nuevo dato: enseguida podrГѓВan visitar al empresario que la habГѓВa contratado. Durante el recorrido en coche hasta su oficina, Stefano Zamagni se preguntaba cГѓВіmo estarГѓВa yendo la bГѓВєsqueda de informaciГѓВіn del agente Finocchi.
9
El agente Finocchi se ocupГѓВі de hablar con los parientes de Lucia Mistroni.
La madre le habГѓВa hablado sГѓВіlo del hermano Atos, un tГѓВo y una prima.
ResultГѓВі que todos habГѓВan sido informados de la desgracia por medio de la seГѓВ±ora Balzani y, cuando el agente consiguiГѓВі hablar con el hermano, este se puso a llorar diciendo que no habГѓВa podido parar de hacerlo desde el momento en que habГѓВa conocido la noticia.
VivГѓВa solo en vГѓВa San Felice, en un piso pequeГѓВ±o pero funcional.
“¿Puedo hablar con usted sobre su hermana Lucia?”, preguntó el agente Finocchi después de presentarse.
“Claro, siéntese por favor.”
Se sentaron en la sala de estar, con la luz de la maГѓВ±ana que iluminaba la habitaciГѓВіn a travГѓВ©s de los vidrios de la ventana.
“¿Qué tal eran las relaciones entre los dos?” quiso saber el agente.
ГўВЂВњDirГѓВa que fantГѓВЎsticas, aunque ГѓВєltimamente no nos veГѓВamos a menudo porque yo he tenido que estar viajando mucho debido al trabajo.ГўВЂВќ
“Entiendo. ¿Cuál es su trabajo, si puedo saberlo?”
“Instalo máquinas automáticas. A menudo cambio de ciudad y cada vez permanezco fuera de casa al menos una semana.”
“Debe ser un trabajo muy interesante, al menos por el hecho de viajar y ver siempre sitios nuevos.”
ГўВЂВњLo serГѓВa si tuviese un poco mГѓВЎs de tiempo para visitar las ciudades en vez de estar encerrado en una empresa montando una mГѓВЎquina automГѓВЎtica desde la maГѓВ±ana a la noche. El ГѓВєnico momento de relax que tenemos es por la noche, cuando vamos a cenar y probamos la gastronomГѓВa local.ГўВЂВќ
“Sin duda un trabajo muy exigente,” asintió Finocchi, “¿Cuándo ha sido la última vez que se han visto, usted y su hermana?”
“Aproximadamente hace dos semanas.”
“¿En una ocasión particular?”
ГўВЂВњNo. Acababa de llegar de un viaje y el domingo habГѓВamos decidido cenar juntos. Una pizza para contarnos un poco cГѓВіmo nos iban las cosas.ГўВЂВќ
“¿Y cГѓВіmo le parecГѓВa que estaba aquel dГѓВa? ¿Estaba tranquila o habГѓВa algo que no iba bien? ¿Estaba preocupada por algo?ГўВЂВќ
ГўВЂВњMe hablГѓВі de las llamadas que habГѓВa recibido. Le daban miedo, tambiГѓВ©n porque no entendГѓВa quiГѓВ©n se las hacГѓВa.ГўВЂВќ
“¿No tenГѓВa ni la mГѓВЎs mГѓВnima idea de quiГѓВ©n pudiese ser?ГўВЂВќ
“No.”
“¿No puso una denuncia?”
ГўВЂВњNo le sabrГѓВa decir.ГўВЂВќ
“Comprendo.”
“¿Puedo preguntarle cómo es que se encuentra en casa a estas horas? Generalmente a estas horas se está trabajando.”
“Esta es una semana bastante tranquila, sin viajes, y cuando trabajo aquàlo hago a turnos. Hasta el viernes trabajaré desde las dos de la tarde hasta las diez de la noche.”
ГўВЂВњBien. Le pido que estГѓВ© disponible, ya que podrГѓВamos necesitar que nos ayude.ГўВЂВќ
“Haré lo que esté en mi mano para ayudaros a encontrar al culpable.”
“Muchas gracias.”
El agente Finocchi se despidiГѓВі del hermano de Lucia Mistroni y saliГѓВі nuevamente a la calle.
Por la noche verГѓВa al tГѓВo y a la prima de la muchacha.
Quedaron en la ComisarГѓВa de PolicГѓВa. Luigi Mistroni, su hija Laura y su mujer Antonia Cipolla fueron acomodados en una pequeГѓВ±a sala de espera y, apenas el agente Finocchi regresГѓВі, comenzaron a hablar.
“Siento mucho haberos molestado a la hora de la cena. Acabaremos enseguida”, dijo el agente.
ГўВЂВњNo se preocupeГўВЂВќ, dijo el tГѓВo de Lucia.
ГўВЂВњEstamos hablando un poco con todas las personas que tenГѓВan un contacto mГѓВЎs estrecho con vuestra sobrina,ГўВЂВќ explicГѓВі Marco Finocchi volviГѓВ©ndose hacia los cГѓВіnyuges. ГўВЂВњQueremos reunir el mayor nГѓВєmero de datos posibles porque podrГѓВan ayudarnos a resolver el caso.ГўВЂВќ
“Estamos dispuestos a prestaros ayuda, aunque sea poca.”
