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RebaГ±os
Stephen Goldin

Olaria Jordi

TEKTIME S.R.L.S. UNIPERSONALE


Un alienГ­gena visita la Tierra por proyecciГіn astral cuando fue testigo sin querer de un asesinato. SeВ  enfrentarГЎ a dos problemas: ВїDeberГ­a informar del crimen a las autoridades, y de hacerlo, cГіmo?









REBAГ‘OS


por Stephen Goldin



Publicado por Parsina Press (http://www.parsina.com/)



TraducciГіn editada: Tektime


RebaГ±os. В©1975 por Stephen Goldin. Todos los derechos reservados.



TГ­tulo original: Herds.

Traductor: Jordi Olaria.




ГЌndice


PrГіlogo (#u05b04c16-7cee-5b12-8a08-ba7ea3fb8bef)

CapГ­tulo 1 (#u34a26dbe-ae1d-5bfa-a23d-bb864cf8ea33)

CapГ­tulo 2 (#u96329a5e-fad9-5aa2-826f-3bf45c6be78c)

CapГ­tulo 3 (#litres_trial_promo)

CapГ­tulo 4 (#litres_trial_promo)

CapГ­tulo 5 (#litres_trial_promo)

CapГ­tulo 6 (#litres_trial_promo)

CapГ­tulo 7 (#litres_trial_promo)

CapГ­tulo 8 (#litres_trial_promo)

CapГ­tulo 9 (#litres_trial_promo)

CapГ­tulo 10 (#litres_trial_promo)

CapГ­tulo 11 (#litres_trial_promo)

CapГ­tulo 12 (#litres_trial_promo)

CapГ­tulo 13 (#litres_trial_promo)

CapГ­tulo 14 (#litres_trial_promo)

CapГ­tulo 15 (#litres_trial_promo)

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Dedicado a mi madre, Frances Goldin, a quien siempre le gustaron los misterios.




PrГіlogo


Hubo un tiempo en el que el planeta Zarti estaba en paz. La raza mГЎs avanzada era una especie de amables herbГ­voros de cuello largo cuyas ambiciones no iban mГЎs allГЎ de llenar sus barrigas. Estos Zarticku se ajuntaron entre ellos en rebaГ±os para protegerse de depredadores ideando unas simples formas de comunicaciГіn a fin de intercambiar ideas sencillas entre ellos.

Sin previo aviso, llegaron los Offasii. Esta raza espacial llegó en masa hasta Zarti, cientos de millones de ellos —posiblemente toda la población entera de Offasii— en naves con un diámetro cada una de varios kilómetros. Se dispersaron como saltamontes por su idílico planeta cambiando el curso de la vida en él de manera irrevocable.

Primero crearon zoolГіgicos, y los llenaron de ejemplares de cada especie de animal que pudieron encontrar. Estos ejemplares fueron examinados, investigados y estimulados de varias formas por razones demasiado ingeniosas como para ser comprendidas. Los Zarticku pasaron las pruebas y fueron apartados, mientras el resto fueron devueltos a su entorno natural.

Intentaron juntar a todos los del planeta. Los Zarticku que pudieron ser capturados se colocaron en unas jaulas especiales; los que no pudieron ser capturados, fueron asesinados. Y entonces empezaron las torturas. Muchos Zarticku fueron diseccionados. Algunos otros no corrieron la misma suerte y fueron abiertos en vida para que sus sistemas pudiesen ser examinados en funcionamiento. Los gritos de aquellas pobres criaturas se escuchaban desde otras jaulas, sembrando el pГЎnico entre otros animales creando todavГ­a mГЎs muertes.

NingГєn Zarticku se le permitiГі reproducirse de forma normal. Su esperma y Гіvulos fueron especialmente seleccionados para juntarse mediante inseminaciГіn artificial, y los Offasii estuvieron apuntando los resultados obtenidos de estas reproducciones durante tres generaciones. Cuando sus ordenadores tuvieron suficientes datos, empezaron a modificar la estructura del ADN de los gameto de los Zartic. Los genes que no eran adecuados fueron desechados. Se sustituyeron por otros nuevos para comprobar los efectos que producirГ­an en la nueva generaciГіn. Algunos de estos nuevos genes no resultaron Гєtiles, siendo eliminados en las siguientes generaciones.

Tras veinte generaciones de Zartic, apareciГі una nueva raza que coincida con el modelo deseado por los Offasii. Cuando esta generaciГіn llegГі a la edad adulta todos los miembros que quedaban de generaciones anteriores fueron muertos, sin dejar ninguno en vida salvo la raza Zarticku para heredar aquel mundo.

Estas criaturas eran sustancialmente diferentes que sus ancestros, los cuales vagaban libres por los bosques de Zarti. Eran mГЎs grandes, mГЎs fuertes y mГЎs sanos. Y mucho mГЎs perspicaces. De hecho, poseГ­an pelo apelmazado en sus espaldas, convirtiГ©ndose este en una especie de fina coraza. PequeГ±os apГ©ndices en sus hombros servГ­an originalmente para mantener el equilibrio sobre las ramas de los ГЎrboles mientras comГ­an, y acabaron desarrollГЎndose como brazos terminados en seis dedos con dos pulgares opuestos entre si que les permitГ­an manipular objetos. Su esperanza de vida se habГ­a duplicado. Y, lo mГЎs importante, eran mucho mГЎs inteligentes que sus antepasados. Su nivel de inteligencia se habГ­a cuadriplicado como mГ­nimo.

Pero poseГ­an un legado de sus predecesores. Historias de torturas por parte de los Offasii habГ­an circulado de boca a oreja con el paso de los aГ±os, y con cada generaciГіn, nuevas historias terrorГ­ficas se iban aГ±adiendo a la anterior.

Dichas historias iban aumentando en nГєmero, y el mito de los Offasii tambiГ©n.

Ahora, que habГ­an obtenido en principio lo que querГ­an, los Offasii empezaron a usar y abusar de sus sГєbditos. Los Zarticku se convirtieron en esclavos de la raza mГЎs vieja, y fueron usados en las tareas menos especializadas y mГЎs rutinarias. HabГ­an sido encadenados a mГЎquinas que no requerГ­an supervisiГіn alguna, forzados a tomar parte en rituales sin utilidad alguna, y dejando que desmontaran dichas mГЎquinas tan sГіlo para que otros Zarticku las volvieran a montar de nuevo. PodrГ­an ser cazados y muertos por los Offasii sГіlo por diversiГіn.

A veces eran lanzados a las arenas contras animales salvajes o contra otros de su misma especie. Aunque el sexo estaba permitido, la elecciГіn de parejas era realizada por los Offasii, y no seguГ­an un patrГіn en pro de los Zarticku.

La Г©poca de esclavitud durГі un siglo. Durante este tiempo, el aspecto del planeta cambiГі. Cada centГ­metro cuadrado de terreno cultivable era explotado eficientemente por los Offasii. Nacieron ciudades, planificadas y construidas para ser perfectas. Sistemas de transporte y comunicaciГіn estaban por todas partes.

Entonces un dГ­a, los Offasii se fueron. Se tratГі de un Г©xodo ordenado y bien planeado, sin dar explicaciГіn alguna a los Zarticku. Un dГ­a los Offasii habГ­an dominado aquel mundo a su manera, y al dГ­a siguiente, subieron a sus enormes naves espaciales, las cuales habГ­an sido guardadas desde el dГ­a en que llegaron, y partieron hacia el espacio. Dejaron tras de si todos sus trabajos, sus ciudades, sus fГЎbricas y sus mГЎquinas. Abandonaron tambiГ©n una raza que habГ­an convertido en esclavos, los cuales quedaron muy perplejos y estupefactos.

Al principio, los Zarticku no podГ­an creer que sus amos se hubiesen ido. Se acurrucaron muertos de miedo pensando que este era un nuevo mГ©todo de tortura suyo. Pero pasaron las semanas, y no habГ­a rastro alguno de los Offasii. Mientras tanto, habГ­a cosechas y mГЎquinas que necesitaban ser atendidas. Casi como por reflejo, volvieron a las tareas que acostumbraban hacer.

Pasaron varios siglos y los Zarticku convirtieron aquella inteligencia creada para la ocasiГіn en algo mГЎs suyo. Examinaron las mГЎquinas que los Offasii habГ­an dejado y descubrieron los principios de la ciencia; de allГ­, las mejoraron y adaptaron para sus propГіsitos. Desarrollaron su propia cultura. Usaron su intelecto para construir su filosofГ­a y pensamiento abstracto. DiseГ±aron su propio entretenimiento y ocio. Empezaron a vivir la vida tranquila de las especies inteligentes que habГ­an creado su propio planeta.

Pero entre tanto Г©xito siempre habГ­a cierto miedo, el miedo a los Offasii. Siglos de opresiГіn cruel habГ­an dejado huella en la psique de los Zartic. ВїQuГ© sucederГ­a si algГєn dГ­a los Offasii regresaran? Seguro que no se tomarГ­an a bien tal usurpaciГіn de sus mГЎquinas por parte de esclavos. IdearГ­an nuevas y mГЎs horribles torturas y los Zarticku, como siempre, las sufrirГ­an.

Esta era la atmГіsfera de miedo y curiosidad que alimentГі la idea mГЎs atrevida que tuvo la raza Zartic: el Proyecto de ExploraciГіn Espacial.




CAPГЌTULO 1


Los dos carriles de la ruta estatal 1 de California discurrГ­an paralelamente a la costa. Al oeste, a veces a tan sГіlo a sesenta metros de la carretera, estaba el OcГ©ano PacГ­fico, lanzando sus olas sobre la arena y las piedras de la playa estatal de San Marcos. Al este, unos acantilados de roca blanca y desnuda se levantaban hasta una altura de mГЎs de sesenta metros. MГЎs allГЎ de los acantilados, una cordillera de montaГ±as. No eran muy altas, la mayor apenas tenГ­a trescientos metros sobre el nivel del mar, pero era suficiente para los habitantes del lugar. Las montaГ±as estaban cubiertas por dispersos bosques de cipreses y malezas enredadas, con pocas especies mГЎs de vegetaciГіn presentes en pequeГ±os lugares.

En lo alto de acantilado, con vistas hacia la autopista y el ocГ©ano, habГ­a una pequeГ±a cabaГ±a de madera. Estaba en el medio de un claroscuro, la Гєnica seГ±al de presencia humana entre tanta naturaleza. Un coche estaba aparcado junto a la cabaГ±a en el lugar donde se habГ­a colocado grava alrededor del perГ­metro del edificio. Esta se extendГ­a hasta unos nueve metros, justo antes de una roca, poco mГЎs de cinco metros mГЎs allГЎ, hacia los ГЎrboles.

HabГ­a un estrecho y descuidado camino que conectaba la carretera con la cabaГ±a. No era en lГ­nea recta, si no que serpenteaba entre los ГЎrboles hasta el claroscuro. Un par de luces se podГ­an ver a lo largo del camino, apareciendo y desapareciendo a medida que un coche tomaba las curvas o pasaba entre los cipreses.