ГўВЂВњLes quedo agradecidoГўВЂВќ, dijo Finocchi, a continuaciГѓВіn hizo una pausa preguntando a los tres si querГѓВan algo de beber, agua, cafГѓВ©, pero rechazaron su ofrecimiento diciendo que despuГѓВ©s de terminar con la policГѓВa se irГѓВan a cenar.
ГўВЂВњDe acuerdo. En primer lugar ¿podrГѓВais decirme quГѓВ© clase de relaciГѓВіn tenГѓВais con Lucia?ГўВЂВќ
Fue la tГѓВa la que respondiГѓВі en nombre de todos: ГўВЂВњEran buenas, aunque no nos veГѓВamos todas las semanas. SabeГўВЂВ¦ cada uno tiene sus obligaciones. Lucia estaba muy ocupada por culpa del trabajo, por lo que mГѓВЎs bien nos hablГѓВЎbamos por telГѓВ©fono o nos veГѓВamos el fin de semana.ГўВЂВќ
El marido y la hija asintieron, confirmando al agente que todo lo que habГѓВa dicho la seГѓВ±ora Antonia era verdad. La otra hipГѓВіtesis era que, en el caso de que uno de los tres fuese el culpable, estuviesen de acuerdo para protegerse unos a otros.
“¿Desde hacГѓВa cuГѓВЎnto tiempo que no veГѓВais a Lucia?ГўВЂВќ
ГўВЂВњYoГўВЂВ¦ desde hacia un par de semanas,ГўВЂВќ dijo la prima Laura. ГўВЂВњHabГѓВamos ido a dar una vuelta al centro de Bolonia un sГѓВЎbado despuГѓВ©s de comer, mГѓВЎs que nada para relajarnos un poco y porque nos habГѓВa hablado de las llamadas que habГѓВa recibido y sentГѓВa la necesidad de estar con alguien de confianza.ГўВЂВќ
ГўВЂВњAsГѓВ que os habГѓВa dicho tambiГѓВ©n a vosotros lo de las llamadas.ГўВЂВќ
ГўВЂВњHabГѓВa hablado de ellas durante una comida familiar, dos o tres semanas atrГѓВЎs,ГўВЂВќ dijo el tГѓВo.
ГўВЂВњComprendo,ГўВЂВќ asintiГѓВі Finocchi. “¿SabГѓВ©is si habГѓВa alguien, algГѓВєn conocido vuestro, que hubiese tenido una especie de resentimiento con Lucia? ¿O con alguien con quiГѓВ©n se hubiese peleado?ГўВЂВќ
“No se nos ocurre nadie” dijo la señora Cipolla después de haber hablado entre ellos en voz baja durante unos momentos.
“Gracias. Por ahora es todo. Os pido que permanezcáis disponibles. Os dejo ir a cenar.”
Se fueron. Poco tiempo despuГѓВ©s de marcharse los tГѓВos y la prima de Lucia Mistroni de la ComisarГѓВa de PolicГѓВa, el agente Finocchi se preparГѓВі para regresar a casa.
10
A la maГѓВ±ana siguiente, el capitГѓВЎn Luzzi pidiГѓВі a Zamagni y Finocchi que le pusiesen al dГѓВa con respecto al caso de Lucia Mistroni.
“Estamos interrogando a amigos y parientes,” explicó el inspector, “a continuación deberemos hablar con el empresario que contrató a la muchacha. No podemos excluir que el culpable pueda ser un compañero de trabajo.”
ГўВЂВњLos parientes a los que he escuchadoГўВЂВќ, aГѓВ±adiГѓВі el agente Finocchi, ГўВЂВњno han escondido el tema de las llamadas telefГѓВіnicas amenazantes que parece que recibГѓВa la muchacha. Parece que tenГѓВa mucho miedo, por lo menos por lo que me ha hecho entender la prima.ГўВЂВќ
ГўВЂВњBien, continuemos a buscar e id enseguida a ver a las personas que todavГѓВa debГѓВ©is interrogar.ГўВЂВќ ConcluyГѓВі Luzzi.
Zamagni y Finocchi asintieron, asГѓВ que salieron a la calle con el fin de hablar con el jefe de la muchacha y con dos amigos que estaban en la lista que les habГѓВa dado la madre de Lucia Mistroni.
El inspector comenzГѓВі con Beatrice Santini, que gestionaba un estanco en vГѓВa San Felice.
Cuando llegГѓВі, en el negocio no habГѓВa nadie.
“No quisiera molestar.”
“¿Qué desea?”, preguntó la dueña del estanco.
Zamagni le mostrГѓВі la placa, y a continuaciГѓВіn aГѓВ±adiГѓВі que le gustarГѓВa hablar con ella sobre Lucia Mistroni.
ГўВЂВњPara mГѓВ ha sido un golpe muy duro. Me ha dado la noticia la madre,ГўВЂВќ dijo Beatrice Santini que no parecГѓВa sorprendida por la visita de un inspector de policГѓВa.
“Comprendo. ¿Me puede decir cómo se ha enterado?”