Stella Stoneham permanecГ­a de pie en medio de la oscuridad mirando como aquellas luces del coche se aproximaban. A medida que se acercaban cada vez mГЎs, en su interior intentaba ser valiente. TomГі una Гєltima calada a su cigarrillo y lo apagГі nerviosamente con su pie sobre la grava. Si habГ­a alguien al que no querГ­a ver en aquel momento era su marido, pero parecГ­a no tener opciГіn.

FrunciГі el ceГ±o y levantГі la mirada al cielo. La noche estaba despejada, con restos de nubes tapando las estrellas. MirГі otra vez a los faros del coche. En un minuto llegarГ­a. Tras suspirar, entrГі de nuevo a la cabaГ±a.

Normalmente el interior de aquel lugar la alegraba con su luminosidad y su calor, pero aquella noche, irГіnicamente, parecГ­a llevarla hasta una profunda depresiГіn. La habitaciГіn era grande y estaba vacГ­a, dando la imagen de espacio y libertad que Stella querГ­a. HabГ­a un gran sofГЎ marrГіn junto a una de las paredes, con una mesilla y una lГЎmpara junto a Г©l. En la esquina, mirando segГєn el sentido de las agujas del reloj, habГ­a un fregadero y una estufa pequeГ±a; un armario colgado de la pared, tallado con filigranas y gnomos rojos colgando de una de sus esquinas. TambiГ©n en aquella pared habГ­a un estante con diversos utensilios de cocina, todavГ­a nuevos como el primer dГ­a por su falta de uso. Siguiendo en la misma habitaciГіn habГ­a una pequeГ±a mesa junto a la tercera esquina. La puerta del dormitorio de atrГЎs y del baГ±o permanecГ­a entreabierta, con la luz de la habitaciГіn principal penetrando suavemente hacia la oscuridad. Para terminar, habГ­a un escritorio con una mГЎquina de escribir, un telГ©fono y una vieja silla plegable junto a la esquina cerca de la puerta. El centro de la habitaciГіn estaba vacГ­o con excepciГіn de una alfombra marrГіn que cubrГ­a el suelo de madera.

De aquel lugar no era fácil enamorarse, cosa que sabía Stella, pero si tenía que ocurrir una pelea —y es lo que parecía que iba a ocurrir— sería mejor que fuera en su propio territorio.

Se sentГі en el sofГЎ y se levantГі al poco rato. PaseГі por lo largo de la habitaciГіn, preguntГЎndose que deberГ­a hacer con sus manos mientras estuviera hablando o escuchando. Los hombres eran afortunados al tener bolsillos. Pudo escuchar el ruido del coche pisando la grava muy cerca de la puerta de la cabaГ±a. Se abriГі la puerta del coche para cerrarse de un golpe. Pisadas de hombre se escucharon fuerte frente a las escaleras delanteras. Se abriГі la puerta y entrГі su marido.

* * *

Este debГ­a ser el onceavo sistema solar que habГ­a explorado personalmente, lo que significa que, para Garnna iff-Almanic, el trabajo de encontrar y examinar planetas se habГ­a convertido en un trabajo rutinario pero exГіtico a la vez. El Zartic habГ­a sido entrenado durante aГ±os antes de ser aceptado en el Proyecto. HabГ­a, en primer lugar, un entrenamiento mental estricto el cual permitГ­a proyectar su mente fuera de su cuerpo y hasta las profundidades el espacio con ayuda de mГЎquinas y sustancias.

Pero un Explorador ha de tener mГЎs que solamente eso. Ha de trazar el curso en el vacГ­o, tanto para intentar localizar un planeta nuevo como para encontrar el camino a casa; eso requiere de un gran conocimiento sobre navegaciГіn celestial. Tiene que clasificar rГЎpidamente el planeta que estГЎ investigando, lo que se llaman un experto actualizado-a-la-Гєltima en la siempre en desarrollo ciencia de la planetologГ­a. Se le puede ordenar escribir un informe sobre las formas de vida, si las hubiese, en dicho planeta; lo que requiere poseer conocimientos de biologГ­a. Y, en caso de encontrar vida inteligente en el planeta, ha de ser capaz de describir el nivel de su civilizaciГіn con tan sГіlo un vistazo y ser requerido estar libre de prejuicios personales y miedos en lo posible hacia sociedades alienГ­genas y sus diferentes maneras de hacer las cosas que un Zartic normal lo llevarГ­an a enloquecer.

Pero lo más importante de todo, es que tiene que vencer el miedo instintivo de los Zartic hacia los Offasii, y es lo que requiere de más entrenamiento. Su mente se cierne sobre un nuevo sistema solar, e inspecciona sus posibilidades. Aquella era la Exploración realizada a mayor distancia hasta la fecha, a más de cien parsec de Zarti. La estrella era una enana amarilla – del tipo normalmente asociada con las que tienen sistemas planetarios. Pero en cuanto a si este sistema tenía planetas... Garnna hizo una mueca. Aquella era siempre la parte que más odiaba de todas.

EmpezГі recorriendo inmediatamente el espacio que rodeaba la estrella. Su terminaciones nerviosas se expandieron como si fuera una red, volviГ©ndose cada vez mГЎs finas a medida que colocaba porciones de su mente en las tres dimensiones buscando planetas.

ВЎAquГ­! EncontrГі uno casi al instante, pero lo descartГі rГЎpidamente. No era nada mГЎs que una bola de roca sin aire, y ni poseГ­a vida protoplasmГЎtica dentro de la zona de habitabilidad de la estrella. Aunque creГ­a que podrГ­a existir algГєn tipo de vida allГ­, no le preocupГі y continuГі ampliando su red.

Otro planeta. Se alegrГі por encontrar este otro, porquГ© los tres lugares que ahora poseГ­a, un sol y dos planetas, significaban para Г©l que se trataba de un sistema elГ­ptico. HacГ­a poco que se habrГ­a descubierto que los sistemas planetarios forman por general un Гєnico plano, con un pequeГ±o numero de desviaciones individuales en Г©l. Ahora que conocГ­a su orientaciГіn, podГ­a detener su expansiГіn tridimensional y concentrarse en explorar todo el ГЎrea dentro del plano eclГ­ptico.

El segundo planeta tambiГ©n resultГі ser una decepciГіn. Estaba dentro de la zona habitable, pero eso solamente era lo que decГ­a en su favor. La atmГіsfera estaba cubierta por nubes llenas de diГіxido de carbono, mientras que la superficie era tan cГЎlida que los ocГ©anos de aluminio y los rГ­os de estaГ±o era lo Гєnico que existГ­a. No podГ­a existir vida protoplasmГЎtica alguna, de ninguna manera.

Garnna continuГі en su ExploraciГіn.

Lo siguiente que se encontrГі fue una sorpresa: un planeta doble. Dos enormes objetos del tamaГ±o de un planeta dando vueltas a la estrella en una Гіrbita en comГєn. Tras una inspecciГіn en detalle, uno de ellos parecГ­a tener mucha mГЎs masa que el otro; Garnna empezГі a pensar que aquel era el principal y el otro su satГ©lite.

IntentГі centrar su atenciГіn a lo mГЎximo en aquel sistema mientras mantenГ­a la red que habГ­a desplegado. El satГ©lite era otra gran bola gris sin aire, mГЎs pequeГ±o incluso que el primero, y no parecГ­a poseer vida alguna, pero el otro prometГ­a. Desde el espacio tenГ­a un aspecto azulado y blanco. Lo blanco eran nubes y lo azul, aparentemente, agua lГ­quida. Grandes cantidades de agua lГ­quida. Eso daba rienda a pensar que poseГ­a vida protoplasmГЎtica. ComprobГі la atmГіsfera y quedГі todavГ­a mГЎs sorprendido. ExistГ­an grandes cantidades de oxigeno para poder respirar. AnotГі mentalmente el ir a investigar sobre el terreno para conocer mejor el lugar, y siguiГі buscando planetas.

El siguiente que descubriГі fue uno pequeГ±o y rojo. Con una pequeГ±a atmГіsfera la cual parecГ­a estar compuesta principalmente de diГіxido de carbono con una cantidad casi indetectable de oxigeno. La temperatura de la superficie era adecuada para la vida protoplasmГЎtica, pero de haberla, debГ­a ser escasa, si existente, ya que habГ­a poca agua; una seГ±al inequГ­voca de su presencia. Aunque aquel lugar tenГ­a posibilidades, el planeta principal del sistema doble tenГ­a muchos mГЎs. Garnna continuГі con su expansiГіn.

La red se habГ­a alargado, y ahora el Zartic llegaba con su mano mГЎs y mГЎs lejos. EmpezГі a ver borroso y su mente parecГ­a perder toda su identidad. EncontrГі algunas diminutas rocas flotando por el espacio, pero no les dedicГі tiempo alguno. El siguiente mundo era un gigante de gas. Era muy difГ­cil acceder a Г©l porquГ© su mente estaba ya cansada, pero al final resultГі no ser necesario. HabГ­a finalizado la bГєsqueda de planetas mГЎs allГЎ de la Гіrbita de este Гєltimo, por lo que nadie dirГ­a nada si lo dejara ahГ­. Los Offasii nunca estarГ­an interesados en ellos, ni lo estaba Garnna.

RegresГі al sistema doble de planetas. SintiГі gran alivio cuando dio vueltas por las partes mГЎs extensas de su mente expandida por el espacio. Siempre era una buena sensaciГіn el terminar con el primer planeta, una sensaciГіn como de haber podido ajuntar pedazos que habГ­an estado juntos anteriormente. Una sensaciГіn similar a crear un RebaГ±o de individuos, pero mucho mГЎs pequeГ±o y una escala personal.

Era lo suficientemente malo ser un solitario Zartic en el espacio, separado del RebaГ±o sin la seguridad de su propio grupo. Aquel trabajo era necesario por el bien del rebaГ±o, por supuesto, pero no tenГ­a que hacerlo todo mГЎs placentero. Y cuando un Гєnico Zartic tenГ­a que esforzarse hasta el final, todo era mГЎs insoportable. Por eso Garnna odiaba aquella parte de la misiГіn como la que mГЎs. Pero ya habГ­a terminado, y ahora podГ­a concentrarse en lo realmente importante de la ExploraciГіn.

* * *

Wesley Stoneham era un hombre grande, de mГЎs de metro ochenta, con unos hombros anchos y bien musculados y un rostro parecido al de un hГ©roe de mediana edad. TodavГ­a tenГ­a todo su cabello, una densa melena negra, cortada de tal manera que nunca llegaba a estar enredada. Su frente comparГЎndola con su cabellera era estrecha y larga, y sus cejas pobladas. Los ojos de color gris metГЎlico y con aspecto decidido, su nariz prominente y recta. En su mano, llevaba una maleta de tamaГ±o mediano.

—Tengo tu nota —es lo que único que dijo cuando sacó un trozo de papel de su bolsillo dejándola junto a los pies de su esposa.

Stella espirГі con fuerza. ConocГ­a aquel tono de voz a la perfecciГіn, y sabГ­a que aquella iba a ser una noche larga y amarga.

—¿Por qué llevas maleta? —preguntó ella.

—Mientras conducía hasta aquí, pensé que terminaría pasando la noche— su voz era uniforme y suave, pero se volvió seria una vez dejó la maleta en el suelo.