ГўВЂВњMe he enterado por casualidad. HabГѓВa ido a casa de su hija para charlar un poco. No la he encontrado y, mientras estaba esperando en la puerta de entrada, porque no sabГѓВa si de verdad no estaba en casa o si quizГѓВЎs estaba tardando en responder, vi que pasaba su madre. Me ha preguntado que por quГѓВ© estaba allГѓВ, si estaba buscando a Lucia y si no sabГѓВa todavГѓВa lo que le habГѓВa ocurrido. CaГѓВ de la burra, no sabГѓВa nada. Me quedГѓВ© de piedra y, cuando me ha dicho que la policГѓВa estaba investigando el asunto, ha aГѓВ±adido tambiГѓВ©n que os habГѓВa dado una lista de personas que conocГѓВan a Lucia, los parientes y los amigos mГѓВЎs ГѓВntimos, por lo que esperaba vuestra visita.ГўВЂВќ
ГўВЂВњEntendido. ¿QuГѓВ© clase de relaciГѓВіn tenГѓВa con Lucia?ГўВЂВќ
“Nos llevábamos muy bien. Por lo general Lucia no peleaba jamás con nadie, era una muchacha con un carácter estupendo.”
Zamagni asintiГѓВі.
“¿Sabe por casualidad si le habГѓВa ocurrido algo ГѓВєltimamente que podrГѓВa haber influido en su vida privada?ГўВЂВќ
“No, nada que yo sepa.”
Un cliente entrГѓВі, pidiГѓВі una cajetilla de cigarrillos y, cuando saliГѓВі, tambiГѓВ©n Zamagni se despidiГѓВі de la muchacha.
“Por ahora creo que es suficiente. Le pido que esté disponible y, en el caso de que recuerde algo que crea que es importante, me lo haga saber.”
Mientras la muchacha asentГѓВa ГѓВ©l le dejГѓВі el nГѓВєmero de telГѓВ©fono de la ComisarГѓВa.
ГўВЂВњPregunte por mГѓВ. Soy el inspector Zamagni.ГўВЂВќ
“De acuerdo.”
El ГѓВєltimo contacto que habГѓВa escrito la madre de Lucia era Fulvio Costello, un empleado de la oficina de Correos de vГѓВa Emilia, en el distrito Manzini.
Cuando el inspector Zamagni llegГѓВі a su destino habГѓВa poca gente, de esta manera pudo preguntar sin problemas quiГѓВ©n era el responsable de la oficina y, al mismo tiempo, hablar un poco con el empleado.
El responsable hablГѓВі un rato con el hombre para explicarle la situaciГѓВіn, por lo que Fulvio Costello se ausentГѓВі de la ventanilla y fue a la parte de atrГѓВЎs para hablar con Zamagni.
ГўВЂВњSiento las molestias. Soy el inspector Zamagni. QuerГѓВa hablar un poco con usted sobre Lucia Mistroni.ГўВЂВќ
“¡Santo cielo! ¿Qué le ha ocurrido?,” preguntó el hombre, ignorante de los acontecimientos de las últimas horas.
ГўВЂВњHa pasado a mejor vida. Siento decГѓВrselo asГѓВ. Suponemos que no ha sido una muerte natural.ГўВЂВќ
El empleado de Correos quedГѓВі un instante en silencio, a continuaciГѓВіn preguntГѓВі si tenГѓВan alguna idea sobre quiГѓВ©n era el culpable.
ГўВЂВњPor desgracia, todavГѓВa no, pero estamos trabajando duro para encontrarlo lo mГѓВЎs pronto posible.ГўВЂВќ
“Entiendo. Espero que ocurra pronto.”
ГўВЂВњTambiГѓВ©n nosotros lo esperamosГўВЂВќ, dijo Zamagni, ГўВЂВњAhora me gustarГѓВa hacerle algunas preguntas, si estГѓВЎ de acuerdo.ГўВЂВќ
“Por favor.”
ГўВЂВњGracias. En primer lugar querrГѓВa saber como os habГѓВ©is conocido, usted y Lucia.ГўВЂВќ
“Por casualidad, durante un viaje a Canadá.”
“Ya. ¿Y luego habéis mantenido el contacto?”
Costello asintiГѓВі.
“¿Hablabais a menudo?,” preguntó el inspector.
“Todas las semanas, no, pero hablábamos con frecuencia.”
“¿Hace cuГѓВЎnto tiempo que os conocГѓВais?ГўВЂВќ
“Dos años.”
“¿Puedo preguntar si, por casualidad, ha habido algo distinto a la amistad entre vosotros dos?”
“¿Por qué me lo pregunta?”
“Necesitamos tener información, para resolver un caso como este y la buscamos por todas partes.”
“Vale. Absolutamente, no.”
ГўВЂВњBien. ¿Tiene, por casualidad, alguna idea sobre quiГѓВ©n ha podido tener un motivo para matarla? ¿O cualquier acontecimiento acaecido que haya podido tener como epГѓВlogo lo que ha sucedido?ГўВЂВќ
“No,” respondió el hombre, después de haber meditado durante un minuto. “Por desgracia, por lo que respecta a esto, no puedo ayudaros. En el caso de que se me ocurra algo más, os lo haré saber.”
“Muchas gracias.”
El jefe de la oficina de Correos apareció por la puerta que daba a la parte de atrás. “¿Fulvio?”
El hombre se giró y dijo: “Creo que debo volver al trabajo.”
“Está bien,” dijo Zamagni, entendiendo la situación. “Le pido solamente que esté a nuestra disposición y no dude en contactar con nosotros en el caso de que recordase algo que pueda sernos de utilidad.”
“No hay problema,” dijo el empleado de la oficina de Correos.
El inspector asintiГѓВі, despuГѓВ©s se despidiГѓВі y saliГѓВі de nuevo a la calle.
Ahora sГѓВіlo quedaba por escuchar quГѓВ© contarГѓВa el empresario que habГѓВa contratado a la seГѓВ±orita Mistroni, puede que entonces tuviera bastante material para comenzar a hacer alguna hipГѓВіtesis.
11
Davide Pagliarini no conseguГѓВa apartar de la cabeza aquel accidente. SoГѓВ±aba con ГѓВ©l por la noche, como una pesadilla constante, y claro que no habrГѓВa querido que ocurriese.
EstГѓВєpido, se repetГѓВa, soy un estГѓВєpido, ¡he matado a un niГѓВ±o! Estaba esperando el juicio, esperando, con la ayuda de un buen abogado, de conseguir por lo menos reducir la pena. Mientras tanto vivГѓВa preso de sus remordimientos. A media maГѓВ±ana de aquel dГѓВa sonГѓВі el timbre de casa.
“¿Quién es?” preguntó por el portero automático.
“Una carta certificada. Tiene que firmar.”
El cartero.
Pagliarini descendiГѓВі a la entrada del edificio, firmГѓВі, cogiГѓВі el sobre y volviГѓВі a subir a su piso.
El remitente era el Tribunal de Bolonia.
Objeto: aviso de comparecencia.
AbriГѓВі el sobre y descubriГѓВі que deberГѓВa presentarse dentro de dos semanas exactas a las diez y que, si no lograba encontrar un abogado defensor, le serГѓВa suministrado uno de oficio.
DejГѓВі la carta sobre la mesita del salГѓВіn, despuГѓВ©s marcГѓВі el nГѓВєmero de su abogado defensor.
“Mantente en calma y verás como saldremos adelante.”
El abogado sabГѓВa ya toda la historia, ya que se la habГѓВa contado por telГѓВ©fono el mismo Pagliarini al dГѓВa siguiente de ocurrido el accidente.
Me condenarГѓВЎn, habГѓВa dicho, no puedo zafarme de ninguna manera.
El abogado habГѓВa intentado, tambiГѓВ©n esta vez, tranquilizar a su cliente diciГѓВ©ndole que encontrarГѓВan algo que lo ayudarГѓВa por lo menos a conseguir una pena reducida, e incluso a pagar sГѓВіlo una multa. Aunque se daba cuenta que no serГѓВa nada agradable de contar a los parientes de la vГѓВctima.
Lo conseguiremos, le habГѓВa repetido el abogado, verГѓВЎs como lo conseguiremos.
Ahora lo descubrirГѓВan: ese dГѓВa estaba a punto de llegar y Davide Pagliarini estaba muy preocupado, a pesar de las palabras de su abogado.
Quedaron para verse al dГѓВa siguiente y hablar del asunto en privado.
Cuando Pagliarini y el abogado se vieron en la oficina de este ГѓВєltimo, la primera cosa que hicieron fue un resumen de lo ocurrido.
ГўВЂВњHabГѓВa salido de la discoteca. Cuando estaba en la carretera de circunvalaciГѓВіn de Bolonia estaba eufГѓВіrico, he presionado el pedal del acelerador a fondo, sin percatarme de la velocidad a la que iba. Cuando lleguГѓВ© a un cruce, donde estaba el semГѓВЎforo en verde, golpee a un chaval que estaba atravesando la carretera en el paso de cebra.ГўВЂВќ
ГўВЂВњAquella persona estaba atravesando la carretera a pesar de saber que en aquel momento no habrГѓВa debido hacerlo. El semГѓВЎforo del peatГѓВіn estaba en rojo, imagino.ГўВЂВќ
Pagliarini asintiГѓВі, esperando que su recuerdo fuese real y no estuviese distorsionado por las drogas.
“Ahàestá, ves, hemos encontrado un punto a nuestro favor.”
ГўВЂВњDe acuerdo,ГўВЂВќ dijo Pagliarini, ГўВЂВњpero ¿quГѓВ© hacemos con el hecho de que yo me hubiese puesto a conducir despuГѓВ©s de haber tomado una de aquellas malditas pastillas? ¡Maldita sea! No las habГѓВa tomado nunca, me he dejado liar por el tipo de dentro, aquel que me la ha dado. Me ha dicho VerГѓВЎs cГѓВіmo te sentirГѓВЎs mejor y yo me he dejado convencer.ГўВЂВќ
El abogado meditГѓВі durante un momento.