—¿Nunca has pensado pedir permiso a la otra persona antes de venir?

—¿Por qué debería hacerlo? Esta es mi cabaña, construida con mi dinero.

El énfasis en el “mi” en ambos casos fue ligero pero inconfundible.

Ella se dio la vuelta. Incluso de espaldas a Г©l, pudo notar su mirada clavГЎndose en su alma.

—¿Por qué no terminas con ello, Wes? “Mi cabaña, mi dinero, mi esposa”, ¿no se trata de eso?

—Tu eres mi esposa, lo sabes.

—Ya no.

Ahora podГ­a notar como sus ojos iban poniГ©ndose cada vez mГЎs rojos, por lo que intentГі calmar sus emociones. Llorar no llevarГ­a a ninguna parte, y con ello no lograrГ­a su propГіsito. HabГ­a aprendido a base de malas experiencias que a Wesley Stoneham no le afectaban las lГЎgrimas.

—Lo eres hasta que la ley diga lo contrario —dio dos pasos hacia ella, la agarró por los hombros y le dio la vuelta—y tu vas a mirarme cada vez que te hable.

Stella intentГі deshacerse de Г©l, pero sus dedos la apretaban demasiado la piel, uno de ellos (Вїlo hizo a puesta?) pinchГі un nervio creГЎndole un calambrazo de dolor que hizo separarlo de Г©l.

—Mucho mejor —dijo él— por lo menos un hombre puede esperar un poco de buenos modales de su propia mujer.

—Lo siento —dijo suavemente. Había cierto resquemor en su voz cuando intentaba ponerle cierta alegría en ello— debería ir al horno y preparar mi gran pastel hecho en casa de tu querida-esposa.

—Guárdate el sarcasmo para alguien que le guste es mierda, Stella —gritó Stoneham— quiero saber porque pides el divorcio.

—Bueno, la razón principal es que —empezó diciendo con el mismo tono que antes, pero Stoneham la abofeteó en una mejilla— te dije que podría pasar —dijo él.

—Creo que mis razones deberían ser más evidentes —dijo Stella con rencor. Ahora su mejilla estaba sonrojada en el mismo lugar donde había sido golpeada. Colocó su mano allí, más como cohibición que por dolor.

A Stoneham se le inflaron las narices, y su mirada se convirtiГі en algo muy frГ­o. Stella la evitГі, pero obstinadamente se mantuvo en pie. HabГ­a algo maligno en las palabras de su marido.

—¿Has tenido algún amorío con aquel hippie mayor?

Necesitó un instante para darse cuenta de lo que quería decir. A una milla de la cabaña, en el Cañón Totido, un grupo de jóvenes habían llegado a un campamento de verano abandonado para crear lo que terminaron llamando “Comuna Totido”. Por culpa de su extraño comportamiento y vestimenta, fueron considerados por los residentes del lugar como hippies y tratados como tales. Su líder era un hombre mayor, de casi cuarenta, el cual parecía mantener aquel grupo en orden según sus leyes.

—¿Estás hablando de Carl Polaski? —preguntó Stella incrédula.

—No me refiero a Papá Noel.

A pesar de su nerviosismo, Stella rió —Eso es ridículo. Y además, él no es ningún hippie. Es un profesor de psicología investigando el fenómeno del abandono.

—La gente me dice que suele venir a esta cabina a menudo, Stell. No me gusta.

—No hay nada malo en ello. Viene para algunos recados y de paso me hace alguna chapuza. Le pago dejándole la cabaña para escribir. Escribe aquí porqué no tiene otro lugar con suficiente intimidad para decir lo que realmente piensa en la comunidad.

A veces hablamos. Es un hombre muy interesante, Wes. Pero no, no hemos tenido nada junto, y no lo tendremos.

—¿Y que es lo que te corroe por dentro? ¿Por qué quieres el divorcio? —fue hacia el sofá y se sentó sin apartar la mirada de ella un instante.

Stella caminГі de un lado a otro delante de Г©l unas pocas veces. JuntГі y separГі sus manos, para al final dejarlas a los lados.

—Me gustaría ser capaz de tener cierto respeto hacia mi mismo— dijo.

—Ya lo eres. Puedes llevar la cabeza bien alta ante cualquiera en este país.

—No es lo que quería decir. Me gustaría, aunque fuera una vez, ser capaz de firmar como “Stella Stoneham” en lugar de “La sra. Wesley Stoneham”. Quizás hacer una fiesta para la gente que yo quiera, no para tus compinches políticos. Sí, me gustaría sentirme alguien igual que tu en este matrimonio, no otro de tus objetos sin gracia que tienes en casa.

—No te entiendo. Te he dado todo lo que cualquier mujer desearía.

—Excepto identidad. Por la parte que te toca, no soy un ser humano, tan sólo tu esposa. Hago de florero en cenas de cien dólares el plato mientras le río las gracias a las esposas de otros posibles políticos. He hecho a un abogado de empresa lo suficientemente respetable socialmente como para presentarse como candidato. Y, cuando no me usas, me olvidas, enviándome a una pequeña cabaña junto al mar o me dejas hablando conmigo misma por alguna de las quince habitaciones de la casa. No puedo vivir de esta manera, Wes. Quiero irme.

—Que tal una separación temporal, quizás un mes.

—Dije I-R-M-E. Una separación no serviría de nada. Lo malo, querido marido, está en nosotros mismos. Te conozco bien, y se que nunca cambiarás a algo aceptable para mi. Y nunca estaré contenta siendo un adorno. Por lo tanto, una separación no será bueno para nosotros. Quiero el divorcio.

Stoneham cruzГі las piernas.

—¿Ya has hablado de esto con alguien?

—No— dijo mirando su rosto.

—No, tenía pensando verme con Larry mañana, pero siento que tenía que decírtelo a ti primero.

—Bien— dijo Stoneham en un susurro casi imperceptible.

—¿Y eso, qué significa? —preguntó Stella rápidamente. Sus manos se movían nerviosamente, lo que provocó que fuera hasta el escritorio a por un paquete de tabaco. Necesitaba un cigarrillo.

Pero no fue hasta que tuvo un cigarrillo entre sus labios cuando se dio cuenta que no le quedaban cerillas.

—¿Tienes fuego?

—Sí—

Stoneham hurgГі en el bolsillo de su abrigo y sacГі una caja de cerillas.

—Quédatelos— dijo dándoselos a su mujer.

Stella los cogiГі y los examinГі con interГ©s. El dorso de la caja era plateada, con estrellas rojas y azules alrededor del borde. En el centro habГ­an unas palabras que decГ­an:



WESLEY STONEHAM

SUPERVISOR

CONDADO DE SAN MARCOS



Dentro, el papel alternaba rojo con blanco y azul.

MirГі a su marido de manera burlona, el cual le estaba sonriendo.

—¿Te gustan? —preguntó él.

—Me las dio esta tarde el impresor.

—¿No es algo precipitado? —preguntó ella sarcásticamente.

—Solamente por un par de días. El viejo Chottman ha renunciado al Consejo por enfermedad a finales de la semana, y han permitido que nombre como sucesor a quien quiera el puesto. No será oficial, por supuesto, hasta que el gobernador lo nombre, pero sé de fuentes fiables que mi nombre será uno de los tenidos en cuenta. Si Chottman dice que me quiere para el puesto, el gobernador aceptará. Chottman tiene setenta y tres años y muchos favores.

Algo empezó a vislumbrarse en la mente de Stella. —O sea, es por eso que no quieres el divorcio, ¿no es así?

—Stell, tú sabes tan bien como yo lo puritano que es Chottman —dijo Stoneham— el viejo se opone rotundamente a cualquier tipo de pecado, y para él el divorcio es uno de ellos. Solamente Dios sabe porqué.

Г‰l se levantГі del sofГЎ y regresГі junto a su mujer otra vez, agarrando sus hombres esta vez con cuidado.

—Es por esto que te pido que esperes. Será una semana o dos.

Stella mostrГі una sonrisa triunfante en su rostro.

—Bueno, ahora ya sabemos porqué el grande y poderoso Wesley Stoneham ha venido reptando hasta aquí. No me dejarás ni con un mínimo de respecto hacía mi, ¿verdad? No me dejarás ni con la certeza de que tu llegada era para salvar el matrimonio, por poco que quedara de él. No, es por un favor que tú quieres.

Ella dejГі sacГі con furia una cerilla y la encendiГі junto al cigarrillo como una locomotora de vapor subiendo una montaГ±a. TirГі la cerilla usada en el cenicero, y la caja junto a este.

—Bueno, ya tengo suficiente con tu cosas, Wesley. Estoy cansada de hacer tanto para tu imagen ante la ciudadanía de San Marcos. La única persona que tienes en cuenta eres tú mismo. Supongo que nunca me darás el divorcio si me quedo esperando, ¿verdad?

—Sí, si es lo que quieres.

—Sí. El Gran Político en búsqueda de acuerdos mutuos. Haz lo que tengas que hacer, si es lo que te lleva a lo que realmente quieres. Bueno, tengo una pequeña sorpresa para ti, Señor Supervisor. No hago tratos con gente como tú. No me importa una mierda si eres político o no. Mañana iré a la oficina de tu abogado para empezar con el papeleo.

—Stella.

—Quizás tendré también una pequeña charla con la prensa sobre toda la humanidad que corre por tus venas, mi querido marido.

—Te lo advierto, Stella.

—Eso será un gran problema, ¿no, Wes? Y más si vas a ser elegido...

—¡PARA, STELLA!

—... por los votantes en tu nuevo puesto en lugar de ser asignado por lo que realmente eres.

—¡STELLA!

Sus manos estaban sujetando su cuello mientras gritaba su nombre. QuerГ­a detenerla, pero no podГ­a. Sus labios seguГ­an hablando y hablando, y las palabras dieron paso a una neblina de silencio que envolviГі toda la cabaГ±a. Sus colores en la habitaciГіn desaparecieron para pasar a un tenue rojo sangre. Г‰l la sacudiГі mientras apretaba con fuerza sus enormes manos junto a su cuello.

El cigarrillo cayГі de sus dedos durante el ataque, soltando parte de su ceniza al suelo. Stella colocГі sus manos sobre el pecho de su marido intentando separarse de Г©l. Durante un instante lo logrГі, pero Г©l seguГ­a con ello, esta vez utilizando sus brazos con todas las fuerzas con las que disponГ­a.

Sus dedos se iban adormeciendo a medida que se acercaban al cuello. No notaba calor alguno en la piel de ella mientras apretaba sus arterias del cuello y sus mГєsculos. Lo Гєnico que sentГ­a eran los suyos propios, apretando, apretando y apretando.

Fue apagГЎndose poco a poco. Su rostro parecГ­a contento, aunque aquella confusiГіn le nublГі la vista. Sus ojos saltones estaban preparados para fijarse en sus bolsillos, abiertos de par en par contemplГЎndole...

La dejo ir. Ella cayГі al suelo despacio. Como a cГЎmara lenta, tan lento como un sueГ±o. No se escuchГі sonido alguno cuando golpeГі contra el suelo. Se desplomГі como cuando un muГ±eco de trapo cae junto a otros juguetes.