ГўВЂВњLa cuestiГѓВіn de la pastilla no le favoreceГўВЂВќ, dijo finalmente, ГўВЂВњde todas formas conseguiremos salir de esta. Debe fiarse de mГѓВ.ГўВЂВќ
“¡OjalГѓВЎ! ¿QuГѓВ© debo hacer mientras tanto, estos dГѓВas? ¿Algo en concreto? ¿Necesita una declaraciГѓВіn mГѓВa?ГўВЂВќ
“Por ahora no. Contará todo en el tribunal. Intente permanecer tranquilo y verá como todo se resolverá.”
ГўВЂВњMe fГѓВo de su experiencia.ГўВЂВќ
“Perfecto. Ahora vuelva a casa y relájese. Apareceré cuando sea necesario.”
“Se lo agradezco infinitamente.”
“De nada. Es mi trabajo.”
DespuГѓВ©s de despedirse el abogado comenzГѓВі a pensar en cГѓВіmo llevar a cabo este caso en los tribunales, y Davide Pagliarini regresГѓВі a casa. SeguirГѓВa el consejo que le habГѓВan dado: relax absoluto hasta el dГѓВa del juicio.
12
Muy temprano por la maГѓВ±ana, ese mismo dГѓВa, Mariolina Spaggesi escuchГѓВі el timbre, fue al portero automГѓВЎtico y preguntГѓВі quiГѓВ©n era.
“Flores para usted, señora,” fue la respuesta.
“Suba,” dijo la mujer, comenzando a hacer suposiciones sobre el posible remitente del agradable regalo.
Cuando vio al florista con el ramo de flores en la mano, cambiГѓВі de expresiГѓВіn.
ГўВЂВњE... entre, por favor,ГўВЂВќ dijo, balbuceando, al hombre que tenГѓВa delante. Le parecГѓВa haberlo visto ya, quizГѓВЎs era el florista que no estaba muy lejos de su casa, en la misma calle.
“Déjelas allàencima.”
El hombre cruzГѓВі el umbral del piso, siguiГѓВі las indicaciones que le habГѓВan dado, se despidiГѓВі rГѓВЎpidamente diciendo que tenГѓВa que volver corriendo al negocio porque estaba sГѓВіlo y habГѓВa dejado un aviso en la puerta de entrada para hacer comprender a los posibles clientes que volverГѓВa enseguida.
Mariolina Spaggesi cerrГѓВі la puerta y fue rГѓВЎpidamente hacia el ramo de flores que le habГѓВan traГѓВdo.
¿Un ramo de crisantemos?, pensó.
Vio que sobre el papel que envolvГѓВa las flores habГѓВa sido pegado un sobre con las palabras PARA MARIOLINA.
Lo abriГѓВі y dentro encontrГѓВі sГѓВіlo una tarjeta de visita de cartГѓВіn.
MASSIMO TROVAIOLI
Direttore Marketing
Tecno Italia S.r.l.
La mujer sintiГѓВі que se desmayaba y tuvo que sentarse para evitar que sucediese realmente.
Dio la vuelta a la tarjeta de visita y vio que en la parte de atrГѓВЎs estaba escrito ¡HASTA PRONTO! con un bolГѓВgrafo.
DespuГѓВ©s de unos minutos se levantГѓВі de la silla, cogiГѓВі un vaso y lo llenГѓВі de agua dos veces. SentГѓВa necesidad de beber.
Lo enjuagГѓВі, despuГѓВ©s fue al cuarto de baГѓВ±o a refrescarse la cara.
¿CГѓВіmo podГѓВa ser?
Debido a una creencia popular que le habГѓВan transmitido ella habГѓВa asociado siempre los crisantemos con los difuntos, y MГѓВЎximo TrovaioliГўВЂВ¦
CogiГѓВі el telГѓВ©fono y marcГѓВі el 091.
ГўВЂВњMe persiguen…” consiguiГѓВі decir con esfuerzo cuando alguien le respondiГѓВі desde el otro lado de la lГѓВnea.
ГўВЂВњMantenga la calma, seГѓВ±oraГўВЂВќ dijo el agente que estaba al telГѓВ©fono, ГўВЂВњexplГѓВquese mejor.ГўВЂВќ
“Yo… ¡me está persiguiendo… un muerto!”
“Eso es imposible. ¿Está segura de encontrarse bien?”
ГўВЂВњSГѓВ. SГѓВ, estoy bien,ГўВЂВќ dijo ella “¡Estoy siendoГўВЂВ¦ perseguida por un muerto!ГўВЂВќ, gritГѓВі.
“¿Dónde vive?”, preguntó finalmente el agente intentando cortar la conversación “Le mando a alguien.”
La mujer dio su direcciГѓВіn y concluyГѓВі la llamada pidiendo que se diesen prisa.
Cuando llegaron los dos patrulleros encontraron a Mariolina Spaggesi presa del pГѓВЎnico.
ГўВЂВњIntente tranquilizarse, seГѓВ±ora. QuerrГѓВamos que nos contase con tranquilidad que estГѓВЎ ocurriendoГўВЂВќ, explicГѓВі uno de los dos agentes.
La mujer les contГѓВі lo del sobre recibido algunos dГѓВas atrГѓВЎs y lo de las flores entregadas esa maГѓВ±ana.
“¿Quién es Massimo Trovaioli?”, preguntó un agente.
“Mi último ex.”
“¿Él podrГѓВa tener algo en su contra? Cuando se han separado ¿ha sucedido de mala manera?ГўВЂВќ
“Él está… ¡muerto!” gritó la mujer. “Él es el… muerto… ¡que me persigue!”
La seГѓВ±orita Spaggesi continuaba gritando, parГѓВЎndose siempre sobre la palabra muerto cada vez que la pronunciaba.
ГўВЂВњPerdГѓВіnenos,ГўВЂВќ dijo el otro agente, ГўВЂВњNo nos queda todavГѓВa claro este punto. Nos debe disculpar. Lo sentimos.ГўВЂВќ
“No pasa nada” respondió la mujer después de un momento de silencio en el cual intentó tranquilizarse.
“¿Ha visto quiГѓВ©n le ha traГѓВdo estas flores?,ГўВЂВќ le preguntaron cuando los dos agentes estuvieron seguros que habГѓВa pasado el peor momento.
ГўВЂВњParecГѓВaГўВЂВ¦ el floristaГўВЂВ¦ aquel que estГѓВЎ calle abajo, en la vГѓВa San Vitale, pero no estoy segura. Cuando estoy por ahГѓВ fuera camino siempre deprisa y no me fijo mucho en las tiendas.ГўВЂВќ
“Lo comprobaremos,” le aseguró uno de los patrulleros, volviéndose hacia su compañero con una mirada de complicidad. “Mientras tanto, usted debe permanecer tranquila. ¿Nos lo promete?”
“Lo intentaré,” respondió la mujer. “Lo intentaré.”
“Bien. Nosotros nos pondremos a ello inmediatamente para echar un poco de luz sobre este asunto. Probablemente sea un malentendido.”
“Tengo miedo,” dijo la señorita Spaggesi, “Haced algo, por favor,” les imploró, como si no hubiese escuchado las últimas palabras de los agentes.
ГўВЂВњTranquilГѓВcese y beba un vaso de agua fresca.ГўВЂВќ
El agente mГѓВЎs cercano al grifo del agua cogiГѓВі un vaso que encontrГѓВі al lado, lo llenГѓВі con agua y se lo dio a la mujer.
“Beba a sorbitos y verá como le ayuda a sentirse mejor.”
La mujer bebiГѓВі siguiendo el consejo y, mientras permanecГѓВa sentada, preguntГѓВі si no serГѓВa un problema, para los dos agentes, si ella no los acompaГѓВ±aba hasta la puerta.
“No hay problema, señora.”
Mariolina Spaggesi quedГѓВі sola, sentada e inmГѓВіvil, pensando en todo lo que habГѓВa ocurrido, confortada por las palabras de los dos agentes: ellos se ocuparГѓВan del problema, esperaba que lo resolviesen.
Cuando los dos agentes, siguiendo las indicaciones de la seГѓВ±orita Spaggesi, llegaron al negocio de flores, encontraron un aviso en la puerta: VUELVO ENSEGUIDA.
Aquel que parecГѓВa ser el dueГѓВ±o llegГѓВі con paso rГѓВЎpido, acelerando en los ГѓВєltimos metros al ver a dos agentes de policГѓВa esperando.
“¿Me buscabais?” preguntó, “¿Os puedo ayudar, ha sucedido algo?”
“¿Podemos entrar?”, dijo uno de los dos agentes.
ГўВЂВњPor favor, por favor, faltarГѓВa mГѓВЎs.ГўВЂВќ
El hombre abriГѓВі la puerta de cristal e hizo sentar a los dos agentes en el interior.
“Por favor, decidme. ¿Qué ha sucedido? Yo no os he llamado. No me han robado nada.”
“No estamos aquàpor esa razón” le interrumpió un agente.
“Explicaos.”
ГўВЂВњUna persona dice que ha recibido un ramo de flores de un muertoГўВЂВќ, comenzГѓВі a contar el agente con mГѓВЎs aГѓВ±os de carrera en la policГѓВa.
“Imposible”, dijo el florista, “Los muertos no mandan flores a nadie.”
“Dice también que se las llevó usted o una persona que trabaja con usted.”
La mirada del hombre se volviГѓВі mГѓВЎs sombrГѓВa.
“No entiendo a dónde queréis llegar.”
“Queremos solo comprender qué ha sucedido,” explicó el agente más joven. “Está persona está realmente aterrorizada.”
“¿CuГѓВЎndo habrГѓВa sucedido?ГўВЂВќ
“Hace poco tiempo… un par de horas.”
“Dejadme pensar un momento.”
El florista hizo una pequeГѓВ±a pausa, a continuaciГѓВіn volviГѓВі a hablar.
ГўВЂВњYo trabajo solo, no tengo ayudantes ni nada parecido aquГѓВ. No me los puedo permitir. Hago yo todo: recibo a los clientes, les sirvo y, si es preciso, llevo los pedidos a domicilio.ГўВЂВќ
ГўВЂВњCuando hemos llegado a aquГѓВ, usted no estaba. ¿Estaba con una entrega?ГўВЂВќ
“Obviamente.”