ParecГ­a uno mГЎs de ellos, a excepciГіn de su cara, un rostro morado e hinchado. TenГ­a la lengua fuera con una mueca grotesca, y sus ojos vidriosos mostraban terror. Un fino hilo de sangre caГ­a por su nariz, cayendo sobre sus morados labios terminando en la alfombra marrГіn. Uno de los dedos de su mano izquierda se habГ­a torcido dos o tres veces, terminando rГ­gido por completo.

* * *

Aquel mundo azul y blanco estaba bajo sus pies, esperando ser tocado con su mente. Garnna atravesГі la atmГіsfera quedando abrumado por la abundancia de vida. HabГ­a criaturas en el aire, criaturas en tierra y criaturas en el agua. La primera prueba, por supuesto, fue la bГєsqueda de cualquier Offasii que pudiera haber por ahГ­, pero tan sГіlo le bastГі un escaneo rГЎpido para descubrir que no habГ­a ninguno. Los Offasii no habГ­an sido encontrados en ningГєn planeta explorado por los Zarticku, pero la bГєsqueda tenГ­a que continuar. La raza Zartic no podГ­a respirar tranquila hasta que descubrieran lo que pasГі con sus antiguos amos.

El propГіsito principal de la ExploraciГіn ahora estaba cumplido. Quedaba la segunda misiГіn: determinar que tipo de vida habГ­a habitado este planeta, inteligente o no, y si podГ­a resultar algГєn problema para los Zarti.

Garnna creГі otra red, esta vez mГЎs pequeГ±a. RecorriГі todo el planeta con su mente, buscando seГ±ales de inteligencia. Su bГєsqueda tuvo Г©xito al instante. Luces empezaron a brillar durante la noche, indicado la presencia de grandes ciudades. Un gran nГєmero de ondas de radio, moduladas artificialmente, cruzaban la atmГіsfera por todas partes. Las siguiГі hasta su origen encontrando torres y edificios altos. Y encontrГі criaturas responsables de aquellas ondas de radio, de la construcciГіn de los edificios y de las luces. Caminaban derechos sobre sus dos piernas con sГіlidos, sin ninguna armadura como los Zartic. Eran mГЎs bajos, quizГЎs tan sГіlo la mitad que los Zarticku, y la mayor parte de su pelo se concentraba en sus cabezas. ObservГі sus hГЎbitos alimenticios y se dio cuenta de que eran omnГ­voros. Para una raza herbГ­vora como la Zarticku, tales criaturas parecГ­an ser crueles y maliciosas por naturaleza, mГЎs peligrosos que otras especies. Pero por lo menos eran mejores que los feroces carnГ­voros. Garnna habГ­a visto un par de sociedades carnГ­voras, donde las matanzas y destrucciГіn ocurrГ­an a diario, y el mero pensamiento sobre ellos lo estremeciГі. DeseГі que toda la vida en el universo fuera herbГ­vora. Se suponГ­a que sus prejuicios personales no debГ­an interferir en sus obligaciones. Su trabajo ahora era el de observar aquellas criaturas durante el perГ­odo de tiempo que le permitiera volver en un futuro estudio.

TomГі nota sobre estas criaturas, especificando que parecГ­an tener el instinto de rebaГ±o mГЎs que el actuar como individuos solitarios. Se congregaban en grandes ciudades y parecГ­an hacer la mayorГ­a de cosas en multitudes. TenГ­an el potencial de poder vivir solos, pero no lo utilizaban mucho.

Se concentrГі otra vez a fin de prepararse para realizar observaciones con mГЎs detalle. Hizo zoom en la superficie de aquel mundo. Sin duda, las criaturas eran diurnas o si no, no hubieran necesitado luces en sus ciudades, por lo que se fijo en un lugar del hemisferio de dГ­a para observar. No le importaba ser visto por los nativos; el mГ©todo Zartic de exploraciГіn del espacio se encargarГ­a de protegerlo.

Básicamente, ese método separaba por completo el cuerpo de la mente. Se tomaban sustancias para ayudar con la disociación, mientras el Explorador permanecía tranquilo en la máquina. Cuando la separación ocurría, la máquina se encargaba de todos los aspectos mecánicos de las funciones del cuerpo —el latir del corazón, la respiración, la nutrición, etcétera. La mente, mientras tanto, era libre de vagar a su gusto.

Pocos límites habían sido descubiertos. La velocidad en la que se podía “viajar” —si, de hecho, se podía ir a alguna parte— era tan rápida que no se podía medir; teóricamente´podía ser incluso infinita. Cualquier mente podría concentrarse hasta el tamaño de una única partícula subatómica, o expandirse para cubrir amplias áreas del espacio. Podría detectar radiación electromagnética en cualquier parte del espectro. Y lo mejor de todo desde el punto de vista de un Zarticku, es que no podía ser detectado por ningún sentido físico. Era un fantasma el cual no podía ser visto, escuchado, olido, probado o tocado. Todo ello lo hacía el vehículo ideal con el que explorar el universo más allá de la atmósfera de Zarti.

Garnna se detuvo en un lugar donde la tierra estaba preparada para el cultivo. Las granjas eran variadas, pero en las pocas sociedades en las que habГ­a investigado, tanto la forma como las funciones eran siempre las mismas. Aquellas criaturas araban el campo con herramientas sencillas llevadas por un herbГ­voro de dos cuernos a su servicio. Aquel estado primitivo de agricultura no parecГ­a coherente con una civilizaciГіn que podГ­a producir tales ondas de radio. A fin de resolver aquella paradoja, Garnna decidiГі entrar en contacto con uno de los nativos.

Había otra ventaja de aquel sistema. Parecía que tenía la habilidad de “escuchar” los pensamientos de otras mentes. Se trataba de telepatía, pero en un sentido restrictivo ya que trabajada tan sólo en un sentido. Garnna era capaz de escuchar los pensamientos de los otros, pero él resultaba indetectable.

Aquel fenГіmeno no resultГі de tanta ayuda como era pensado. Los individuos inteligentes pensaban parcialmente en palabras de su propio idioma, pero tambiГ©n en conceptos abstractos y en imГЎgenes visuales. Los pensamientos llegaban muy rГЎpidamente y desaparecГ­an para siempre. Diferentes especies poseГ­an distintas formas de pensamiento primitivos segГєn las diferencias en sus inputs sensoriales. Y dentro de una misma raza, cada individuo tenГ­a su propio cГіdigo privado de sГ­mbolos.

La lectura de la mente, por lo tanto, tendГ­a a ser algo meticuloso y muy frustrante. Garnna tenГ­a que superar montaГ±as de impresiones sinsentido que lo bombardeaban a un nivel insoportable en cada idea. Con suerte, podrГ­a leer algunas emociones generales y aprender unos pocos conceptos bГЎsicos que existГ­an dentro de la mente contactada. TenГ­a experiencia en aquel procedimiento, y no tenГ­a miedo del trabajo duro si era por el bien del RebaГ±o, por lo que se metiГі de lleno en ello.

Tras varios intentos y conjeturas varias, Garnna fue capaz de ajuntar cada una de las pequeГ±as piezas de aquel mundo. Tan sГіlo habГ­a una raza inteligente en ella, pero estaba dividida en varias culturas. Varios patrones constantes emergieron en casi todas ellas. AllГ­ los grupos generalmente consistГ­an de unos pocos adultos, normalmente relacionados entre ellos o sus parejas, y sus hijos. El propГіsito de aquellos grupos estaban mГЎs orientados hacia la educaciГіn de los jГіvenes que la de proporcionar seguridad a cada uno de sus miembros. ParecГ­a que habГ­an algunos individuos que sobrevivГ­an sin ningГєn grupo. El RebaГ±o era un concepto mГЎs abstracto que en Zarti.

AprendiГі, tambiГ©n, que algunas culturas del planeta eran mГЎs ricas que otras. El mГЎs rico podrГ­a encontrarse en el lado nocturno del planeta. En aquella particular cultura, muchas de las cosas hechas a mano en realidad lo eran por mГЎquinas, y se suponГ­a que tenГ­a que haber comida para todos. La idea que una porciГіn del RebaГ±o podГ­a estar sobrealimentada mientras que otra pasar hambre resultaba cruel para un Zartic. IntentГі reprimir sus emociones una vez mГЎs. Estaba ahГ­ solamente para observar, y debГ­a hacerlo lo mejor posible.

DecidiГі investigar aquella cultura ultra rica. Evaluando aquellas criaturas como una amenaza en potencia para el RebaГ±o, sus superiores tan sГіlo estarГ­an interesados en sus capacidades superiores. No importarГ­a en absoluto lo que hicieran las culturas mГЎs pobres si el rico poseГ­a un mГ©todo de viaje interestelar con objetivo militar.

Con tal velocidad de pensamiento, Garnna pasГі volando por una enorme extensiГіn de ocГ©ano y llegГі al hemisferio nocturno. EncontrГі enseguida varias grandes ciudades costeras con luces que resplandecГ­an ante Г©l. Aquellas criaturas debГ­an ser diurnas, pues sin duda no les gustaba el efecto de la oscuridad en sus vidas. HabГ­a partes de las ciudades que brillaban como el dГ­a, y un lugar en una de las ciudades donde una multitud de criaturas se habГ­an reunido sobre unos asientos para ver algo que ocurrГ­a en una zona mientras un nГєmero menor de criaturas se movГ­as por un campo alargado. La forma era parecida a lo que habГ­a visto en numerosos otros mundos, en especial donde omnГ­voros y carnГ­voros eran dominantes y en una constante competiciГіn. En lugar de dividirse en lo que hubiera supuesto una ventaja para el RebaГ±o, tal como se hubiera hecho en Zarti, aquellas criaturas se juntaban para competir, donde los vencedores lo ganaron todos y los perdedores nada. Aunque lo intentГі Garnna no pudo comprender del todo lo que aquella competiciГіn significaba para aquellas criaturas.

Siguió. Observó los edificios de los nativos y los encontró mejores que los de Zarti en muchas maneras. Las máquinas para transporte también eran avanzadas, siendo tanto eficientes como capaces de viajar a grandes velocidades. Pero se dio cuenta que quemaban carburantes químicos para moverse. Por eso, aunque fuera temporal, hizo que quitara esas criaturas de la lista de amenazas. Obviamente no usarían dichos carburantes químicos si hubieran descubierto métodos más eficientes para utilizar la energía nuclear, pues ninguna raza sería capaz de viajar a través de las estrellas utilizando tan sólo carburantes químicos. Estas criaturas deben conocer la existencia de la energía nuclear —de hecho, a juzgar por su amplia tecnología, Garnna se habría sorprendido si no la conocieran— pero era un salto demasiado grande desde donde se encontraban hasta los viajes interestelares; los Zarticku no necesitan preocuparse de esta raza en un futuro próximo. Incluso si los Zarticku no hubieran perfeccionado todavía los viajes interestelares.

PasГі la mayor parte del tiempo recogiendo materiales que necesitarГ­a para su informe. Como siempre, habГ­a una sobreabundancia de informaciГіn, y tenГ­a que eliminar cuidadosamente algunos detalles muy importantes para hacer lugar a constantes las cuales le ayudarГ­a a construir su propia imagen cohesiva de aquella civilizaciГіn. Otra vez, el todo se superpuso a los detalles.

TerminГі sus investigaciones y se dio cuenta que todavГ­a tenГ­a algo de tiempo a utilizar antes que se le requiriera regresar a su cuerpo. DeberГ­a usarlo. TenГ­a una pequeГ±a aficiГіn, una aficiГіn inofensiva. Zarti tenГ­a tambiГ©n costa, y Garnna habГ­a nacido cerca de una de ellas. HabГ­a pasado su juventud cerca del mar y nunca se habГ­a cansado de mirar las olas venir y rompiendo en la playa. Por eso, se encontrara donde se encontrara, durante su tiempo libre recordaba sus aГ±os de niГ±ez junto al ocГ©ano. Ayudaba a ver a los extraterrestres como algo familiar y no provocaba problema alguno a nadie. PlaneГі suavemente a lo largo de la costa del ocГ©ano en aquel extraГ±o mundo, contemplando y escuchando aquella agua negra, casi invisible, romper contra la oscura arena de aquel planeta a cientos de parsec de su lugar de nacimiento.

Algo le llamГі la atenciГіn. En lo alto de los acantilados que daban a la playa en aquel punto, estaba brillando una luz. DebГ­a ser un solitario individuo de aquella sociedad, lejos de su grupo mГЎs cercano. Garnna, se dejГі ir hacia allГ­.

La luz provenГ­a de un pequeГ±o edificio, construido sencillamente en comparaciГіn con los edificios de la ciudad pero sin duda confortable para una sola criatura. HabГ­a dos vehГ­culos aparcados fuera, ambos sin nadie dentro. Ya que no eran automГЎticos, implicaba que al menos debГ­a haber dos extraterrestres dentro del edificio.

Utilizando tan sГіlo su mente, Garnna atravesГі las paredes de la cabaГ±a como si no existieran. Dentro habГ­a dos criaturas, hablando una con la otra. La escena no parecГ­a muy interesante. Garnna tomГі nota rГЎpidamente de los muebles de la habitaciГіn y cuando se disponГ­a a abandonar el lugar, una de las criaturas atacГі de repente a la otra. La agarrГі del cuello y empezГі a estrangularla. Sin fijarse mucho, Garnna pudo notar la rabia que emitГ­a la criatura atacante. Lo dejГі frГ­o. Normalmente los instintos como especie lo habГ­a obligado a venir volando hacia el lugar a la mГЎxima velocidad. En aquel caso, a la velocidad del pensamiento. Pero Garnna habГ­a recibido un extenso entrenamiento para dominar sus instintos. HabГ­a sido entrenado para ser siempre un simple observador. Y observГі.

* * *

Stoneham volviГі a la realidad poco a poco. EmpezГі con un sonido, un rГЎpido ka-thud, ka-thud, ka-thud que reconociГі como el latido de su corazГіn. Nunca lo habГ­a oГ­do tan fuerte. ParecГ­a como si fuera a terminar con el universo. Stoneham puso sus manos sobre sus orejas a fin de parar aquel sonido, pero no hizo otra cosa que empeorar la situaciГіn. Se escuchГі un timbre como un hormigueo agudo parecido a la alarma de un reloj sonando dentro de su cabeza.

Y entonces vino el olor. En el aire parecГ­a haber un olor extraГ±o, un olor como de baГ±o. Numerosas manchas iban apareciendo en la parte trasera del vestido de Stella.

Gusto. HabГ­a sangre en su boca, salada y tibia, dГЎndose cuenta Stoneham que se habГ­a mordido a si mismo los labios.

Tacto. SentГ­a un hormigueo en la punta de los labios, sus muГ±ecas parecГ­an haber estado temblando, pero su bГ­ceps permanecГ­an relajados tras haber estado tensos en exceso.

Vista. El color volviГі al nivel normal para aquel mundo, y la velocidad a la usual. No habГ­a otra cosa a ver que la del cuerpo de la esposa postrada sin vida en medio del suelo.

Stoneham permanecГ­a allГ­ durante no se sabe cuantos minutos. Sus ojos recorrieron la habitaciГіn, saliendo a la bГєsqueda de un lugar comГєn donde quedar fijados y asГ­ evitar el cuerpo a sus pies. Pero no por mucho tiempo. HabГ­a cierta fascinaciГіn horripilante por el cuerpo de Stella que le obligГі a contemplarlo estuviera donde estuviera dentro de la habitaciГіn.

Se arrodillГі junto a su esposa y le tomГі el pulso, sabiendo que ya no existГ­a. Su mano notГі el frГ­o en ella (Вїo era tan sГіlo su imaginaciГіn?) desapareciendo toda seГ±al de vida en ella. ApartГі rГЎpidamente su mano y se levantГі otra vez mГЎs.

CaminГі hacia el sofГЎ, se sentГі en Г©l y allГ­ se quedГі mirando durante un rato largo la otra pared. Unas letras parecГ­an gritarle:

FAMOSO ABOGADO LOCAL DETENIDO POR LA MUERTE DE SU MUJER.

Todos aquellos aГ±os planificando con cuidado su carrera polГ­tica, haciendo favores a gente a cambio de favores hacia Г©l, ir a aburridas fiestas y cenas que no parecГ­an terminar nunca... todo aquello terminГі hundiГ©ndose sobre un gran vГ©rtice de calamidad.

Y empezГі viendo largos y vacГ­os aГ±os, paredes grises y barrotes ante Г©l.

—¡No! —gritó. Miró al cuerpo sin vida a su esposa.

—No, creo que te gustaría, ¿verdad? No dejaré que ocurra, no a mi. Tengo cosas demasiadas importantes para hacer.

Una sorprendente calma se estableciГі en su mente haciГ©ndole ver de manera clara lo que habГ­a echo. DestrozГі el todavГ­a humeante cigarrillo que su esposa habГ­a dejado caer. Luego fue hasta el estante de los utensilios y tomГі un cuchillo enrollando su paГ±uelo sobre el mango a fin de no dejar huellas. SaliГі y cortГі un trozo grande de cuerda de tender. De vuelta a la cabaГ±a, atГі las manos de su esposa por detrГЎs doblando su cuerpo para poder atar sus pies a su cuello.

Tomando el cuchillo de nuevo, procediГі a realizar un corte limpio sobre el cuello de Stella. Sangre goteГі poco mГЎs de unas pocas gotas por tener ya su corazГіn sin bombear.

Dio hachazos a sus pechos creando una obscena masacre en su vestido a la altura de su entrepierna. Por si no hubiera sido suficiente, siguiГі su trabajo en el abdomen de ella, cara y brazos. Le sacГі los ojos e intentГі cortarle la nariz, pero era demasiado dura para su cuchillo.

A continuación, hundió el cuchillo en la sangre y escribió con él “Muerte a los cerdos” en una de las paredes. Como acto final, cortó el cordón telefónico de un solo golpe. A continuación, dejó el cuchillo en el suelo junto al cuerpo a la vez que recogía la nota que ella le había escrito sobre su intención de divorciarse. Se la colocó en el bolsillo de sus pantalones.

PermaneciГі de pie observГЎndola una vez mГЎs. Sus manos y su ropa estaban literalmente untados con sangre. Pensaba que no lo harГ­a nunca. TenГ­a que deshacerse de ello de alguna manera.

Limpio sus manos a consciencia en el fregadero hasta que logrГі sacar todo rastro de sangre.

MirГі alrededor de la habitaciГіn y encontrГі algo que le hizo recobrar el aliento: una pequeГ±a caja de cerillas sobre la mesa que habГ­a junto al cenicero. Lo cogiГі, pensando que serГ­a de locos dejar una pista como aquella para que la policГ­a. ColocГі la caja de cerillas con cuidado en su bolsillo.

Luego fue donde habГ­a dejado su maleta y saco ropa limpia de ella. RГЎpidamente se cambiГі, pensando que deberГ­a enterrar su ropa vieja en algГєn lugar a una milla o mГЎs de allГ­ para que no la encontraran. Entonces regresarГ­a a la cabaГ±a y harГ­a ver haber encontrado el cuerpo. Ya que el cable del telГ©fono estaba cortado, tendrГ­a que conducir hasta algГєn lugar para llamar a la policГ­a. El vecino mГЎs cercano con telГ©fono estaba a dos millas de ahГ­.

Stoneham examinГі su trabajo. La sangre estaba embadurnando todo el suelo y parte de los muebles, el cuerpo estaba desmembrado de una horripilante manera, y el mensaje estaba escrito en la pared. Aquella era una escena parecida a una pesadilla surrealista. NingГєn asesino hubiera realizado tal carnicerГ­a como aquella. Toda la comuna se sentirГ­a culpable, quizГЎs Polaski tambiГ©n. Eso servirГ­a para dos propГіsitos: cubrir su culpabilidad y quitarse de encima de una vez por todas de aquellos jodidos hippies de San Marcos.

HabГ­a una pala dentro de una pequeГ±a caja de herramientas fuera de la cabaГ±a. Stoneham la cogiГі y caminГі hacia el bosque para enterrar su ropa. Puesto que no habГ­a llovido durante meses, la tierra estaba seca y compacta; no dejГі huellas algunas mientras andaba.

* * *

No le llevГі mucho tiempo a la criatura grande matar a la pequeГ±a. Pero tras hacerlo, el asesino parecГ­a no poder hacer nada por culpa de sus acciones. Cautelosamente, Garnna accediГі a la mente del asesino. Sus pensamientos eran un batiburrillo de confusiГіn. TodavГ­a quedaban trazos de ira, pero parecГ­an ir desvaneciГ©ndose lentamente. Otros sentimientos iban creciendo. Culpabilidad, pena, miedo al castigo; estas eran todas las cosas que Garnna conocГ­a bien. ProfundizГі un poco mГЎs en su mente y supo que la criatura muerta pertenecГ­a al mismo subgrupo que la superviviente; de hecho, era su pareja.

El horror de Garnna en este punto era tan fuerte que le provocГі desconectar de su mente. Por sus capacidades intelectuales podrГ­a aceptar la idea de asesinar, incluso la de su propia pareja. Pero emocionalmente el shock de la experiencia en primera persona provocГі que su mente se estremeciera.

PermaneciГі allГ­ durante minutos, esperando que pasara tanto el shock como el disgusto. Al final, su entrenamiento le puso los pies en la tierra y empezГі a observar de nuevo los alrededores. La gran criatura estaba dando machetazos al cuerpo de la criatura pequeГ±a con un cuchillo. ВїQuГ© tipo de costumbre horrible era aquella? Si era habitual, aquellos omnГ­voros deberГ­an ser evaluados de nuevo por tal potencial. Incluso los carnГ­voros que Garnna habГ­a observado no se comportaban de una forma tan obscena.

NecesitГі todo su autocontrol para poder entrar en contacto con el cerebro del extraterrestre una vez mГЎs. Lo que vio lo confundiГі y perturbГі. Por primera vez, habГ­a sido testigo en directo de un plan individual para llevar a cabo una acciГіn que lo llevarГ­a directamente hacia el dios de aquel RebaГ±o. HabГ­a culpabilidad y vergГјenza en su mente, lo que le llevГі a Garnna a creer que aquel asesinato estaba lejos de una prГЎctica comГєn. El instinto de rebaГ±o todavГ­a funcionaba, pero estaba bastante reprimido.