ГўВЂВњNada es obvio en nuestro trabajo,ГўВЂВќ dijo un agente, como para dar a entender que no estaban haciendo una visita de cortesГѓВa.
ГўВЂВњExcusadmeГўВЂВќ, dijo el hombre, ГўВЂВњClaro, sГѓВ, me habГѓВa ausentado diez, quince minutos quizГѓВЎs, para llevar un encargo.ГўВЂВќ
“De acuerdo. ¿Ahora nos puede decir si ha hecho una entrega hace más o menos dos horas?”
DespuГѓВ©s de una pausa, el florista respondiГѓВі: ГўВЂВњCreo que sГѓВ. Era una seГѓВ±ora, quizГѓВЎs una seГѓВ±orita. No le sabrГѓВa decir con exactitud: no indago sobre la vida privada de mis clientes. De todas formas, era una mujer.ГўВЂВќ
“¿Recuerda el nombre?”
“No, lo siento.”
“Piénseselo bien. Reflexione un momento. Esta información puede sernos de utilidad.”
ГўВЂВњOs lo confirmo. No me acuerdoГўВЂВќ, dijo despuГѓВ©s de un minuto, ГўВЂВњPor desgracia veo muchas personas durante el dГѓВa y a menudo no me acuerdo de los nombres.ГўВЂВќ
“Da lo mismo,” le aseguró el agente. “¿Se acuerda por lo menos quién le ha encargado el pedido?”
ГўВЂВњUn hombre. SГѓВ, era un hombre.ГўВЂВќ
“¿SabrГѓВa decirnos algГѓВєn otro detalle?ГўВЂВќ
“Mmm… elegante. Era un hombre elegante.”
“¿Alguna cosa más?”
“Debo pensarlo. Sabed, esta persona llegó ayer por la noche mientras estaba a punto de cerrar el negocio, por lo que ha pasado algo de tiempo.”
“No se preocupe, tendrá todo el tiempo que necesite. Si le viene algo a la memoria no dude en informarnos.”
“Lo haré,” dijo el hombre a modo de despedida. “Ahora, si no os molesta, tengo cosas que hacer”, añadió viendo que entraba una mujer en la tienda.
“Por favor, hágalo, los clientes son lo primero. Excúsenos por la molestia.”
Los dos agentes dejaron la floristerГѓВa y se marcharon por debajo del pГѓВіrtico en direcciГѓВіn a las Dos Torres.
“Este hombre no nos dice la verdad,” dijo el agente más viejo, “Creo que nos está ocultando algo.”
ГўВЂВњYo tambiГѓВ©n lo creo,ГўВЂВќ dijo el otro, ГўВЂВњpero no sabrГѓВa decir el quГѓВ©.ГўВЂВќ
13
La primera audiencia en la que participГѓВі Davide Pagliarini, por haber embestido al niГѓВ±o en la carretera de circunvalaciГѓВіn de Bolonia, fue bastante embarazosa para ГѓВ©l. Fueron expuestos los hechos y, a continuaciГѓВіn, el culpable fue interrogado delante del juez.
Después de las preguntas del abogado de la acusación particular y de las del defensor, desde el público se escuchó un “¡Avergüénzate!” gritado con tanta fuerza que resultó estridente.
Pagliarini empalideciГѓВі y quedГѓВі paralizado en la silla, sin saber de quГѓВ© parte mirar; le habrГѓВa gustado hundirse, desaparecer, y no encontrarse en aquel lugar en ese momento.
DespuГѓВ©s de un instante, se girГѓВі hacia su abogado y, sin mediar palabra, su mirada le dijo ¿quГѓВ© debo hacer?; el otro, sin abrir la boca, respondiГѓВі con una mirada interrogativa, ya que ni siquiera ГѓВ©l sabГѓВa que serГѓВa mejor: seguramente no dar importancia a lo ocurrido, considerando la reacciГѓВіn que habГѓВa tenido lugar, harГѓВa que la situaciГѓВіn fuese menos problemГѓВЎtica, antes que mostrar la vergГѓВјenza requerida por la persona que habГѓВa tenido el valor de dar ese grito en pГѓВєblico en el interior del aula de un tribunal.
Finalmente, Pagliarini se levantГѓВі de la silla usada para los interrogatorios y fue hacia su abogado andando lentamente, pero sin mostrar signos de hacer entender al anГѓВіnimo chillГѓВіn de haber dado en el blanco.
La audiencia finalizГѓВі sin una resoluciГѓВіn definitiva, a la espera de otra sesiГѓВіn.
El abogado escoltГѓВі a su asistido hasta la salida para evitarle episodios desagradables similares al que habГѓВa ocurrido en la sala, entonces le dijo que se verГѓВan de nuevo en breve para decidir cuГѓВЎl lГѓВnea de defensa seguir en la siguiente audiencia.
El inspector Zamagni y el agente Finocchi fueron juntos a hablar con el empresario que habГѓВa contratado a Lucia Mistroni.
La muchacha trabajaba en la Piazzi & Co. como empleada de oficina y se ocupaba de la contabilidad.