E ignorarlo todo era el miedo al castigo. La criatura sabГ­a que lo que habГ­a echo estaba mal, y aquella serie de horribles acciones eran un intento de evasiГіn, algo que Garnna no podГ­a decir, del castigo que llegarГ­a de forma natural.

Era una situación nueva. Nunca antes, según recordaba Garnna, un Explorador había terminado envuelto en una situación individual a este extremo. Lo que siempre había importado era el conjunto. Pero quizás había ganado algunas percepciones observando como se desarrollaba aquella situación. Incluso cuando pensaba en ello, “escuchaba” una campana sonar en su mente. Aquel aviso fue el primero durante la Exploración antes de terminar. Deberían quedar algo más de seis minutos y tendría que volver a casa. Decidió quedarse y contemplar la escena, aunque nunca pensó que terminara ocurriendo lo que ocurrió.

SondeГі un poco mГЎs a fondo la mente del extraterrestre y fue testigo de su engaГ±o. La criatura estaba intentando evitar su remordimiento echГЎndole la culpa del crimen a algГєn inocente. Si el crimen original habГ­a sido espantoso para Garnna, todo aquello era innombrable. HabГ­a una cosa que dejaba a la pasiГіn entre tanta violaciГіn de las normas del RebaГ±o, pero resultГі ser otro engaГ±o mГЎs que perjudicarГ­a a cualquiera. La criatura no solamente sobreponГ­a su bienestar por encima del RebaГ±o, sino que tambiГ©n por encima de otros individuos.

Garnna no podГ­a seguir manteniГ©ndose neutral y despreocupado. Aquella criatura tenГ­a que ser alguien anormal. Incluso aceptando ciertas diferencias en nuestras costumbres, ninguna sociedad aguantarГ­a mucho si aquello fuera la norma. CaerГ­a en pedazos debido a tanto odio y desconfianza mutua.

La criatura ya habГ­a abandonado la cabaГ±a, y caminaba despacio entre los ГЎrboles. Garnna lo siguiГі. La criatura llevaba consigo la ropa que habГ­a llevado puesta dentro de la habitaciГіn, sГ­ como la herramienta de fuera la cabaГ±a. Cuando se habГ­a alejado una milla del edificio, soltГі la ropa y empezГі a usar aquella herramienta para cavar un agujero. Cuando este fue lo suficientemente profundo, el extraterrestre enterrГі la ropa vieja y la tapГі de nuevo, sacudiГ©ndose el polvo con cuidado para no levantar sospechas.

Garnna capto imГЎgenes de la mente de la criatura. HabГ­a satisfacciГіn por haberlo terminado con Г©xito. TambiГ©n habГ­a un alivio del miedo desde que habГ­a evitado el castigo. Y una sensaciГіn de triunfo por haber derrotado o quizГЎs haber sido mГЎs listo que el RebaГ±o. Este Гєltimo sentimiento hizo temblar a Garnna. ВїQuГ© tipo de criatura era aquella que se revelaba al resto de su RebaГ±o causando tal daГ±o? Era algo malo para los estandartes, lo tenГ­a que ser. Algo habГ­a que hacer para que aquel ser fuera descubierto. Pero...

La segunda alarma sonГі dentro de su mente. ВЎNo! PensГі. No quiero regresar. Tengo que estar aquГ­ y hacer algo con esta situaciГіn.

Pero no tenГ­a elecciГіn alguna. No se conocГ­a hasta cuanto una mente podГ­a permanecer fuera de su cuerpo sin provocar problemas el uno con el otro. Si estaba demasiado tiempo su cuerpo podrГ­a morir, y tambiГ©n serГ­a un problema si la mente viviera mГЎs allГЎ de Г©l. No serГ­a algo bueno si su mente fuera destruida por culpa de su falta de cuidado.

A regaГ±adientes, Garnna sacГі su mente de aquella escena de tragedia en aquel mundo azul y blanco y regresГі a su cuerpo situado a mГЎs de cien parsec de allГ­.

* * *

De vuelta a la cabina, Stoneham sintiГі cierta satisfacciГіn tras haber superado con Г©xito aquella mala situaciГіn. Incluso si la policГ­a no culpara a los hippies, no habrГ­a evidencia alguna contra Г©l, o eso creyГі. NingГєn motivo, ninguna evidencia, sin testigos.

Una milla de allГ­, una chica llamada Deborah Bauer se despertГі gritando tras tener una pesadilla.




CAPГЌTULO 2


No iba a ser un buen dГ­a, cuando John Maschen decidiГі conducir por la costa hacia su oficina en la ciudad de San Marcos. A su derecha, el cielo empezaba aclarecГ­a desde un oscuro azul a uno claro cuando justo el sol empezaba a subir por encima de las colinas sobre el horizonte; pero todavГ­a estaba fuera del alcance de la visiГіn de Maschen los acantilados que se levantaban por el lado este de la carretera. Al oeste, las estrellas habГ­an desaparecido en aquel azul aterciopelado, lo Гєnico que quedaba de la noche.

No hay dГ­a que pueda ser bueno si empieza teniendo que ir a trabajar a las cinco y media de la maГ±ana continuГі diciendo Maschen sobretodo cuando hay un asesinato de por medio.

Condujo hasta su oficina con cierta sensaciГіn de desaliГ±o. El subjefe Whitmore lo habГ­a llamado con urgencia, y Maschen no habГ­a tenido tiempo ni de afeitarse. No habГ­a querido molestar a su esposa que dormГ­a, y, en la oscuridad, se habГ­a puesto el uniforme equivocado, el que habГ­a llevado el dГ­a anterior. OlГ­a como si hubiera jugado un partido completo de baloncesto con Г©l. Solamente habГ­a tenido quince segundos para peinarse su escaso pelo, tomГЎndolo como Гєnica concesiГіn a su higiene.

Un dГ­a que empieza asГ­, repitiГі, no puede ser otra cosa que una metedura de pata.

Su reloj mostraba las cinco cuarenta y ocho cuando entrГі por la puerta de la oficina del Sheriff.

—Muy bien, Tom, ¿de qué se trata?

El subjefe Whitmore se quedГі mirando como entraba su jefe. TenГ­a aspecto juvenil, aunque solamente les separaba medio aГ±o, y su falta de experiencia lo hizo ideal para el puesto de agente en el turno de noche. Su largo y rubio cabello permanecГ­a siempre limpio, y su uniforme planchado sin ninguna mancha. Maschen sentГ­a cierto arrebato de odio hacia cualquiera que pareciese inmaculado a esa hora, aunque sabГ­a que aquel sentimiento era inaceptable. Era parte del trabajo de Whitmore parecer eficiente, y Maschen tenГ­a que llamarle la atenciГіn si no tuviera tal aspecto.

—Hubo un asesinato en una cabaña privada cerca de la costa a medio camino entre aquí y Bellington —dijo Whitmore—. La víctima era la señora Wesley Stoneham.

Los ojos de Maschen se abrieron de golpe. Tal como pensaba, el dГ­a habГ­a empeorado todavГ­a mГЎs. Y no eran ni las seis. SuspirГі.

—¿Quién se encarga del caso?

—Acker hizo el informe inicial. Está estudiando la escena del crimen, reuniendo toda la información que pueda. Al menos, se asegura que nada se toca hasta que tu le eches un vistazo.

Maschen asintiГі con la cabeza.

—Está bien. ¿Tienes una copia del informe?

—Un minuto, señor. Me lo han pasado por radio, y he tenido que mecanografiarlo yo mismo. Acabo con dos frases más y estará.

—Bien. Voy a por una taza de café. Quiero el informe en mi mesa cuando regrese.

Siempre habГ­a una cafetera de tГ© reposando en la oficina, pero siempre estaba imbebible y Maschen nunca lo tomaba. En su lugar, cruzaba la calle hacia el restaurante que abrГ­a toda la noche. DejГі de leer el periГіdico.

—¿No es demasiado pronto para ti, Sheriff?

Maschen ignorГі la cordialidad que habГ­a en tan educada pregunta.

—Café, Joe, y lo quiero negro— sacó unas monedas de su bolsillo y las soltó sobre el mostrador. El dependiente olvidó la actitud del sheriff y procedió a llenar la copa de café en silencio.

Maschen se lo tomó en grandes tragos. Entre tragos, pasaba largos periodos de tiempo observando la pared que estaba enfrente suyo. Parecía recordar haberse encontrado con la señora Stoneham —no lograba recordar su nombre— una o dos veces en alguna fiesta o cena. Recordaba haber pensado en ella como una de las pocas mujeres que había vivido su edad adulta como algo más que una carga para ella cultivando cierta gracia madura sobre ella misma. Parecía una buena persona, y le sabía mal que estuviera muerta.

Pero lo que le sabГ­a peor de todo es que habГ­a sido la esposa de Wesley Stoneham. Eso lo complicarГ­a mucho mГЎs. Stoneham era un hombre que habГ­a descubierto lo importante que era y esperaba que el mundo tambiГ©n lo hiciera. No era solamente rico, si no que su dinero contaba en tГ©rminos de influencia. ConocГ­a a todas las personas correctas, y la mayorГ­a de ellas le debГ­an algГєn favor de una manera u otra. El rumor que se habГ­a extendido fue que habГ­a sido considerado para el puesto del Consejo tras la renuncia en pocos dГ­as de Chottman. Si le gustabas a Stoneham, las puertas se abrГ­an como por arte de magia; si fruncГ­a el ceГ±o, terminarГ­a golpeГЎndote en tu cara.

Maschen llevaba en la policГ­a durante treinta y siete aГ±os, y como sheriff desde los Гєltimos once. VolverГ­a a presentarse para la reelecciГіn el aГ±o siguiente. QuizГЎs era sensato estar del lado de Stoneham, cualquiera que fuera. TodavГ­a no conocГ­a los detalles del caso, pero ya tenГ­a la sensaciГіn que serГ­a uno bien ruin. MurmurГі algunas palabras sobre el cuerpo de policГ­a.

—¿Perdón, Sheriff? —dijo Joe.

—Nada— gruñó Maschen. Terminó su café de un trago, soltó la taza en el mostrador de un golpe y salió del restaurante.

De vuelta a la oficina, el informe estaba esperando en su mesa tal como habГ­a pedido. No habГ­a gran cosa en Г©l. HabГ­a llegado una llamada a las 3.07 am informando de un asesinato. La persona que llamaba era el seГ±or Wesley Stoneham, desde la residencia del Sr. Abraham Whyte. Stoneham dijo que su mujer habГ­a sido asesinada por un grupo desconocido mientras estaba sola en su cabaГ±a. Stoneham habГ­a llegado al lugar hacia las dos y media descubriendo su cadГЎver, pero la lГ­nea de telГ©fono en la cabaГ±a fue cortada, por lo que tuvo que llamar desde casa de un vecino. Se enviГі una patrulla para investigar.

El señor Stoneham se encontró con el oficial de la investigación en la puerta de la cabaña. Dentro, el agente encontró el cadáver, identificándolo con la esposa de Stoneham, atado de manos y pies, con su cuello abierto, sus ojos arrancados y su pecho y brazos brutalmente destrozados. Había una posibilidad de ataque sexual, ya que la región púbica había sido cortada. Decoloraciones faciales y marcas en su cuello indicaban estrangulación, pero no habían otros signos de estrangulamiento de ningún tipo dentro de la cabaña. Junto al cuerpo estaba un cuchillo de cocina aparentemente usado para hacer aquella carnicería, provenía del set de utensilios colgados de la pared. La alfombra estaba manchada de sangre, presuntamente de la víctima, y un mensaje había sido escrito con sangre en la pared: “Muerte a los cerdos”. Un trozo incompleto de cigarrillo que había sido encendido permanecía en el suelo, y una cerilla en uno de los ceniceros. Aparentemente la habitación estaba tal cual.

Maschen cerrГі el informe, los ojos y apretГі sus nudillos contra sus pГЎrpados. No podГ­a tratarse simplemente de un secuestro y asesinato, Вїno? ParecГ­a tratarse de una venganza psicГіpata, la que atrae a los medios. ReleyГі la descripciГіn del cuerpo y sintiГі cierto escalofrГ­o. HabГ­a visto todo tipo de situaciones salvajes en sus treinta y siete aГ±os de trabajo en la policГ­a, pero nunca habГ­a visto algo asГ­. No pensaba que se tratara de un caso cualquiera. TenГ­a que ir hasta el lugar de los hechos y ver el cuerpo por si mismo.

Pero sabía que tenía que ir. En un caso como aquel, con toneladas de publicidad —y con Stoneham mirándole por encima de los hombres— tenía que investigar personalmente. El condado de San Marcos no era lo suficientemente grande para poder permitirse, o requerir, de una unidad de homicidios a tiempo completo.

PulsГі el botГіn del intercomunicador.

—¿Tom?

—¿Sí, señor?

—Llama a Acker— tomó aire y se levantó de la silla. Tenía que reprimir sus bostezos mientras salía por la puerta y bajaba por las escaleras hasta recepción.

—Lo tengo en línea, señor” —dijo el joven subjefe mientras sostenía el micrófono al sheriff.

—Gracias— tomó el micrófono y pulsó el botón de transmisión.

—Ven.

—Soy Acker, señor. Todavía estoy en la cabina de Stoneham. El señor Stoneham ha regresado a su casa en San Marcos para intentar dormir algo. Tengo su dirección.

—No importa, Harry. Ya lo tengo en algún lado en mis ficheros. ¿Hay avances en la investigación desde que hiciste el primer informe?

—He comprobado el lugar alrededor de la cabaña en búsqueda de posibles huellas, pero no he tenido suerte, señor. No ha llovido en meses, lo sabe, y la tierra aquí está muy dura y seca. Gran parte del lugar está cubierto por rocas con una fina capa de arena y grava. No fui capaz de encontrar nada.

—¿Y los coches? ¿Había huellas de neumático?

—El coche de la señora Stoneham estaba aparcado junto a la cabaña. Hay dos pares de huellas, unas del coche de Stoneham y otras del mio. Pero el asesino no pudo llegar en coche. Existen varios lugares a cierta distancia que se pueden hacer a pie.

—Alguien tenía que conocer bien el camino, pero, ¿no cree que se hubieran perdido en la oscuridad?

—Seguramente, señor.

—Harry, que quede entre nosotros, ¿cómo lo ves?

PermaneciГі en silencio durante un instante.

—Bueno, siendo franco, señor, esto es lo más repugnante que he visto nunca. Casi vomito cuando vi lo que le hicieron a esa pobre mujer. No puede haber razón alguna por la que el asesino hizo eso. Creo que estamos ante un lunático, uno de los peligrosos.

—Muy bien, Harry —dijo Maschen calmado— Espera aquí. Voy reunirme con Simpson y luego volveré contigo. Fuera.

ApagГі la radio y devolviГі el micrГіfono a Whitmore.

Simpson era el subjefe mejor entrenado en aspectos cientГ­ficos de criminologГ­a. Cuando ocurrГ­a un caso mГЎs complejo de lo comГєn, el departamento intentaba confiar en el mГЎs que otros de sus miembros. Por norma general, Simpson no entraba a trabajar hasta las diez, pero Maschen lo llamГі de urgencia, informГЎndole de lo urgente que era la situaciГіn, y que lo irГ­a a buscar. TomГі el kit de huellas dactilares del subjefe y una cГЎmara y las puso en su coche, para luego conducir hasta donde estaba Simpson.

El subjefe estaba esperГЎndolo en el porche de casa. Juntos, Г©l y el sheriff, condujeron hasta la cabaГ±a de Stoneham. Poco se hablГі durante el viaje; Simpson era un hombre delgado y muy tranquilo que normalmente se lo guardaba todo para Г©l, mientras que el sheriff tenГ­a mГЎs que suficiente en pensar en los diferentes aspectos del crimen.

Cuando llegaron, Maschen dejГі irse a Acker diciГ©ndole que se fuera a casa y que intentara dormir. Simpson se puso manos a la obra, primero fotografiando la habitaciГіn y el cuerpo desde todos los ГЎngulos, y luego recogiendo pequeГ±os trozos de objetos en pequeГ±as bolsas de plГЎstico para al final espolvorear la habitaciГіn en bГєsqueda de huellas dactilares. Maschen llamГі a una ambulancia, se sentГі y observГі el trabajo del subjefe. En cierta manera, se sentГ­a inГєtil.

Simpson era el que estaba mГЎs entrenado para el trabajo, y era poco lo que el sheriff podГ­a aГ±adir a la destreza del subjefe. QuizГЎs, pensГі Maschen vehementemente, despuГ©s de todo este tiempo he descubierto que estoy destinado a ser un burГіcrata y no un policГ­a. Aquel no podГ­a ser un comentario mГЎs triste.

Simpson terminГі su trabajo justo cuando llegaba la ambulancia. Cuando el cuerpo de la seГ±ora Stoneham fue llevado a la morgue, Machen siguiГі buscando en la cabaГ±a hasta que regresГі a la ciudad con Simpson. Eran casi las ocho y media, y el estГіmago de Maschen empezaba a recordarle que todo lo que habГ­a tomado para desayunar solamente era una taza de cafГ©.

—¿Qué piensas sobre el asesinato? —preguntó el frío Simpson.

—No es corriente.

—Bueno, eso es algo obvio. Nadie normal... espera... ningún asesino corriente hubiera destrozado un cuerpo de esa forma.

—No es lo que quiero decir. El asesino es alguien ingenuo.

—¿Qué quieres decir?

—El asesino mató la mujer primero, y luego, la ató.

Maschen apartГі la mirada de la carretera durante un momento.

—¿Cómo sabes eso?

—No había ningún corte profundo mientras las manos estaban atadas, y aquellas cuerdas estaban fuertemente atadas. Por lo tanto, el corazón paró de bombear sangre antes de ser atada. Además, fue asesinada antes de aquellos cortes en su cuerpo, si no, habría salido mucho más sangre.

—En otras palabras, no estamos antes el típico sádico que ata a una mujer, la tortura y luego la asesina. ¿Estás diciendo que ese hombre primero la mato, y luego la ató para desmembrarla?

—Sí.

—Pero eso no tiene ningún sentido.

—Es por eso que dije que no es usual.

Permanecieron en silencio el resto del trayecto, cada uno de ellos pensando a su manera sobre las circunstancias extraГ±as de aquel caso.

Cuando llegaron a la oficina, Simpson se dirigiГі al pequeГ±o laboratorio para analizar las pruebas. Maschen subiГі por las escaleras hasta su despacho cuando Carroll, su secretaria, saliГі hasta el pasillo.

—Cuidado —susurró— hay un grupo de periodistas esperando para asaltarte.

QuГ© rГЎpido han venido los buitres, dijo Maschen. Me preguntГі si cada uno ha avisado al otro, o si pueden oler la muerte y el sensacionalismo desde lejos. No esperaba encontrarse con ellos tan pronto, por lo que no tenГ­a nada preparado para decirles. Su estГіmago le recordaba que no todavГ­a no habГ­a comido nada sГіlido desde hace catorce horas. Se preguntaba si todavГ­a tendrГ­a tiempo para un desayuno rГЎpido antes de que lo encontraran.

No lo hubo. Alguien apareciГі en lo alto de las escaleras.

—Aquí está el sheriff— dijo un hombre. Maschen continuó subiendo las escaleras tras Carroll. Sabía que aquel no iba a ser un buen día.

Estaba sorprendido, incluso cuando llegГі al final de la escalera. HabГ­a esperado encontrarse, quizГЎs, a un puГ±ado de periodistas de una par de periГіdicos del condado. Pero la habitaciГіn estaba repleta de gente, la Гєnica de las que pudo reconocer fue Dave Grailly del San Marcos Clarion. El resto no le era familiar. Y no solamente habГ­a gente, si no que tambiГ©n todo tipo de dispositivos. CГЎmaras de televisiГіn, micrГіfonos y otro equipamiento de emisiГіn estaba colocada cuidadosamente por todas partes, con distintivos de las tres mayores redes asГ­ como de las cadenas de Los Angeles y San Francisco. Estaba abrumado con la idea de que el caso estaba atrayendo mucha mГЎs publicidad de la esperada.

En el momento en que apareciГі, un griterГ­o de una veintena de personas empezГі a preguntarle una baterГ­a de preguntas diferentes al mismo tiempo. Aturdido, Maschen solamente podГ­a permanecer en pie un rato bajo tal lluvia de cuestiones, para al final perder la compostura. Se dirigiГі al lugar donde habГ­a instalado los micrГіfonos y anunciГі:

—Caballeros, si tienen la suficiente paciencia, les proporcionaré una declaración en unos minutos. Carroll, busca tu libreta de notas y ven a mi despacho. ¿De acuerdo?

EntrГі a su despacho y cerrГі la puerta. CerrГі los ojos, intentando respirar hondo y quizГЎs calmar sus nervios. Las cosas iban sucediendo una tras otra demasiado rГЎpida para su gusto. Eran solamente un sheriff de un condado pequeГ±o, sobrepasando la triste normalidad a la que estaba acostumbrado. Otra vez, el pensamiento de que no deberГ­a ser policГ­a cruzГі su mente. HabГ­a centenares de otros trabajos en el mundo mejor pagados y con menos estrГ©s.

Alguien llamГі a la puerta que habГ­a tras Г©l. Se levantГі, la abriГі y Carroll apareciГі ante Г©l con una libreta de notas. Maschen se dio cuenta enseguida de que no tenГ­a ni la mГЎs remota idea de lo que tenГ­a que decir. Cada palabra era de suma importancia porquГ© estarГ­a hablando, no solamente a Dave Grailly del Clarion, si no que a una red de noticias y televisiones, lo que englobaba potencialmente a cada persona de los Estados Unidos. Su boca se secГі como antesala al miedo escГ©nico.