Cuando hablaron en la recepciГѓВіn, a los dos los hicieron sentar en butacas de piel que estaban enfrente del mostrador y, pocos minutos mГѓВЎs tarde, los recibiГѓВі el titular de la empresa.
Era un hombre de unos cincuenta aГѓВ±os, de aspecto sencillo y con modales ni agresivos ni arrogantes, que se mostrГѓВі feliz de ayudar a los funcionarios de policГѓВa en el desempeГѓВ±o de sus funciones.
“¿De qué os ocupáis?” preguntó Zamagni
ГўВЂВњImportaciГѓВіn-exportaciГѓВіn de artГѓВculos diversos.ГўВЂВќ dijo el hombre.
“¿Y la seГѓВ±orita Mistroni trabajaba con vosotros desde hacГѓВa mucho tiempo?ГўВЂВќ
“No recuerdo exactamente, pero aproximadamente algunos años.”
Zamagni e Finocchi asintieron.
“¿Según usted, cómo era la relación de la muchacha con sus otros colegas?”
“Por cuanto yo sé, buena. Desde este punto de vista me siento afortunado: parece ser que todos los trabajadores contratados de esta empresa se llevan bien, hay un clima muy relajado.”
“Comprendo”, dijo el inspector.
“¿Nos sabrГѓВa decir si, por casualidad, la seГѓВ±orita Mistroni tuviese problemas fuera del trabajo?ГўВЂВќ preguntГѓВі el agente Finocchi, ГўВЂВњQuiero decir algГѓВєn episodio del pasado del que la muchacha hubiese hablado con usted o con otra persona.ГўВЂВќ
«Siempre fue una persona bastante reservada.»
“¿Y entre sus colegas no hay ninguno con quien tuviese una relación confidencial?”
ГўВЂВњMe llegГѓВі la noticia de que se habГѓВa prometido con un ex dependiente nuestro pero que, hasta hace un mes, trabajaba aquГѓВ. No me parece que hubiese otras personas con las que tuviese una relaciГѓВіn de confianza.ГўВЂВќ
Zamagni y Finocchi se intercambiaron una mirada: Paolo Carnevali no les habГѓВa dicho nada parecido y quizГѓВЎs tendrГѓВan que profundizar sobre este tema.
Intuyendo que, al menos aparentemente, aquella charla no les estaba llevando a ninguna parte, los dos agradecieron al hombre su paciencia, Zamagni intercambiГѓВі con ГѓВ©l la tarjeta de visita, y despuГѓВ©s salieron.
14
A la maГѓВ±ana siguiente Zamagni recibiГѓВі una llamada de la PolicГѓВa CientГѓВfica para darle informaciГѓВіn adicional sobre Lucia Mistroni: anГѓВЎlisis hechos en profundidad habГѓВa revelado una cantidad nada despreciable de melatonina y, cuando el inspector pidiГѓВі explicaciones, su interlocutor le dijo que se trataba de un sedante, para conciliar el sueГѓВ±o, pero que en dosis excesivas podГѓВa dar lugar a algunas contraindicaciones, entre las que se encontraban los mareos.
ГўВЂВњPor lo tanto la muchacha podrГѓВa haber tomado por voluntad propia demasiados comprimidos de esta sustancia, golpearse la cabeza y morir.ГўВЂВќ
ГўВЂВњSГѓВ. En realidad es posible otra hipГѓВіtesis.ГўВЂВќ
“¿Cuál?”
ГўВЂВњHay melatonina en gotas. Si de verdad la seГѓВ±orita Mistroni conocГѓВa a su asesino, este ГѓВєltimo, no pareciendo sospechoso, podrГѓВa haber puesto una cantidad excesiva de gotas en una bebida, la muchacha ha bebido yГўВЂВ¦ ¡patatrac! ГўВЂВќ
“No podemos excluir esta posibilidad. La tendré en cuenta, gracias.”
Terminada la conversaciГѓВіn telefГѓВіnica Zamagni fue en busca de Marco Finocchi para informarle de las ГѓВєltimas noticias recibidas.
“Parece que el caso se está complicando cada vez más,” dijo el agente.
El inspector asintiГѓВі.
“¿Y si la muchacha, por algГѓВєn motivo, estuviese cansada de cГѓВіmo le iban las cosas? Por algГѓВєn motivo desconocido podrГѓВa haber deseado…”
“¿Suicidarse?”
ГўВЂВњSГѓВ.ГўВЂВќ
“¿Sin dejar ni siquiera una nota con alguna explicación sobre ello?”
Ambos quedaron pensativos, asГѓВ que Zamagni dijo, aunque de mala gana: ГўВЂВњQuizГѓВЎs deberГѓВamos volver al principio.ГўВЂВќ
“¿En qué sentido?”
“Volver sobre nuestros pasos, interrogar de nuevo a todos e intentar revaluar cada elemento que tenemos en nuestro poder, ahora que sabemos lo de la melatonina.”
“Ya entiendo”, dijo Finocchi.
“No hay tiempo que perder,” le exhortó el inspector, “Reseteemos y partamos de cero.”
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