Al final decidiГі limitarse a los hechos que sabГ­a. DejГі a los periГіdicos que sacaran sus propias conclusiones: de todas formas, asГ­ lo harГ­an. Paseaba por toda la habitaciГіn mientras dictaba a su secretaria, deteniГ©ndose a menudo para pedirle que leyera lo que habГ­a dicho y corregir alguna frase que sonara incГіmoda. Cuando terminГі, hizo que lo leyera en voz alta dos veces, solamente para asegurarse que era exacto. Luego le pidiГі que lo mecanografiara.

Cuando lo estaba haciendo, Г©l se sentГі junto a su mesa y juntГі sus manos para evitar que temblasen. El pensamiento que no era apto para ese trabajo no lo abandonaba. HabГ­a estado un buen policГ­a durante treinta aГ±os, y desde entonces las cosas habГ­an sido mucho mГЎs simples. ВїHabГ­a pasado el tiempo para Г©l en aquel apartado lugar sin mГЎs? ВїEra la Гєnica razГіn por la cual habГ­a tenido Г©xito como sheriff el no tener nada desafiante por hacer en aquel pequeГ±o contado con costa? Y ahora, que el presente parecГ­a haberle alcanzado por fin, ВїserГ­a capaz de encararlo como es debido?

Carroll entrГі con una copia mecanografiada y un papel de carbГіn para su aprobaciГіn antes de hacer duplicados. Maschen se preocupГі por dedicarle cierta cantidad de tiempo a leer todo el documento. Cuando ya no podГ­a posponer lo inevitable, le devolviГі el papel de carbГіn para que hiciera copias. Tras despejar su garganta varias veces, saliГі del despacho.

Fue recibido por los flashes de las cГЎmaras, que lo cegaron por unos momentos cuando intentaba llegar a los micrГіfonos. Le tomГі un poco de tiempo encontrarlos.

—Tengo una declaración oficial por el momento— dijo. Miró al papel que tenía en sus manos pero a penas podía ver las letras por las luces de los periodistas en sus ojos. Con cierta vacilación, empezó su discurso. Describió las circunstancias del descubrimiento del cuerpo y el espeluznante estado en el que se encontró el cuerpo. Mencionó la frase escrita en la pared, pero no mencionó la hipótesis de Simpson sobre la planificación del asesinato. Concluyó diciendo

—Copias de esta declaración estarán disponibles para todo el que quiera una.

—¿Hay algún sospechoso? —le gritó uno de los periodistas.

—Eh, no, todavía es temprano para saberlo, todavía estamos reuniendo información.

—Sabiendo que esta comisaria es tan pequeña, ¿tiene la intención de pedir ayuda estatal o federal para resolver el caso?

Aquella pregunta vino de una parte diferente de aquella habitaciГіn.

Maschen sintiГі enseguida la presiГіn en Г©l. Las cГЎmaras de televisiГіn estaban apuntГЎndole con un largo y fijo ojo. Estaba preocupado por llevar puesto un uniforme sucio y sin planchar y por no haber podido afeitarse aquella maГ±ana. ВїEra aquella la imagen que recorrerГ­a todo el condado? ВїUn paleto descuidado que no puede llevar su propio condado cuando pasan cosas realmente malas?

—Ni mucho menos —dijo a propósito— todo indica que la solución del crimen está dentro de las capacidades de este comisaria. No tengo planeado pedir ayuda externa por esta vez. No.

—¿Cree posible que el asesino tuviera motivos políticos?

—No sabría que contestar.

—Considerando la importancia del caso y lo inusual que resulta, ¿a quien va a poner al cargo?

Cuando terminГі de formular la pregunta, solamente podГ­a esperarse una respuesta.

—Yo me hago responsable personalmente de la investigación.

—¿Informará de todo en el boletín informativo?

—Cuando tenga una idea del tipo de persona a la que estamos buscando, sí. Si no logramos en poco tiempo, no habrá problema.

—¿Qué tipo de persona cree usted que ha cometido tal terrible crimen?

En aquel instante, Maschen vio Howard Willsey, el abogado del distrito, entrando a la habitaciГіn por detrГЎs, y durante un momento se preguntГі

—Porqué... ehm... tiene que venir a molestar. Perdonad, caballeros, creo que el abogado del distrito desea hablar con ustedes.

Hubieron ciertos murmuros entre los periodistas cuando empezaron a recoger sus copias de la declaraciГіn y los cГЎmaras empezaron a desmontar el material. El fiscal se hizo camino educadamente entre la multitud de periodistas hasta llegar al lado del sheriff. Howard Willsey era un hombre alto, delgado y frГЎgil con una nariz sombrГ­a y aguileГ±a nariz con una ojos vidriosos que parecГ­an estar siempre a punto de llorar. Era un fiscal famoso por tener Г©xito en la prГЎctica privada

—Vayámonos a tu despacho —dijo cuando llego junto al sheriff.

De vuelta a la calma de su despacho, Maschen se sintiГі mГЎs descansado. Era como cuando el gato salvaje, tras saltar sobre sus patas traseras, de repente se convierte en algo parecido a un peluche. La eliminaciГіn de toda presiГіn fue bendiciГіn positiva. Willsey, por otro lado, estaba nervioso. TenГ­a un cigarrillo en su boca antes de que Maschen le ofreciera asiento.

Bien, Howard —dijo el sheriff con cierta alegría forzada— ¿tengo que decirte lo que te ha traído hasta aquí tan temprano por la mañana?

Willsey ignorГі tal pregunta.

—No me gusta la idea de tener tantos reporteros por aquí —dijo— desearía que no tuvieras que hablar con ellos. Hoy en día es muy duro conocer las palabras correctas a decir. Una palabra equivocada y la Corte Suprema dará un revés a todo.

—Creo que exageras un poco.

—No estés tan seguro. De todos modos, cuanto más hables, más prejuicios crearás al jurado.

—Quizás. A pesar de ello, ¿qué otra cosa tenía que haber hecho?

—Podrías haber dicho no a realizar comentarios. Algo así como “Estamos trabajando en ellos y comunicaremos a sus compañeros cuando hayamos terminado”. Mantenerse callado hasta que todo haya pasado.

Aquella idea nunca se la hubiera pasado por la cabeza a Maschen. ReaccionГі espontГЎneamente al ver un micrГіfono delante suyo: y hablГі.

Todo el sufrimiento podría haberse evitado sencillamente con las palabras “sin comentarios”, pero no pensó en ello. Se preguntó cuantas personas hubieran echo lo mismo en la misma situación. Lo importante es que la televisión y la prensa seguiría lo que pidiera la gente —personas que de otra manera no pronunciado una palabra en contra de otras para ayudar a la expansión de las noticias.

Se encogiГі de hombros.

—Bueno, es demasiado tarde para poner remedio. Esperemos no haber arruinado tu causa demasiado. Ahora, ¿de qué quieres que hable?

—Hace unos pocos minutos he tenido una llamada de Wesley Stoneham.

La manera en la que dijo esas palabras sonГі para Maschen como una patata caliente. El abogado del distrito era un hombre que conocГ­a sus limitaciones y se dio cuenta que, sin este trabajo pГєblico, se convertirГ­a en un fracasado. Por consecuencia, conservar este puesto era el objetivo principal en su mente a todas horas, especialmente cuando recibГ­a llamadas de un hombre cuyo poder en el condado estaba creciendo rГЎpidamente.

—¿Qué tenía que decirte? —preguntó Maschen.

—Quería decir si se ha realizado algún arresto por el asesinato de su mujer.

—Bien. Supe de él hace un par de horas, y nadie ha venido hasta aquí para confesarse. ¿Qué espera de nosotros?

—Tómatelo con calma, John. Todos estamos bajo un gran estrés. Imagínate lo que debe estar sintiendo —llega a la cabaña por la noche y encuentra... bueno, literalmente un baño de sangre. Su esposa cortada en pedazos. Es normal que se siente un poco desconsolado.

—¿Dio alguna pista sobre quien cree que lo hizo?

Maschen se dio cuenta que aquella era el tipo de pregunta mГЎs adecuado para hacerle a Stoneham, pero el fiscal parecГ­a actuar como el sustituto de Stoneham.

—Sí, de hecho lo hice. Mencionó aquellos hippies que vivían en el desfiladero Totido. Ya sabes, una comuna.

De hecho Maschen conocía “aquella comuna”. Su oficina recibió una media de doce llamadas a la semana sobre ellos, justo cuando vinieron desde otra zona desierta hace tres meses. San Marcos era una comunidad conservadora, compuesta de mucha gente mayor, parejas jubiladas con poca o inexistente tolerancia por el hecho de que su estilo de vida era marcadamente diferente y afectaba a los jóvenes. Sucediera lo que sucediera, el sospechoso siempre apuntaba primero hacia alguno de los miembros de la comunidad.

Un hombre llamado Carl Polaski estaba al cargo del grupo. Maschen solamente lo conocГ­a de pasada, pero parecГ­a ser un hombre inteligente y razonable. Un poco demasiado mayor para llevar la comuna de aquella manera, segГєn la opiniГіn del sheriff, pero por otro lado mostrada madurez hacia los jГіvenes. Los mantenГ­a en orden. Hasta la fecha, ningГєn tipo de cargos fueron aplicados a algГєn miembro de los hippies. Maschen habГ­a desarrollado un respeto a regaГ±adientes por Polaski, a pesar de que el estilo de vida escogido por aquel hombre fuera el opuesto al del sheriff.

—¿Qué le hace pensar que ha tenido algo que ver con ello?

—¿Crees que alguien normal y corriente habría descuartizado un cuerpo de aquella manera? Aquellos hippies viven solamente a una milla de la cabaña de Stoneham. Uno o un grupo de ellos podrían haberse reunido e ir hasta allí.

—¿Es tu teoría, o la de Stoneham?

—¿Importa? —preguntó Willsey con un tono cada vez más a la defensiva— la cuestión es que aquella gente es rara. Creen que los estandartes de un mundo normal no son aplicables para ellos. ¿Quién sabe de lo que son capaces? Hemos estado intentando hacerles fueras desde que llegaron; todo han sido problemas con esa gente.

—Howard, tú sabes tan bien como yo que no se ha probado nunca nada contra ellos.

—Eso no les hace inocentes, ¿no? Donde hay humo, me huele a incendio provocado.

Mashen ladeГі su cabeza hacia ambos lados cerrando casi por completo sus ojos.

—Stoneham realmente te está pisoteando, ¿no?

Willsey se enfureciГі.

—¿Y que pasaría si fuera así? Quizás lo habrás olvidado, John, pero nosotros no somos otra cosa que pequeños peces en esta piscina. Stoneham es un pez gordo. Tanto tu como yo tendremos que volver a aplicar para nuestras oficinas el años que viene, ¿recuerdas? Y la ayuda de Stoneham será de mucha ayuda, te lo aseguro.

El sheriff suspirГі.

—Muy bien, por tu bien irá a hablar con Polaski.

—No sólo a hablar —dijo Willsey sacando algunos papeles del bolsillo de su chaqueta— me he tomado la molestia de obtener una orden hasta su arresto.

SoltГі los papeles sobre el escritorio.

El sheriff los mirГі con cara de sorprendido.

—¿No te has parado a considerar la posibilidad de que estés equivocado?

Willsey se encogiГі de hombros.




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